Por Jorge Enrique López Mera 

 

"Oísteis que fue dicho: no cometerás adulterio. Pero yo os digo: que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. (Mateo 5:27-28)

La ley prohibía el acto del adulterio, y lo natural es que se obedecía externamente. Pero la mente no deja de producir laberintos de impurezas. Entonces Jesús nos recuerda que no debemos abstenernos solo del contacto físico, sino también de conservar la pureza espiritual. Examinando estos textos, observo que además Jesús prohíbe el deseo carnal que no tiene control ¿Por qué digo esto? Porque sencillamente el pecado empieza en la mente. Es como un fuego que devora, que consume, que calcina, que aniquila, que no se detiene; Es como agregar gasolina, nos incendia, nos destruye. Codiciar a una mujer en la mente según Dios, es equivalente a poseerla físicamente.

El libro de Proverbios 6:27, dice: “¿Tomará el hombre fuego en su seno, sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre brazas sin que sus pies se quemen? Así es el que se allega a la mujer de su prójimo; No quedará impune ninguno que la tocare”. Al decir: No quedará impune, quiere decir que no será asegurado, guardado, protegido, sino contaminado, flagelado, destruido.

La carta a los Efesios 4:27 dice: “No deis lugar al diablo”. Cuando le damos lugar al diablo, le abrimos un espacio en nuestra mente, y entre más espacio le demos, cada vez más se apoderará de más, hasta que se adueña de todo y nos destruye. No olvidemos que el diablo se manifiesta de mil formas; es como un ángel de luz experto en disfraces. 

Entonces la pregunta es: ¿Debo pecar porque me toca pecar? ¡No! El hombre peca porque quiere pecar. Porque Dios nos ha dado el dominio propio. No hemos recibido espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. En el libro de Génesis 4:7, Dios le dijo a Caín: “Si bien hiciereis ¿no serás enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será tu deseo, y tú te enseñorearás de él”. En otras palabras: Dios nos dio la capacidad de enfrentar el pecado, de resistirlo, de enseñorearnos de él, para que él no se enseñoree de nosotros. Deuteronomio 30: 19

En el libro de los proverbios 22:14, dice: “Fosa profunda es la boca de la mujer extraña; aquel contra quien Jehová estuviese airado caerá en ella” ¿Cuál es la extraña? La otra. La que Dios no te ha dado. Es aquella con la que traicionamos a nuestra verdadera esposa; rompiendo, pisoteando, esa hermosa promesa que hicimos delante de Dios y de ella. Es aquella con la que el diablo engaña al hombre. Agrega la palabra del Señor lo siguiente: La boca de la mujer ajena, es una fosa profunda. 

Para interpretar mejor esto de la boca de la mujer, trasladémonos al libro de Proverbios 6:23, el cual dice lo siguiente: “Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, y camino de vida las reprensiones que te instruyen, para que te guarden de la mala mujer [Si interpreto bien; Dios no solo llama "mala mujer" a las rameras (prostitutas), sino también a toda mujer que por medio de sus engaños destruye a un hombre, una familia, un hogar], de la blandura de la lengua de la mujer extraña”. Las palabras de la mujer que codicia a un hombre, no son más que ataduras, cadenas, trampas, redes, etc. Son palabras “hermosas”, “deliciosas”, pero detrás de ellas está el veneno de la muerte. El que no se cuida de ellas, morirá casi instantáneamente.

Si desconfía de lo que enseño; sólo piense en Sansón en el caso de Dalila, a David en el caso de Betsabé, y a Salomón en el caso de las mujeres extranjeras que no solo lo hicieron pecar sexualmente, sino que lo arrastraron a la idolatría, y en sus últimos días construyó templos para los dioses de los impíos ¡Cuán difícil es escapar de ellas! Cuando el hombre ingenuamente abre sus oídos menospreciando la enseñanza de la palabra de Dios, quedará en ellas preso.

Pero hablando de la boca de la mujer ajena; la Biblia dice además: que la boca y los labios de la mujer ajena, son una fosa profunda. Hice un análisis acerca de la palabra fosa, y vi que también traduce: “sima”, pero con “ese” (s). Cima con “c” significa gloria, éxito, triunfo, estatura, cumbre, cúspide etc.; pero con “s” significa: precipicio, abismo, sepulcro, etc. Es decir: que la boca de la mujer extraña es un abismo, una sepultura de la que no hay retorno. El que cae allí, difícilmente se volverá a levantar.

Cuando el rico de la parábola de Lucas 16:24 llegó a la eternidad, solicitó que Lázaro fuera en su ayuda, porque estaba atormentado en el fuego de la separación de Dios. Pero se le respondió lo siguiente: “Además de todo esto [lo que le acababa de decir en los vs. 24 y 25], una gran sima (con “s”) está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá”. ¡Cómo será de profundo ese abismo, esa sima, ese precipicio, ese sepulcro! Así, es pues, la boca de la mujer ajena.

Pero hay algo más. La palabra del Señor afirma diciendo: “Aquel contra quien Jehová estuviese airado, caerá en ella”. Note el amable lector, que no dice disgustado sino airado. Esto quiere decir, que ya Dios se cansó de esperar que esa persona tomara una decisión diferente, consistente en una actitud de arrepentimiento, de marcha atrás. Pero al no hacerlo, Dios lo deja que se hunda en su maldad, que caiga en ese abismo, en esa fosa profunda, en ese precipicio abismal del que no hay retorno, el cual es la mujer extraña, la mujer ajena.

Para analizar el término “airado”, podemos ver el Salmo 7:11, el cual dice: “Dios es Juez justo, y Dios está airado todos los días contra el impío” [incrédulo, escéptico, pagano, ateo e indiferente]. Dios es justo, pero la maldad premeditada le causa un dolor tan profundo, que desata su ira, porque esa maldad humana es la violación de su santo mandamiento, de su Santa Palabra sobre la cual Él nos ha rogado que la tengamos en mucha estima. 

Cuando una persona, sea inconversa o creyente, cae en las garras del diablo a través del adulterio con la mujer extraña, es un indicativo de que hacía mucho tiempo venía fraguando su pecado sin ningún arrepentimiento, sin ningún dolor. Hacía mucho tiempo lo estaba deseando sin detenerse a meditar en la tragedia que ello conlleva. Sin ningún temor no erradico ese mal deseo, no corrigió a tiempo esa falencia. Uno no cae de la noche a la mañana. El que abre hoyo, caerá en él. Y otro indicativo es que Dios ya estaba cansado de esperarlo.

Finalmente, hallo otro texto que se encuentra en Eclesiastés 7:26. “Y he hallado más amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón es lazos y redes, y sus manos ligaduras. El que agrada a Dios, escapara de ella; mas el pecador quedará en ella preso”.

¿Habrá algo más amargo que la muerte? Claro que sí. La muerte debe ser algo muy amargo, en el sentido de la ausencia. Pero más amargo que la muerte, es la mujer cuyo corazón es lazos y redes. Lazos para atar, amarrar, ahorcar, destruir. Y redes para ahogar, sofocar, asfixiar, etc. ¡Cuántas mujeres hay así en este mundo! ¡Intensas! ¡Que no descansan hasta que no arruinan el alma del varón! ¡Hasta que destruyen los hogares, las familias, los vínculos amorosos, los matrimonios felices! ¡Mujeres que no duermen hasta que no roban al varón su gracia, su dignidad, su valentía y lo convierten en un guiñapo! Eso testifica la Escritura cuando dice: “Porque a causa de la mujer ramera el hombre es reducido a un bocado de pan, y la mujer caza la preciosa alma del varón”. Proverbios 6:26.

Para el varón, la mujer ajena es una trampa; su corazón es más amargo que la muerte, su dulzura es una red, y sus caricias unan tumba. Al decir que lo caza, está dando a entender que lo mata, lo asesina, lo sepulta, lo destruye, etc.

El que agrada a Dios escapará de ella; mas el pecador quedará en ella preso. El hombre que es justo, santo, temeroso de Dios, recto; en otras palabras el que agrada a Dios, escapará de ella. Es decir, Dios mismo lo librará de ella. Pero el rebelde, el obstinado, el incrédulo, el ateo, el inconverso, el infiel tanto a Dios como a su esposa, quedará en ella preso. Mejor dicho, ella lo condena a la separación de Dios, convirtiéndose para él en un calabozo, en una prisión, en una cárcel, en una condena a cadena perpetua.

La mujer ajena o extraña, es como la boa, que con su aliento hipnotiza, anestesia, aletarga, soporiza y paraliza a su víctima, hasta que termina en las fauces de ella destrozado. 

Finalmente, el amoroso Dios nos da una linda recomendación consignada en su preciosa Palabra para todos los matrimonios de hoy: “Bebe el agua de tu misma cisterna y los raudales de tu propio pozo”. Esto quiere decir que debemos alegrarnos con nuestra propia agua (la mujer que Dios nos dio). ¿Por qué hemos de regar o malgastar nuestras energías por fuera de nuestra casa? En otras palabras, comparte tu vida sexual solo con tu esposa, busca su propia satisfacción. No derroches tus energías con otras mujeres, arriesgándote a perder tu vida con enfermedades inmundas. Más bien, aprende a valorar a tu esposa, a amarla, a respetarla, a admirarla.

“Sea bendito tu manantial y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa gacela, sus caricias te satisfagan en todo tiempo”. Proverbios 5:15-19.

¡Cuánto dolor produce el adulterio, por causa de la infidelidad de uno de los padres! ¡Cómo lloran los hijos al ver a sus padres separados! ¡Cuánto sufrimiento, cuánta soledad y tristeza, para aquella mujer que fue traicionada, que fue burlada, que fue menospreciada! ¡Cuántas penas para aquella mujer que le entregó a un hombre su juventud, su dignidad, su entereza, su vigor; y de la noche a la mañana queda en la calle, en un abismo de sombras, desubicada, sin saber qué camino tomar, sin saber a dónde ir! 

¡Cuántos hombres perdieron la estatura que Dios les dio, su grandeza, su ministerio, sus hogares, su honra, su credibilidad, su prestigio! ¡La mujer ramera los destruyó! ¡Por un momento de placer, hallaron una eternidad de dolor! 

Es mi oración de cada día, que el Señor en su infinita gracia, nos guarde de la mujer extraña o ajena, y a ellas del hombre ajeno. Bendiciones para todos.

 

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