Por Jason Dulle
Cuando los niños son pequeños, creen casi a cualquier cosa que mamá y papá les digan, porque mamá y papá son la autoridad en el conocimiento. Cuando van a la escuela, se hallan bajo nuevas autoridades llamadas profesores. Cuando los profesores sostienen que algo que mamá y papá dijeron que era cierto, es contrario a la verdad, el niño se enfrenta ante un problema: ¿A quién le va a creer?
En este momento de su vida, ya no creen lo que le dijeron en su hogar. Ellos han desarrollado facultades racionales e intuitivas para entender los fundamentos de la investigación lógica. Mientras que antes solían aceptar ciegamente las respuestas de sus padres, ahora cuestionan aquellas respuestas. El hecho de que diversas autoridades difieren en cuestiones sobre la verdad última, les demuestra que no se puede confiar en la autoridad como el único árbitro de la verdad. Así que cuando se enfrentan ante la disyuntiva de creerle a mamá/papá o al maestro, ¿a quién le va a creer? Lo más probable es que ellos le crean al maestro en contra de sus padres. Hay dos razones para esto.
En primer lugar, la mayoría de los niños ven a sus maestros como más inteligentes que sus padres. Su razonamiento es que es probable que el maestro tenga la razón y sus padres estén errados, ya que los profesores saben más que sus padres. En segundo lugar, a menudo los padres no exponen motivos que sustenten lo que le dijeron a sus hijos, mientras que el profesor expone razones para creer lo contrario. La gente cree en lo que tiene (más) razones para creer. Así que echemos un vistazo a los resultados ¿Quiénes son más inteligentes? Los profesores ¿Quiénes suministran razones para creer? Los profesores. La puntuación es 2-0 a favor de sus profesores ¡Y luego nos preguntamos por qué los niños pierden su fe en el sistema escolar!
Como educadores cristianos, tenemos que educar a los padres sobre las cuestiones intelectuales pertinentes, que sus hijos tendrán que enfrentar cuando tengan la edad suficiente para cuestionar la autoridad, y para que cuando ellos encuentren objeciones contra la fe cristiana, los padres sean capaces de ayudarles a refutar las demandas contrarias, con el objetivo final de que sus hijos puedan estar seguros de que la fe cristiana es objetivamente cierta. Esto requiere que tengan conocimiento de cuáles son las ideas a las que su hijo está expuesto ¿Por qué esas ideas son erróneas, y por qué la visión cristiana del mundo es verdad? Si los padres y los pastores no tienen este conocimiento (o no saben hacia dónde dirigir a sus hijos para conseguirlo), ¿cómo podemos esperar que nuestros hijos sobrevivan ahí afuera, en el mercado secular de lo que son a menudo ideas anti-Dios?
Enviamos a nuestros hijos al colegio, sin prepararlos intelectualmente en estos temas, y luego nos preguntamos por qué vuelven derrotados. ¿Cómo se van a fortalecer en la búsqueda de la verdad, que por supuesto va a prepararlos para la universidad, cuando su fe es objeto de ataque? ¿Cómo irán a prepararse en la noche del domingo, para defender su creencia en Dios contra los ataques de sus profesores? ¿Cómo los preparará la típica predicación pentecostal para defender su creencia en la resurrección histórica de Jesucristo? La predicación, la alabanza y el estudio de la Biblia, son esfuerzos buenos y dignos, pero no son suficientes para preparar a nuestros hijos para la universidad (y para la vida real). Hace falta algo más.
Enviar a un hijo a la universidad, sin razones sólidas para creer que el cristianismo es verdadero, y sin razones solidas para rechazar las ideas no-cristianas, es como enviar a un soldado a la batalla con una cuchara en vez de un rifle. Sus posibilidades de supervivencia son mínimas. Si todavía salen creyendo en Cristo, es muy probable que su fe sea un compromiso absoluto de la voluntad en ausencia de la razón (lo que en realidad no es fe en absoluto), o su fe en Cristo será relegada al ámbito de los valores personales (mientras que Cristo es verdadero para ellos, el cristianismo no tiene nada que ver con la realidad). Nada de esto es aceptable.
Les dejo con las palabras de Nancy Pearcey, en su libro, La Verdad Total: "Como padres cristianos, pastores, maestros y líderes de grupos juveniles, vemos constantemente a los jóvenes arrastrados por la resaca de las poderosas tendencias culturales. Si todo lo que les damos es una religión de "corazón", esto no será lo suficientemente fuerte como para contrarrestar lo llamativo de las ideas atractivas pero peligrosas. Los creyentes jóvenes también necesitan una religión de "cerebro", -entrenado en la cosmovisión y en la apologética- que los equipe para analizar y criticar las visiones del mundo que se encontrarán cuando salgan de sus casas. Si somos prevenidos y los equipamos de antemano, los jóvenes al menos tendrán una enorme probabilidad de éxito cuando se encuentren como una minoría dentro de sus compañeros de clase o de trabajo. La formación de los jóvenes con el fin de que desarrollen una mentalidad cristiana no es una opción, sino que es parte de su equipo necesario de supervivencia."