Por Julio César Clavijo Sierra
“Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros” (Mateo 1:21-23).
La teología liberal (también conocida como “teología racionalista” o “modernismo”), es una tendencia que dice rechazar todo lo que la razón humana no puede explicar. Sus adherentes se declaran libres para pensar lo que quieran, y a creer solo lo que se ajuste a sus propios raciocinios. Se caracteriza entre muchas cosas (1) por promover el relativismo religioso de “todo el mundo tiene la razón” (o ecumenismo religioso), (2) por creer que la Biblia es un libro que inspira al hombre a una conducta digna porque presenta altos conceptos espirituales pero no es la autoridad absoluta para su fe (por eso solo toman lo que les convenga a sus propias ideas), (3) por no aceptar que Jesucristo es el Dios único manifestado en carne y (4) por la negación de los milagros.
Cierta vez tuve la oportunidad de compartir con una persona que se adhiere a la teología liberal. Dicho hombre me dijo que para él -“es mucho más lógico pensar en un Dios Único, que en un Dios con familia, pero que hay puntos que dificultan aceptar con facilidad la idea del Dios único”-.
Yo le respondí que creer que hay un solo Dios, no solo es lógico sino que es bíblico. Las ideas que dificultan creer que solo hay un Dios no provienen de la Biblia, sino de fuentes ajenas a ella, que no han querido aceptar la declaración contundente de la Palabra de Dios, que expone el principal mandamiento de la sana doctrina así:
“Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento” (Marcos 12:29-30).
Le dije que la Escritura declara explícitamente que Dios es uno, a fin de que un creyente sincero no vaya a ser confundido y llevado por el error y la turbación. Solo hay un Dios, y ese sólo y único Dios vino a salvar, manifestándose en carne como uno de nosotros, y cuando vino, nos reveló su gran nombre salvador, es decir el nombre de Jesús. Jesús es el nombre de Dios que Él nos ha revelado para el tiempo de la gracia, y es el nombre sobre todo nombre (Isaías 52:6, Hechos 4:12, Filipenses 2:9-10).
Inmediatamente aquel hombre replicó y dijo que: -“Jesús es divino pero no es Dios mismo"-. Me dijo que -"divinidad significa naturaleza y esencia divina, por lo tanto podemos hablar de la “divinidad de Jesús” sin que necesariamente Él sea el Dios Todopoderoso (o Jehová el Padre Eterno). Que el Mesías tenga naturaleza humana y divina a la vez no significa necesariamente que sea Dios manifestado en carne”-.
Le respondí que si divinidad significa naturaleza o esencia divina, eso sólo nos indicaba que el único divino es Dios. Como solo hay un Dios, nadie aparte de Dios es divino. Le expliqué que cuando un pentecostal del nombre de Jesús dice que Jehová es divino, es porque está reconociendo que Jehová es el Dios único. Cuando nosotros decimos que Jesús es divino, es porque estamos reconociendo que Jesús es Jehová, porque Jehová mismo fue manifestado en carne para venir a salvar.
Nosotros reconocemos a Jesús como el Dios único que se ha manifestado en carne, por eso decimos junto con la iglesia primitiva que Jesús es Dios. Por supuesto que podemos referirnos a la divinidad de Jesús, porque Jesús es el Dios único. Si Jesús no fuera Dios, entonces no podríamos hablar de la divinidad de Jesús. Es un completo error cuando decimos que Jesús es divino, pero que Jesús no es Dios.
Este punto es fundamental para demostrar si le creemos o no a la Escritura. La Biblia enseña el monoteísmo estricto, es decir que hay uno y solo un Dios. La Biblia abunda en textos que demuestran que solo hay un Dios. Cuando alguien no le cree a la Escritura, entonces empieza a creer que hay otros "divinos" o "semidivinos". Por ejemplo, los trinitarios hablan de tres personas divinas, negando por completo la enseñanza de la Escritura. Los politeístas (que por supuesto no aceptan la Escritura) creen en varios dioses, y por eso aseguran que hay "varios" divinos o "semidivinos". Por ejemplo, algunos budistas creen que "buda" era "divino" o "semidivino", pero no era el único divino, pues para ellos existen cientos de seres divinos, y hasta enseñan que todos los seres humanos somos divinos. Los panteístas creen que todo es divino. Para ellos una culebra es divina, un águila es divina, y cualquier animal es divino; para ellos hasta una hoja de un árbol es divina. Ellos han caído en la desgracia de la idolatría dando culto a las criaturas antes que al creador quien es bendito por los siglos de los siglos (Romanos 1:24-25).
La Biblia enseña que solo Dios es divino, y nadie más tiene esa cualidad porque solo hay un Dios.Cuando alguien dice que Jesús es divino, pero además asegura que Jesús no es Dios, entonces está declarando que no le cree a la Escritura, pues está exhibiendo que cree en más de un "divino", demostrando así su concepción politeísta.
Aquel hombre me demandó que le mostrara algunas porciones bíblicas que enseñen que Jesús es el Dios único. Entonces yo le expuse las siguientes:
- Jesús es Emanuel o Dios con nosotros (Profecía en Isaías 7:14, cumplimiento en Mateo 1:23).
- Isaías 9:6 llama a Jesús Hijo, pero también Padre Eterno. Lo llama niño nacido, pero también Dios Fuerte. Las expresiones "niño" e "hijo" hacen referencia a la humanidad de Jesús, mientras que las expresiones "Padre" y "Dios Fuerte" hacen referencia a la deidad de Jesús. Ese solo texto reconoce que el Padre se habría de manifestar en carne, y que esa manifestación en carne seria conocida como el Hijo. Es admirable la manera categórica como la Biblia confiesa la Deidad de Jesús, afirmando que él es el Dios Fuerte y el Padre Eterno.
- Jehová quiere que le conozcamos, que creamos en él, que le entendamos y que aceptemos que fuera de él no hay quien salve (Isaías 43:10-11). ¿Quién vendría a salvar a la humanidad? La Escritura nos enseña que sería Dios mismo, al declarar: “Dios mismo vendrá y os salvará” (Isaías 35:4). El niño que nació fue llamado Jesús, que significa el salvador, porque él sería quien salvaría a la gente del pecado (Mateo 1:21). La Biblia declara que solo hay un Dios, pero también declara que ese único Dios se manifestó en carne para venir a salvar.
- Alguien debía preparar el camino a Jehová cuando Él mismo se presentara para realizar su ministerio salvador en medio de la gente. En ese día se manifestaría la gloria de Jehová y la gente podría ver esa gloria (Isaías 40:2). Isaías Esta profetizando lo siguiente: (1) Preparad el camino a Jehová, (2) Enderezad calzada a Jehová, y (3) Se manifestará la gloria de Jehová. Juan el bautista fue quien preparó el camino a Emanuel, Jehová manifestado en carne, es decir a Jesucristo nuestro salvador (Mateo 3:3, Marcos 1:3, Juan 1:23).
Cuando recibió estas respuestas, este hombre me dijo que –“el Emanuel de Isaías 7:14 no tiene nada que ver con Jesús”-. Para sustentar su argumento, me dijo -“que la profecía de Isaías 7, tuvo su cumplimiento definitivo en el año 732 a.C., cuando el reino sirio fue destruido y su rey Rezín fue ejecutado”-. Me invitó a observar que -“Isaías 7, nos muestra que Acaz, el rey de Judá, estaba atemorizado porque Rezín, el rey de Siria, y Peka, el rey de Israel, se unieron para hacer guerra contra Judá. Ante esa situación, el profeta Isaías le dijo a Acaz que no tenía por qué temer, ya que Dios le daría le daría la victoria sobre aquellos dos reyes que venían a atacarlo. Isaías le dijo a Acaz que pidiera la señal que quisiera a fin de comprobar que esas palabras proféticas eran verdad, pero Acaz no quiso pedir señal. Entonces el profeta Isaías le dijo que Dios mismo les daría una señal ¿Cuál señal? Que una joven (quizá la mujer de Isaías o de Acaz) tendría un hijo varón al que llamarían Emanuel, y que en los primeros años de la vida de este niño, Dios destruiría la tierra de esos dos reyes enemigos”-. Me dijo que ir más allá de la interpretación que acababa de darme -“es pura especulación. Además si se quisiera forzar la cita de Isaías como presagio del nacimiento del Mesías, Entonces al Mesías también tendrían que haberle puesto el nombre de Emanuel, en vez de Jesús”-.
Me dijo también que –“la palabra hebrea que utiliza Isaías para aludir a la madre del niño es “almah”, que se usa para cualquier mujer, sea o no virgen, mientras que la palabra hebrea específica para ‘virgen’, es “bethulah”. Fue en la versión griega, posterior a la hebrea, que se reemplazó “joven” por “virgen”, lo que pudo producir el error de interpretación de que Emanuel nació de una virgen… Pero hay más. En Isaías capítulo 8, se nos dice que el imperio Asirio, tenía un poder como el de aguas impetuosas que destruiría por completo a sus enemigos (Isaías 8:7). Entre esos enemigos de Asiria, estaban Siria e Israel, quienes fueron destruidos para que se cumpliera la profecía del capítulo 7. Lo más interesante de todo esto, es que se nos dice que los asirios se extendieron por toda la tierra de Emanuel (Isaías 8:8), lo cual nos indica que el niño Emanuel ya había nacido en ese tiempo, por lo cual la profecía tuvo su cabal cumplimiento. He leído interpretaciones de que Emanuel es el primer hijo de Isaías, por tanto Emanuel no tiene nada que ver con Jesús”-.
Después de esa exposición, yo le expliqué que para estudiar los textos proféticos de la Biblia, hay que tener en cuenta dos principios fundamentales que él estaba pasando por alto. Estos dos principios son:
- Debemos tomar en consideración lo que el profeta quiso decir a sus contemporáneos y si la profecía tuvo algún cumplimiento inmediato. Así, debemos tener en cuenta que algunos anuncios proféticos se referían de manera primaria a acontecimientos muy próximos, pero estos acontecimientos y estas palabras, también llevaban inmersas predicciones de hechos que tendrían lugar siglos más tarde.
- Todas las veces que nosotros deseemos entender la Escritura, debemos aceptar las interpretaciones que los mismos escritores sagrados dieron a las porciones de la Escritura, pues de otra manera demostramos que no somos fieles en nuestro estudio y que lo único que deseamos es ser tercos .
Le recalqué que él empleó parcialmente el primero de estos dos principios, cuando se preocupó por entender la situación que estaban afrontando los contemporáneos del profeta Isaías, y también por entender el cumplimiento inmediato de esa profecía. Sin embargo, le hice notar que él desconoció por completo si esa profecía llevaba también implicaciones futuras relacionadas con el Mesías.
Le hice ver que él ignoró por completo el segundo principio, al no querer aceptar la interpretación que el evangelista Mateo (inspirado por el Espíritu Santo) hizo de Isaías 7:14. Mateo expuso que el cumplimiento superior (el más grandioso) de la profecía, se dio en Jesús el Mesías (Dios manifestado en carne, Dios con nosotros), cuando escribió:
"Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí que una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es Dios con nosotros" (Mateo 2:21-23).
La profecía de Isaías 7:14, nos enseña que el plan de Dios era mucho más ambicioso que librar a Judá de sus enemigos. El plan de Dios consistía en dejar a disposición la salvación para toda la humanidad.
También le recalqué que Mateo no cometió ningún error al haber escrito que una virgen concibió y dio a luz un hijo; pues en realidad, el engendramiento del Mesías fue milagroso por tratarse de un engendramiento virginal. Es verdad que en el tiempo del profeta Isaías, para que se diera el cumplimiento inmediato de la profecía, una mujer joven que estaba en edad de casamiento, se desposó y tuvo un hijo. En efecto, esa mujer del tiempo de Isaías, como todas las demás mujeres, tuvo que tener relaciones sexuales para poder quedar embarazada. Pero cuando vino el cumplimiento superior de la profecía, otra mujer, la virgen María, concibió milagrosamente del Espíritu Santo, quedando embarazada sin haber estado con algún varón. José, el esposo de María, no la conoció hasta que ella dio a luz a Jesús (Mateo 1:25). Para el tiempo del profeta Isaías, se suponía que las mujeres jóvenes conservaban su virginidad hasta el matrimonio, por lo cual la palabra hebrea “almah” llevaba implícita la idea de virginidad. “Almah” significa joven mujer en edad de casamiento, pero “bethulah”, significa mujer virgen sin importar la etapa de la vida (niña, joven o anciana). Esa es la razón por la cual el término “almah”, se ajusta perfectamente a la condición de la virgen María, y por eso el evangelista Mateo armoniza perfectamente con el profeta Isaías.
El niño que nació en el tiempo de Isaías no era divino pues no era Dios manifestado en carne, pero sí era tipo de Jesucristo, el verdadero Emanuel, Dios manifestado en carne, tal como nos lo explica el evangelista Mateo. La profecía se ha cumplido, pero lo que no podemos ignorar es que este cumplimiento se ha dado en dos tiempos. El primer cumplimiento (o cumplimiento inmediato) se dio en el tiempo del profeta Isaías, y el segundo cumplimiento (o cumplimiento superior) se dio con Jesús el Mesías. No se debe ignorar la segunda (y más importante) parte del cumplimiento profético.
Jesús es Emanuel porque Dios fue manifestado en carne. Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre, por lo cual es el verdadero Emanuel, el cumplimiento total y perfecto de la profecía de Isaías. El niño que nació en tiempos de Isaías fue tomado como anuncio de la caída de Siria, pero el nacimiento de Jesucristo el Señor, se dio como anuncio de la caída del imperio de las tinieblas. El hecho básico por el cual nosotros confesamos que Jesús es Emanuel, es porque Jesús es Dios manifestado en carne, Dios verdadero y hombre verdadero. Si creemos a lo que dice la Escritura, no podemos más que confesar que Jesucristo es Emanuel. La profecía nos enseña, que sin importar cuantos enemigos tenga el pueblo de Dios, Dios mismo libertará a su pueblo y destruirá a sus enemigos. La Iglesia genuina, sabe que Jesús (Jehová salva) es Emanuel (Dios con nosotros).
Le mostré a aquel hombre, que su problema era creer parcialmente a las Sagradas Escrituras, aceptando las partes que le convenían a su sistema de pensamiento, pero ignorando o menospreciando los textos que refutaban su punto de vista. Le expliqué que cuando nosotros estudiamos las Sagradas Escrituras, debemos hacer caso a lo que las mismas Escrituras declaran, pues si no ¿Entonces para qué la citamos o para qué decimos que creemos en ella? Si tomamos solamente una parte de un tema bíblico y no la totalidad del mismo podemos llegar a conclusiones equivocadas. Una verdad a medias, nos puede conducir finalmente a la peor de las mentiras. Por eso es que en los temas proféticos, siempre debemos procurar revisar los alcances inmediatos y futuros de cada profecía, para no quedarnos en verdades a medias, que finalmente pueden desviarnos de la verdad.
Si el evangelista Mateo, inspirado por el Espíritu Santo, escribió que la profecía de Isaías 7:14, se cumple en Jesucristo, entonces ¿Por qué lo ignoramos? ¿Para qué utilizamos la Biblia si ni siquiera creemos a lo que la misma Biblia dice? ¿Para qué tomar medias verdades cuando la misma Escritura nos enseña la verdad completa sobre el asunto? ¿Si no creemos ni siquiera en la inspiración sagrada de las Palabras de Mateo, entonces para qué lo citamos? Es verdaderamente deshonesto cuando citamos la Biblia a medias, solo para tomar lo que se ajusta a nuestros propios gustos. Al actuar así, no estamos haciendo justicia a la Palabra de Verdad, a la propia declaración de la Escritura. Cualquier persona que utiliza la Biblia para sustentar alguna de sus creencias, se está comprometiendo de una vez con todas las declaraciones de la Escritura, pues de lo contrario ¿para qué la cita?
La enseñanza fundamental de la Escritura es que Dios mismo se ha convertido en nuestro salvador. Él mismo se manifestó en carne para enseñarnos como debíamos vivir, y ahora habita en su iglesia por medio de su Santo Espíritu. El Santo Espíritu que ahora mora en nuestros corazones, es Jesús mismo, pues Jesús prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mateo 1:20). Jesús es verdaderamente Emanuel, Dios con nosotros.