Por Julio César Clavijo Sierra
"Y habiendo dicho esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo" (Juan 20:22).
Muchos de los llamados "tele-evangelistas" y muchos falsos predicadores, han torcido el versículo de Juan 20:22, para decir que cuando ellos soplan a la gente, esta recibe el Espíritu Santo. Actualmente hay un movimiento peligroso de falsos predicadores que soplan sobre la gente y la desmayan en una especie de hipnotismo, y lo peor de todo, le hacen creer a las personas que de esa manera están recibiendo el Espíritu Santo. Pero por ninguna parte de las Sagradas Escrituras se enseña que los que recibieron el Espíritu Santo se desmayaron luego del soplo de un predicador, sino que lo que nos dice la Escritura es que hablaban en otras lenguas y glorificaban a Dios. Debemos tener mucho cuidado con esas falsas enseñanzas para que no caigamos en la trampa del enemigo.
Para pronunciarnos sobre un texto bíblico, nosotros jamás debemos cometer el error de tomar el texto aislándolo de su correspondiente contexto bíblico. Nosotros no podemos seguir el error de los falsos maestros, que inventan nuevas doctrinas por tomar textos bíblicos desligándolos por completo del resto de la enseñanza bíblica relacionada con ese tema en particular.
Del texto bíblico de Juan 20:22, podemos afirmar que el Señor Jesús le dijo a sus discípulos: -"Recibid el Espíritu Santo"-, pero lo que nunca podemos sostener, es que ellos en realidad hayan recibido el Espíritu Santo en ese preciso momento, porque sólo fue hasta que llegó el día de Pentecostés (que siguió a la resurrección de Cristo) cuando ellos fueron llenos con el Espíritu Santo de la promesa (Hechos 2:1-4). No existe ni una sola prueba que nos indique que en ese momento específico en que Jesús sopló, los creyentes hubieran sido bautizados con el Santo Espíritu, sino que únicamente notamos que el Señor sopló y les dijo: -"Recibid el Espíritu Santo"- y no se dice nada más.
Si nosotros miramos atentamente el contexto dentro del cual se encuentra inmerso el texto de Juan 20:22, podemos apreciar que se trata de un momento posterior a la resurrección de nuestro Señor, específicamente al primer momento en que Él se aparece a sus discípulos (aunque Tomás no estaba presente).
Veamos el texto dentro de su contexto para conocer la situación específica.
"Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros. Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor. Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos" (Juan 20:19-23).
Cuando se compara esta porción del evangelio según Juan, con los demás relatos que prosiguen a la resurrección de nuestro Señor Jesús, podemos apreciar que Jesucristo les habló acerca de la necesidad que tenían sus hijos de recibir el Espíritu Santo, siendo esta una de sus enseñanzas fundamentales. El no cesó de decirles una y otra vez que era necesario que fueran bautizados con el Espíritu Santo. Ya en algunas oportunidades anteriores a su crucifixión, el Señor había dado enseñanzas acerca del Espíritu Santo que habrían de recibir los que creyeran en Él (Lucas 11:11-12, Juan 7:37-39), pero en esos días posteriores a su resurrección, esa enseñanza fue prioritaria dentro de su predicación.
Por ejemplo, en el evangelio según Lucas, leemos lo siguiente:
"Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero Él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y Él lo tomó, y comió delante de ellos. Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas. He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto" (Lucas 24:36-49).
Al confrontar el relato de Lucas con el de Juan, podemos apreciar que el Señor Jesús le estaba enseñando a los discípulos sobre la tremenda necesidad de ser llenos del Espíritu Santo. Como hemos visto, ellos no recibieron el Espíritu Santo en esa oportunidad. ¡No!, pues de otra manera el Señor no les hubiera dicho que se quedaran en la ciudad de Jerusalén hasta que fueran investidos de poder de lo alto. Lo que podemos apreciar es que cuando el Señor Jesús sopló, les estaba dando a entender que Él es el que llena con el Espíritu, tal como lo profetizó Juan el Bautista (Mateo 3:11, Marcos 1:8, Lucas 3:15, Juan 1:33), porque precisamente Jesús siendo el único Dios que existe manifestado en carne (1. Timoteo 3:16, Mateo 1:23), es también el Espíritu Santo (2. Corintios 3:17) y por tanto Él es el único que llena con el Espíritu Santo. Cuando Él sopló y les dijo: -"Recibid el Espíritu Santo"-, lo que estaba haciendo era instruyéndoles acerca de la necesidad que tiene todo creyente de ser lleno del Espíritu de Jesús (Hechos 16:7, Gálatas 4:6). De ninguna manera, Él les estaba llenando en ese preciso momento con el Espíritu, sino que les estaba dando instrucciones y les estaba enseñando acerca de aquel maravilloso acontecimiento que iba a suceder "dentro de no muchos días" (Hechos 1:4-5).
La promesa del Espíritu Santo, era una nueva manifestación que el Dios Santo utilizaría para hacer presencia en medio de su pueblo durante la edad de la Iglesia. Mientras Dios estuvo presente en su manifestación en carne, de esa manera consoló a su pueblo; pero ya que esa manifestación en carne tenía que abandonarlos, Él prometió enviar a otro Consolador (no a otra persona divina que no existe) para consolarles y reconfortarles (Juan 16:7). Jesús es el único Dios, y por lo tanto, Jesús es el único Espíritu Santo. El Señor Jesús afirma que los apóstoles ya conocían al Espíritu de Verdad porque moraba con ellos, aún cuando el único que moraba con ellos era Jesús. Jesús confirma que Él es Espíritu Santo cuando afirma: “vendré a vosotros” (Juan 14:16-18). Jesús es el único Espíritu que está dentro de su amada iglesia, y quien habita ahora en medio de su pueblo, no en carne, sino en Espíritu. Jesucristo mismo enseñó que para que el Espíritu Santo llenara la vida de los creyentes, era necesario que la manifestación de Dios en carne fuera glorificada. Y eso sólo ocurrió, cuando Jesúcristo ascendió a los cielos.
"Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en Él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado" (Juan 7:39).
También la noche previa a su arresto, el Hijo de Dios dijo:
"Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré" (Juan 16:7).
Por eso no es inteligente afirmar que ellos fueron llenos con el Espíritu Santo de la promesa, en el momento en que el Señor Jesús sopló y les dijo: -"Recibid el Espíritu Santo"- porque esa promesa no podía cumplirse sino sólo hasta que el Hijo de Dios fuera glorificado.
Es bastante necesario entender que el tema del bautismo del Espíritu, fue una de las enseñanzas fundamentales del Señor Jesús antes de su ascensión a los cielos. Lucas resalta esa importante enseñanza del Señor Jesús. Veamos:
"En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios. Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días" (Hechos 1:1-5).
En esa porción podemos aclarar mucho mejor lo que venimos tratando. El Señor les dijo que ellos serían bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días. ¿Por qué les dijo eso? Precisamente porque todavía no había venido el Espíritu Santo sobre ellos, ya que el Hijo todavía no había sido aún glorificado.
Pero las Sagradas Escrituras nos enseñan que en el día de Pentecostés posterior a la resurrección, se les aparecieron lenguas repartidas como de fuego y fueron llenos del Espíritu Santo (no antes).
"Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen" (Hechos 2:1-4).
Sólo fue hasta ese momento y no antes, en que ellos fueron llenos por primera vez del Santo Espíritu de Dios. Desde ese tiempo para acá, la Iglesia del Nombre de Jesús ha continuado en el avivamiento pentecostal, y el hablar en lenguas, (es decir, hablando en idiomas que uno nunca ha aprendido anteriormente) por el poder de Dios, es la evidencia inmediata, exterior, notable, y audible de ser bautizado con el Espíritu Santo. El don del Espíritu Santo es una promesa para todos los que crean en el evangelio, sin tener en cuenta raza, cultura o idioma (Hechos 2:4, 2:17, 2:38-39, 10:46, 19:6, 1. Corintios 12:13). La lengua se convierte en el vehículo de expresión del Espíritu Santo (Santiago 3), y Dios toma el mando de la vida del creyente. Uno recibe a Cristo cuando recibe el Espíritu Santo (Romanos 8:9).