Por J. R. Davis
Apocalipsis 17:5, “y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA”
Hay un poder misterioso trabajando en el mundo de hoy. 2 Tesalonicenses 2:7 lo llama el “misterio de iniquidad”. La palabra «misterio» significa “secreto” u “oculto”. Este misterio es sutil y camuflado. No es fácilmente comprensible a la vista y a menudo pasa inadvertido. El sentido común y la decencia común han sido trastornados. La oscuridad nos está eclipsando y el espíritu que seduce hacia el mal se arrastra y avanza en nuestro medio. Una confusión entre lo bueno y lo malo prevalece en todas las instancias de nuestra sociedad. Incluso ha invadido a congregaciones de iglesias que proclaman la verdad. Es el síntoma de la Iglesia de Laodicea. El gran pecado de Laodicea no era tanto su tibieza espiritual, sino que sus ojos estaban tan borrosos que no podía ver su propia tibieza (Apocalipsis 3:14-22).
El mundo está acercándose rápidamente a la noche oscura. ¡Jesús viene pronto! La caída de la noche es inminente. Isaías 21:12, proclama: “El guarda respondió: La mañana viene, y después la noche…” Mientras que la mañana del día de resurrección espera a la Iglesia, terribles telares de oscuridad vienen sobre los que han quedado atrás. Hoy en día vemos que la oscuridad está cerca. Vivimos en una especie de crepúsculo, justo antes de que llegue la plena oscuridad. El crepúsculo es un momento misterioso del día. Es el tiempo final de la tarde, el tiempo de transición de la luz a la oscuridad, que disminuye el contraste visual entre los objetos. En la luz brillante del día, se da un fuerte contraste entre la luz y la oscuridad. Incluso durante la noche se da un contraste entre lo que es brillante y lo que es oscuro, como la luz del semáforo que contrasta con el fondo oscuro de la noche. Pero cuando el crepúsculo se instala, se reduce el contraste en todo. Las distancias son difíciles de calcular, los colores se desvanecen, el blanco y el negro se tornan en gris, y es difícil ver detallada y claramente. Este estado es el que se ha instalado en la condición espiritual del hombre de hoy, quien no puede distinguir entre lo que es correcto e incorrecto. El contraste de esta distinción se ha desvanecido. No es de extrañar que Jesús haya dicho, «unge tus ojos con colirio, para que veas» (Apocalipsis 3:18).
Sin embargo Dios aun tiene un pueblo sobre la tierra, que estará sólo por un poco más de tiempo, y que no ha permitido que sus ojos hayan sido enturbiados. Es su novia, que aun desconcertada por el cambio en las actitudes de la sociedad, ha mantenido su visión y su enfoque en el camino recto y estrecho, sin desdibujar lo que es un verdadero hijo de Dios. Nuestra dirección es clara, puesto que sabemos que mayor es el que está en nosotros, que el que está en el mundo (1. Juan 4:4).
Babilonia tiene sus raíces en el Génesis, el libro de los orígenes, siendo una de las primeras sociedades de la humanidad. Continúa su camino a través de los siglos y se encuentra en el libro del Apocalipsis, en la desaparición de las sociedades humanas. Babilonia fue fundada por un hombre llamado Nimrod (Génesis 10). En la Biblia, Babilonia es mucho más que una ciudad ¡Es un espíritu! Es el espíritu de Nimrod. Se trata de una rebelión. Es una rebelión contra todo lo que es bueno, contra Dios mismo. Es la búsqueda de la gloria propia, un egocentrismo que busca solo lo individual, es un espíritu de esclavitud. El espíritu de Babilonia es una pasión que afecta a otros con las mismas prácticas corruptas y pensamientos que han afectado al propio ego. No se contenta con corromper a uno solo, pues dicho espíritu se propone seducir y esclavizar a otros que voluntariamente decidan someterse a su incitación.
Se inició con Satanás, el progenitor del pecado. Isaías describe cómo Lucifer deseó ser igual a Dios. “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Isaías 14:12-14). El principal deseo de Satanás (Lucifer) fue el de elevarse hasta ser semejante al Altísimo. Dicha rebelión lo llevó a ser expulsado del cielo. Pero Lucifer no estuvo satisfecho de rebelarse él solo. Así, condujo a la rebelión a un tercio de los ángeles del cielo, y por eso ellos también fueron echados del cielo. Una vez que aquellos ángeles se convirtieron en demonios, y que ellos estuvieron obligados a hacer la invitación a lo malo, su esclavitud comenzó.
Cuando Dios creó a Adán y a Eva, los puso en un perfecto paraíso, el jardín del Edén. La tentación de Eva por parte de la Serpiente, fue que ella podría ser como Dios (Génesis 3:5). Este fue el mismo espíritu que causó la rebelión en el cielo, y ahora también ocasionaba que la humanidad se rebelara contra el Dios Santo. Por la caída de Adán y Eva, el hombre fue expulsado de aquel jardín y ahora está vinculado con el pecado y la corrupción. La esclavitud continúa.
Pasado el tiempo vino Nimrod. Si algún ser humano en la historia resume la voluntad de Lucifer, este es Nimrod. Génesis 10:9 dice que “Este fue vigoroso cazador delante de Jehová; por lo cual se dice: Así como Nimrod, vigoroso cazador delante de Jehová”. ¿Por qué tomó el Señor advertencia especial sobre este poderoso cazador? ¿Sería porque Nimrod cazó y mató a muchos animales? No. La palabra “vigoroso”, en Génesis 10:8-9, puede ser traducida del hebreo como “tirano”. Además, tenga en cuenta algunos de los significados que el Diccionario Hebreo-Griego de Strong da en relación con la palabra “ante”, como en el caso “delante del Señor”. Strong dice del hebreo paním: “cara (como la parte que da vuelta); usado en una gran variedad de aplicaciones (literalmente y figurativamente); también… como preposición (ante, etc.):-…en contra… resistir… enfrentar… enojo… filo… ira… negar… batallar… impudente… pernicioso…”. Esto parece indicar que Nimrod era algo más que un hábil cazador de animales. Por el contrario, lo muestra abiertamente obstinado contra el mismo Dios. Él emprendió una batalla contra Dios por la fidelidad de los hombres. Él estuvo descaradamente en contra de Dios. Él estuvo rebeldemente en contra de Dios, teniendo la misma ambición de poder que tuvo Lucifer durante su intento del golpe de poder celestial. El espíritu de esclavitud ya había encontrado un vehículo humano – ¡Nimrod! Este no sólo cazó animales, sino que también cazó a las almas de los hombres. Él cazó y esclavizó a sus almas para que siguieran sus perniciosos caminos. No es de extrañar que Pedro predicara, “Sed salvos de esta perversa generación” (Hechos 2:40).
Nimrod quería construir una torre para llegar al cielo. Génesis 11:4 dice: “Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra”. Aquí vemos un esfuerzo unificado de los pueblos del mundo hacia un sólo propósito. Este propósito fue su problema. Ellos quisieron hacerse un nombre para sí mismos y quisieron tomar por asalto las puertas del cielo. Sus intenciones fueron promovidas por el mismo espíritu que expuso Satanás antes de ser expulsado del cielo, y que también expuso en el Jardín del Edén con Eva. Su deseo fue usurpar la autoridad de Dios. La ciudad fue llamada Babel, que en hebreo significa “confusión”. Los babilonios prefirieron utilizar un sentido que era más aceptable para ellos, como significando “puerta de Dios”. “Babel” es la forma hebrea, y “Babilonia” es la forma griega. Su plan fue frustrado cuando Dios confundió sus lenguas. Pero, Satanás, a través de Nimrod, continuó esta insidiosa esclavización de la humanidad para hacer batalla contra Dios. Al igual que Satanás tuvo ángeles, Nimrod tuvo hombres.
Pasemos a través de los siglos hasta los últimos días. El mal, el espíritu seductor de Nimrod y Babilonia sigue su curso el día de hoy. Al mirar en 2 Tesalonicenses 2:3-4, vemos a otro individuo. Este es llamado el “hombre de pecado”, el “hijo de perdición” y el “Anticristo”. Este hombre es el arquetipo de la rebelión. El cual se opone y se levanta contra Dios, exponiendo la actitud de Lucifer y de Nimrod. Su osadía descarada lo llevará a sentarse en el templo “haciéndose pasar por Dios” (2 Tesalonicenses. 2:4). Cautivará a otros en sus malos caminos, y de acuerdo con Apocalipsis 13, hará que todos lo adoren, exigiéndoles tener la marca de la bestia, “seis, seis, seis”. La esclavitud continuará.
Este mismo espíritu de engaño se encuentra en la Iglesia Ramera de Apocalipsis 17. Allí la encontramos ebria de la sangre de los santos y de los profetas. El Anticristo caminará sobre Babilonia durante el gran día del Armagedón. Hay tres divisiones de Babilonia: (1) La Babilonia eclesiástica o religiosa (espiritual), (2) la Babilonia política o gubernamental; y (3) la Babilonia económica y comercial. A través de la historia, estas tres representaciones de Babilonia han formado su fea cabeza y manifestado el espíritu de seducción y de engaño, han denigrado de Dios y de su iglesia, han estado en contra de los mandamientos y consejos bíblicos, y han intentado poner el humanismo en el trono del Dios Todopoderoso donde sólo Él debe reinar. Tienen en efecto construida una torre de Babel, religiosa, política y económicamente, y han bombardeado la puerta del cielo, buscando la entrada para derrocar al Creador Omnipotente. Han depositado más estima en la creación, en lugar de Aquel que los creó. En efecto, ellos han dicho como su predecesor Lucifer, “Yo seré semejante al Altísimo”. Por otra parte, han tratado de esclavizar a todos seduciéndolos para que les sigan, cazando y atrapando sus almas con compromisos religiosos, políticos y económicos que les hacen perder su honestidad y los hacen caer en trampas abrumadoras. La esclavitud continúa – pero no por mucho tiempo.
La influencia de Babilonia es tan poderosa, que Apocalipsis 17:18 nos dice, “Y la mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra”.
Sin embargo, Dios tendrá la última palabra, y la victoria definitiva. Apocalipsis 18:11-13 muestra la desaparición de esa gran Babilonia que mercadeaba con las almas de los hombres. “Y los mercaderes de la tierra lloran y hacen lamentación sobre ella, porque ninguno compra más sus mercaderías; mercadería de oro, de plata, de piedras preciosas, de perlas, de lino fino, de púrpura, de seda, de escarlata, de toda madera olorosa, de todo objeto de marfil, de todo objeto de madera preciosa, de cobre, de hierro y de mármol; y canela, especias aromáticas, incienso, mirra, olíbano, vino, aceite, flor de harina, trigo, bestias, ovejas, caballos y carros, y esclavos, almas de hombres”.
Gálatas 6:7 proclama, “no os engañéis, Dios no puede ser burlado…” La sentencia sobre Babilonia se cumplirá. Apocalipsis 18:2 dice, “Ha caído, ha caído la gran Babilonia”. Ella no podrá levantarse de nuevo. Apocalipsis 18:14 dice, “…y nunca más la hallarás”.
Muchos de los que gozan de los beneficios de su influencia harán lamento por su destrucción. “Porque en una hora han sido consumidas tantas riquezas. Y todo piloto, y todos los que viajan en naves, y marineros, y todos los que trabajan en el mar, se pararon lejos; y viendo el humo de su incendio, dieron voces, diciendo: ¿Qué ciudad era semejante a esta gran ciudad? Y echaron polvo sobre sus cabezas, y dieron voces, llorando y lamentando, diciendo: !Ay, ay de la gran ciudad, en la cual todos los que tenían naves en el mar se habían enriquecido de sus riquezas; pues en una hora ha sido desolada!” (Apocalipsis 18:17-19).
Sin embargo, los santos se regocijarán, porque la victoria final pertenece a Dios. Apocalipsis 18:20-21 dice, “Alégrate sobre ella, cielo, y vosotros, santos, apóstoles y profetas; porque Dios os ha hecho justicia en ella. Y un ángel poderoso tomó una piedra, como una gran piedra de molino, y la arrojó en el mar, diciendo: Con el mismo ímpetu será derribada Babilonia, la gran ciudad, y nunca más será hallada”.