Por Julio César Clavijo Sierra

 

Una de las declaraciones más contundentes de nuestro Señor Jesucristo en lo que respecta a la obediencia práctica del principal mandamiento de la fe cristiana (Marcos 12:28-34), es:

"Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que YO SOY, en vuestros pecados moriréis" (Juan 8:24).
 
Jesús mismo, quien es el Salvador del mundo, afirmó que si alguien desea ser salvo, es necesario que empiece por creer que Jesús es YO SOY EL QUE SOY (Éxodo 3:14), el mismo Padre manifestado en carne (Isaías 9:6). Nadie puede reclamar la salvación si primero no acepta esa verdad de la Escritura. Esta es la declaración clara, precisa y firme de Jesús, y nosotros no debemos pensar más allá de lo que está Escrito, especulando sobre otras formas de ser salvos y prometiendo la salvación a quiénes sabemos que todavía no han aceptado esa verdad. Tampoco debemos promover la falsa doctrina del ecumenismo, de que da lo mismo creer que Jesús sea el YO SOY o que sea una segunda persona divina y distinta en una deidad compuesta, porque eso confunde a nuestra alma y hace que pongamos en peligro la salvación de las demás personas que sabemos que no han aceptado esa verdad (aun cuando tengan algún conocimiento bíblico). Incluso puede poner en peligro nuestra propia salvación y la de otros hermanos en Cristo, que podrían confundirse con la misma idea ecuménica, llevándolos incluso a negar la importancia de sujetarse al principal mandamiento.
 
Alguien dirá: ¡pero ustedes son arrogantes y faltos de amor al decir eso! ¡ustedes están condenando y mandando a gente (binitaria, trinitaria, unitaria, etc.) al infierno por no creer en la Unicidad de Dios! ¡Ustedes están perdiendo el tiempo discutiendo doctrina! ¡Ustedes no se han dado cuenta de que el ecumenismo es lo que traerá un verdadero avivamiento a la Iglesia! ¡Ustedes deben dejar de predicar la obediencia al primer mandamiento con la declaración de que Dios mismo fue manifestado en carne!
 
No, en realidad no somos faltos de amor, ni tampoco condenamos a nadie. Sólo predicamos la verdad, porque ese es el único camino seguro a la salvación (Juan 8:32). La Palabra de Jesús es la que juzga (Juan 6:63, 8:31). Cómo dijo el Señor: "El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero" (Juan 12:48).
 
Si hacemos una contextualización de Juan capítulo 8, vemos que Jesús declaró que Él es el Dios único, el mismo Padre, al decir:
 
"YO SOY la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Juan 8:12).

Nadie sino Dios el Padre, puede reclamar ser la luz del mundo (Santiago 1:17). Dios es luz y no hay ningunas tinieblas en Él (1. Juan 1:5). Tú eres mi lámpara, oh Jehová; Mi Dios alumbrará mis tinieblas (2. Samuel 22:29).
 
Los judíos que hablaban con Jesús, le preguntaron por el Padre.
 
"Ellos le dijeron: ¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais" (Juan 8:19).

Con esa declaración, el Señor Jesús estaba declarando que Él es el mismo Padre manifestado en carne, que Él es la imagen del Dios invisible (Juan 1:18, Colosenses 1:15), por eso más adelante dijo:
 
"Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que YO SOY, en vuestros pecados moriréis" (Juan 8:23-24)
 
Aquí declara que Él es de arriba (o sea que Él es el Dios Altísimo). Declara que Él no es de este mundo (porque es Dios), y declara que es el YO SOY, el único Dios en el que hay que creer para ser salvos: “Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve” (Isaías 43:11).

"Entonces le dijeron: ¿Tú quién eres? Jesús les dijo: Lo que desde el principio os he dicho. Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros; pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído de Él, esto hablo al mundo. Pero no entendieron que les hablaba del Padre" (Juan 8:25-27).
 
Cómo podemos apreciar, los judíos le preguntaron tú quien eres. Jesús les dijo que Él era lo que desde el principio les había dicho, es decir, la Luz del Mundo, el Altísimo, el Yo Soy, pero los judíos hasta ese momento no entendieron que les hablaba del Padre.
 
Así como los hijos participaron de carne y sagre, El Padre también participó de lo mismo (Hebreos 2:14). Para esto engendró en la virgen María a un ser humano (el Hijo, el varón perfecto), a quién envió al mundo y por medio del cual se manifestó a la humanidad (1. Timoteo 3:16). Por eso Jesús es Emanuel, Dios con nosotros (Mateo 1:23). El Hijo se refiere a la humanidad de Jesús que nació de María (Gálatas 4:4). Así el Padre habita en el Hijo (Juan 14:9), y Jesús es Dios y hombre, Padre e Hijo, El Yo Soy manifestado como un hombre.
 
Un poco más adelante les dijo:
 
"El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios" (Juan 8:47).
 
Por eso cuando Jesús como Dios declaró su relación con Abraham
 
"Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?" (Juan 8:57).
Pero el Señor en concordancia con lo que venía diciendo,
 
"les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, YO SOY" (Juan 8:58).

Esta declaración es contundente de su Divinidad, de su declaración como el mismo Dios Padre. Jesús declara que Él existe desde antes de que Abraham llegase a existir, pero Él aclara que Él no es un ángel o un ser celestial creado antes que el hombre y diferente a Dios. Noten que Él no dijo "Antes de que Abraham fuese yo era" (que sería lo correcto si en verdad fuera un ser creado anterior a Abraham), sino que dijo: YO SOY, declarando que Él es el AUTOEXISTENTE, el ÚNICO QUE TIENE VIDA EN SI MISMO, y que da vida a los demás; el Dios que habló con Moisés en el monte Horeb cuando la zarza ardía y no se consumía (Éxodo 3).
 
Entonces aquellos judíos ahora sí entendieron claramente la reclamación de Jesús de ser el Padre, el Yo Soy, pero asumiendo erróneamente que mentía y que había blasfemado
 
"Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue" (Juan 8:59).
 
Satanás ha levantado algunos argumentos para tratar de que la gente no pueda llegar a conocer esta verdad fundamental para la salvación, intentando esconder que Jesús es el mismo Padre, el Yo Soy. Él sabe que si la gente se conforma con las invenciones humanas de Jesús como un segundón en una divinidad compuesta, de Jesús como un ser creado o un ser diferente a Dios, entonces morirán en sus pecados.
 
Por ejemplo, dado que la expresión "yo soy" significa un reclamo de identidad o la proclamación de una característica propia de la personalidad, entonces se ha reclamado fraudulentamente que cuando Jesús dijo "Yo Soy", que eso no significaba que Él es Dios el Padre.
 
Por ejemplo se ha argumentado que si por ejemplo yo estuviera en una sala donde hay mucha gente, y alguien llamara y preguntara ¿Quién es Julio César Clavijo Sierra? y yo respondiera "Yo soy", que eso no indica que yo sea Dios, sino simplemente que yo soy Julio César Clavijo Sierra; y que por esa razón, cuando Jesús dijo "Yo Soy", que eso no quería decir que Él fuera Dios el Padre. Lo mismo para cuando alguien dice por ejemplo: "Yo soy una persona alegre, o una persona así o así". Sin embargo, ese análisis es deficiente, porque no es igual a lo que ocurre en Juan 8. Yo nunca podría decir con verdad que yo soy La Luz del Mundo, que yo soy La Verdad, que yo soy el Altísimo, ni mucho menos podría decir: "Antes que Abraham fuese YO SOY" o que yo soy el Dios Autoexistente. Por tanto ese argumento no resiste la evidencia bíblica.
 
Si deseamos ser salvos, entonces debemos creer a la declaración de Jesucristo:
 

"Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que YO SOY, en vuestros pecados moriréis" (Juan 8:24).

 
Ver También:
 

– Video: Isaías 9:6 – Unicidad de Dios 
– Isaías 9:6 Nos Enseña que Jesús es Dios el Padre
– Patripasianismo y la Muerte de Dios
– La Doble Naturaleza de Cristo. Evitando los Talones de Aquiles del Trinitarismo, el Monarquianismo Modalista y el Nestorianismo: El Reconocimiento y el Entendimiento Adecuado de la Distinción entre el Padre y el Hijo

 

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