Por Julio César Clavijo Sierra
La verdadera Iglesia no consiste en una denominación específica, sino en todos los santos que creen en el Señor Jesucristo como el único Salvador de sus almas, como el Dios único manifestado en carne, y que predican de manera completa (sin mutilaciones) el evangelio de salvación según los Hechos 2:38 (arrepentimiento, bautismo en agua en el nombre de Jesús y recepción del Espíritu Santo con la señal inicial de hablar en nuevas lenguas).
Hoy en día muchas personas pueden decir:
Soy musulmán
Soy judío
Soy budista
Soy hindú
soy católico
Soy ortodoxo
Soy mormón
Soy testigo de Jehová
etc.
¡Tantas religiones! Y éstas que acabamos de mencionar son solo algunas. ¿Cuál religión salva? Muchos creen que solamente su religión puede salvar. Otros afirman que realmente no importa lo que usted crea, sino que lo válido es que usted sea una "buena persona." "Igual, todos vamos a ir al mismo lugar", dicen.
¿Quién está en lo correcto? ¿En quién podemos confiar? ¿Cuál es la verdadera religión? Las religiones son un sistema de creencias, de actitudes y de prácticas. La religión en sí misma no puede salvar a ninguna persona.
El gran líder religioso de la India, Mahatma Gandi, escribió, "es una tortura constante para mí que todavía sigo sin saber lo que será de mi vida y de mi ser; Sé que es mi propia miseria y maldad la que me priva de saberlo." Su religión no le dio ninguna seguridad de salvación, aun cuando en todas las partes del mundo lo consideran como un gran y buen hombre.
Aristóteles, el gran filósofo de la Grecia antigua, escribió: "el hombre se encuentra en una cuesta, con sus apetitos y pasiones gravitando hacia abajo. Él sabe que debe ir hacia arriba, pero hay algo en él que lo conduce hacia abajo."
Buda, el fundador de una de las grandes religiones del mundo, dijo hacia el final de su vida: "Todavía estoy buscando la verdad."
Si éstos y otros muchos no pudieron encontrar la verdad y la seguridad de su propia salvación con su religión, entonces es porque su religión no podía salvarlos.
No obstante, hubo un hombre que de manera franca y directa proclamó sin dudarlo:
"Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres" (Juan 8:32).
Y para que no quedaran dudas de cuál era la verdad, él dijo:
"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, nadie viene al Padre sino por mí" (Juan 14:16).
Es sorprendente lo que dijo Jesús. Dijo que él mismo era la Verdad, dijo que él mismo era el Camino, dijo que él mismo era la Vida. Además dijo nadie VIENE (note que no dijo: nadie va) AL PADRE, sino es por mí. O sea, él proclamó que él mismo (y no otro) era el Dios y Padre Eterno. Jesús es el único y verdadero Dios manifestado en carne con el propósito de redimir a la humanidad del pecado y de la muerte.
"E indiscutiblemente grande es el misterio de la piedad, Dios fue manifestado en carne" (1. Timoteo 3:16).
Esta verdad es fundamental para alcanzar la salvación. Para ser salvos debemos entender que Jesús es Dios manifestado en carne. Debemos entender que él es el Gran Yo Soy, que él es Jehová de los ejércitos, que él es el Santo de Israel, que se manifestó como hombre para darse a conocer a la humanidad. Hoy en día son muchos los engaños que se han levantado. Por ejemplo algunas religiones niegan que Jesús sea Dios, y otras dicen que él es Dios pero no es el único que posee esa dignidad, pues hay otros dos (a los que llaman las otras personas divinas) que también poseen esa atribución. Sin embargo la Biblia nos enseña que hay un sólo Dios y que su nombre es Jesús. El mismo Señor Jesús dijo:
"Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que Yo Soy, en vuestros pecados moriréis" (Juan 8:24).
Y también confesó que no era en su poder y sabiduría humana que hacía sus grandes obras, sino como el Dios que era, y por eso dijo:
"Las Palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras" (Juan 8:24).
Amigo, la religión no puede salvarte. ¡Pero Jesucristo si lo puede hacer! La religión no nos conducirá a la paz con Dios, pero Jesucristo sí. Pues
"Dios estaba en Cristo, reconciliando consigo al mundo…" (2. Corintios 5:19).
"Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido ha ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hechos 4:11-12).
Debemos distinguir el cristianismo popular del verdadero cristianismo. El cristianismo popular consiste en la enseñanza de doctrinas ajenas a la Palabra de Dios que se mezclan con algunas verdades para engañar sutilmente. El verdadero cristianismo consiste en la predicación completa del evangelio y en una relación íntima entre un hombre y el Señor Jesucristo. Examinemos las demandas de Cristo como el verdadero Salvador del hombre.
El Antiguo Testamento profetizó que vendría un Mesías o Salvador. Jesús demandó que él era el Mesías. Esas profecías fueron escritas centenares de años antes de que Jesús naciera.
El Profeta Miqueas anunció que el Mesías sería Dios manifestado en carne, como un hombre, cuando dijo:
"Pero tú Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá él que será Señor en Israel, y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad" (Miqueas 5:2).
Miqueas enseñó que el Señor de Israel, el Mesías prometido, iba a ser el único y santo Dios manifestado en carne, pues dijo del Mesías que sus salidas son desde los días de la eternidad, y el único eterno es Dios y nadie más. Eterno es uno de los atributos propios de Dios que nadie más puede poseer.
"Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habitó en la altura y la santidad…" (Isaías 57:15).
Isaías profetizó que Dios se manifestaría (se daría a conocer) como hombre.
"Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz" (Isaías 9:6).
El apóstol Juan confirmó esto:
"y el Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros, (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre) lleno de gracia y verdad" (Juan 1:14).
Miqueas nos dice que el Mesías debería nacer en Belén de Judea (Miqueas 5:2). Jesús nació en Belén satisfaciendo así esta profecía. Isaías profetizó con vivo detalle el sufrimiento de Cristo y su tormento para librarnos de nuestros pecados (Lea Isaías 53).
En el salmo 16:10, leemos que él se levantaría de los muertos. Jesucristo hizo esto. Centenares de personas lo vieron con sus propios ojos (1. Corintios 15:3-8).
Éstas son solamente algunas de las muchas profecías del Antiguo Testamento que fueron totalmente satisfechas en la vida de Jesucristo y registradas en el Nuevo Testamento.
Si usted está buscando la puerta a la vida eterna, no mire a un sistema religioso sino a Jesucristo. La religión decepciona pero esto nunca lo podrá hacer nuestro Señor Jesucristo. Él es el verdadero Dios y la vida Eterna, él es el único Dios que existe (1. Juan 5:20). Él nos da una vida nueva por medio del Espíritu Santo. El Espíritu Santo no es más que el mismo Dios y Señor, es decir, nuestro Señor Jesús habitando en nuestros corazones.
"Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad" (2. Corintios 3:17).
Un hombre llamado Nicodemo vino a Jesús buscando la paz y la libertad para su alma. Jesús le dijo contundentemente:
"De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es" (Juan 3:5-6).
¿Cómo podemos nacer del agua?
Pues bautizándonos en el nombre de Jesucristo para el perdón de nuestros pecados. Es imprescindible venir a las aguas verdaderamente arrepentidos y bautizarnos en el santo nombre de Jesús, pues el mismo Jesús afirmó que:
"El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado" (Marcos 16:16).
Y el día de Pentecostés, el apóstol Pedro, predicando bajo la unción del Espíritu Santo, dijo:
"Arrepentíos y bautícese cada de vosotros en el nombre de Jesucristo para el perdón de los pecados…" (Hechos 2:38).
¿Cómo podemos nacer del Espíritu?
Pues siendo bautizados con el Espíritu Santo. La evidencia de que hemos sido bautizados con el Santo Espíritu es por medio de hablar en otros idiomas, no aprendidos o hablados por medios humanos sino por la voluntad de Dios. Las personas que recibieron el Espíritu el día del Pentecostés hablaron en nuevas lenguas según el Espíritu les daba que hablasen (Hechos 2:3-4), y el apóstol Pedro confesó que ese era el cumplimiento de la profecía del profeta Joel, que decía que en los postreros días el Señor derramaría de su Espíritu Santo sobre todos los que creyeran en él (Hechos 2:15-21).
Por eso el apóstol Pedro dijo:
"… y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos el señor nuestro Dios llamare" (Hechos 2:38-39).
Jesucristo te está llamando. Él quiere salvarte y él puede hacerlo.
"… tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo…" (Romanos 5:1).
LOS FRUTOS DEL CREYENTE Y LA DOCTRINA IDENTIFICAN A LA VERDADERA IGLESIA
La Palabra de Dios nos enseña que hay dos marcas (o señales) que identifican a los miembros de la verdadera iglesia de Jesucristo, quien es el único Dios que existe. Estas dos marcas son:
1. Los frutos del Creyente
2. La Doctrina
Por eso el apóstol Pablo escribiendo a Timoteo le dijo:
Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren (1. Timoteo 4:16).
Tener cuidado de sí mismos y de la doctrina hará que seamos salvos. Si yo amo a Jesús y ando en su voluntad haciendo frutos dignos de arrepentimiento debo obedecer completamente a toda la doctrina apostólica, no a una parte, sino a toda. Si yo he conocido la verdadera doctrina apostólica entonces debo vivir una vida agradable y limpia ante Dios, una vida verdaderamente llena del Espìritu Santo. No hay otra manera de ser salvos sino teniendo cuidado de nosotros mismos y de la doctrina.
Así, la verdadera Iglesia debe tener cuidado del testimonio personal y debe hacer la voluntad de Dios cumpliendo todos sus mandamientos, y sus mandamientos no son gravosos (1. Juan 5:3). Por eso es importante obedecer completamente la doctrina apostólica y no solo una parte de ella. La Doctrina apostólica consiste a grandes rasgos:
1. En creer que Jesucristo es Dios y que no hay más:
"Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que Yo Soy, en vuestros pecados moriréis" (Juan 8:24)
2. En entender que la Salvación enseñada en el Nuevo Testamento está establecida en el arrepentimiento, el bautismo en agua en el nombre de Jesús, en recibir el Espíritu Santo hablando en Nuevas lenguas,
"De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es" (Juan 3:5-6).
"Arrepentíos y bautícese cada de vosotros en el nombre de Jesucristo para el perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hechos 2:38).
3. Y en vivir una vida de santidad delante de Dios. Los santos deben estar esperando a su Señor y salvador viviendo en santidad. La vida de santidad sólo la puede alcanzar una vida llena del Espíritu Santo.
Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor (Hebreos 12:12-14).
Hay un Texto bíblico que dice:
Santiago 1:27 La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.
La verdadera religión consiste en visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones (a esto y a otras cosas es a lo que la Biblia llama, hacer frutos dignos de arrepentimiento), pero también dice que la verdadera religión consiste en guardarse sin mancha del mundo.
Muchas personas le prestan atención solamente a la primera parte de este versículo, es decir que la verdadera religión consiste en visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y por eso hasta han creado centros de caridad y de ayuda al prójimo, las cuales son actividades muy loables pero que por sí solas no permiten alcanzar la salvación, ni demuestran que los que hacen parte de esas asociaciones sean parte de la verdadera iglesia de Dios. El error de estas personas es que hacen caso de la primera parte, pero desconocen totalmente la segunda que dice: y guardarse sin mancha del mundo.
¿Qué es guardarse sin mancha del mundo? Es no dejarse contaminar por nada. Ni por la falsa doctrina, ni dejarnos llevar por nuestras propias concupiscencias (inclinaciones al mal). En otras palabras, es tener cuidado de nosotros mismos y de la doctrina.
Tal y como la Biblia lo enseña, los frutos del creyente son una de las marcas distintivas de la verdadera iglesia. Ninguno puede decir que es de Dios y sin embargo estar viviendo una vida llena de maldad y de pecado, pues está sencillamente siendo un gran mentiroso.
El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo (1. Juan 2:6).
No pretendemos condenar a nadie ¡Dios es el que juzga! Simplemente estamos invitando a todos los que deseen ser salvos a que analicen inteligentemente la Palabra de Dios, los estamos invitando a que examinen fielmente la verdad tal y como es enseñada en la Palabra de Dios.
La verdadera Iglesia es aquella que sigue firmemente los mandamientos del Señor.
Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él (1. Juan 2:3-5).
La verdadera iglesia no es un templo hecho de manos humanas, ni es una denominación. Pero la verdadera iglesia sí es aquella que se aferra con todo su corazón a la Sana Doctrina y que es capaz de poner a un lado las doctrinas humanas y diabólicas.
Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos (Judas 1:3).
Dos cosas son importantísimas para conocer a la verdadera Iglesia, la Doctrina y los frutos del creyente. Hay que obedecer el evangelio de salvación, la fe apostólica predicada en la Biblia.
Las Sagradas Escrituras enseñan que el Señor Jesús ES EL MISMO DIOS DE LA ETERNIDAD, conocido en el Antiguo Testamento (o Antiguo Pacto) como Y.H.W.H Adonai, el eterno Dios de Israel, y manifestado EN CARNE como el Señor Jesús, según Mateo 1.23 y 1.Timoteo 3.16. Un solo Dios absoluto, no ¨dos¨ ni ¨tres¨ formando UNO.
También enseñan que la salvación para esta gloriosa dispensación de la Gracia de Dios o de la iglesia que ¨Él ganó con su propia sangre¨ (Hechos 20.28), es la legítima obediencia a los Hechos 2:38 y los Hechos 10:44-48, tanto para Judíos como para Gentiles ¡NO EXISTE OTRA SALVACIÓN!