Por Julio César Clavijo Sierra

Extracto tomado del libro: Un dios Falso Llamado Trinidad, págs. 427-432

¿CONVERSACIONES ENTRE “PERSONAS DIVINAS”?



Usualmente se escucha decir a los trinitarios que las conversaciones entre el Padre y el Hijo que “se muestran” en el Nuevo Testamento son una prueba absoluta de la “santísima trinidad”. El asunto es que esas conversaciones no aparecen en la Escritura y solo existen en la mente de los trinitarios debido a la programación previa y extrabíblica con que los ha manipulado dicho dogma. Tal como lo manifestamos en el Capitulo 12. (Pasajes Controversiales del Antiguo Testamento), “la proclamación de tres personas divinas llamando a consejo, consultando, y conviniendo entre sí, es una enseñanza netamente politeísta que en nada se diferencia de la mitología”. En ninguna parte del Nuevo Testamento (ni del Antiguo Testamento) se muestra el caso de un verdadero diálogo entre “personas divinas”. Una enciclopedia define “diálogo” de la siguiente manera:



“Dialogo. (Del lat. dialŏgus,) m. Plática entre dos o mas personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos” [1] 



Note usted que la Escritura nunca presenta verdaderos diálogos entre el Padre y el Hijo, tal como usted y yo hablaríamos el uno al otro. Nunca se ve una conversación que se desarrolle progresivamente entre las interlocuciones de dos intervinientes. Nunca se ve que la Biblia mencione algo como que el Padre dijo y el Hijo contestó, etc. Además, si el Espíritu Santo fuera una “tercera persona” ¿Cómo es que nunca lo vemos hablando?



La Escritura solo registra dos casos en los que se escuchó una voz que dijo “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. Esto ocurrió durante el bautismo de Jesús (Mateo 3:17, Marcos 1:11, Lucas 3:22) y durante su transfiguración (Mateo 17:5, Marcos 9: 7, Lucas 9:35, 2. Pedro 1:17-18). Estas declaraciones corresponden al testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo (1. Juan 5:9) y no a conversaciones inexistentes. El Espíritu Divino dio testimonio de que el ser humano que estaba presente no era un ser humano cualquiera, sino que era el Hijo de Dios, el Cristo, el siervo sufriente, o Dios mismo manifestado en carne, a fin de que se cumpliera la profecía de Isaías de que Dios se agradaría en su siervo (Isaías 42:1, Mateo 12:17-18). Es evidente que los términos Hijo y siervo, hacen referencia a la humanidad de Jesús, pues Dios se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres (Filipenses 2:7). (Para mayor Información vea el Capitulo 11. La Diestra de Dios, especialmente la sección: “El Mesías es el Siervo Sufriente”).



Lamentablemente la “teología” trinitaria ha programado a sus seguidores para que crean que el Hijo es una “segunda persona eterna” a la cual el Padre le hablaba desde toda la eternidad, y llegaron a esa conclusión después de ver que el Padre dio testimonio de que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. De esa manera, esa “teología” ha evitado que las personas entiendan que se trata de la Deidad dando testimonio de su manifestación en carne, pues la humanidad no fue tomada sino hasta cuando se dio la encarnación.



La Escritura solo registra un caso, en el que aparentemente se da una conversación entre el Padre y el Hijo.



“Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado y lo glorificaré otra vez. Y la multitud que estaba allí, y había oído la voz, decía que había sido un trueno. Otros decían: un ángel le ha hablado. Respondió Jesús y dijo: No ha venido esta voz por causa mía, sino por causa de vosotros.” (Juan 12:28-30).



No obstante, vemos que Jesús dijo que la voz no vino por causa de él sino por causa del auditorio presente. Por esta razón, esta Escritura jamás presenta algún dialogo. La voz que vino del cielo fue una forma de demostrar a los discípulos una verdad para construir su fe. Jesús desde su humanidad hizo una súplica tal como cualquiera de nosotros rogaría a Dios, y la voz vino para confirmar la fe de los discípulos en Jesucristo. Raramente Dios ha hablado al hombre en forma audible desde su Divinidad, y en algunas de esas pocas veces, eso ha ocurrido durante un momento supremamente especial en el que Dios pretende afirmar la fe de los creyentes.



LAS ORACIONES DE JESÚS



De manera similar al caso anterior, el hecho de que Jesús haya orado, nunca demuestra un diálogo entre dos “divinas personas”. Aun así, una escritora trinitaria afirma:



“La Doctrina de Solo Jesús le quita sentido a las Escrituras. La hermosa oración de Juan 17 no tiene significado si el Padre es solo Jesús.” [2]



Esta declaración simplemente pone de manifiesto la concepción errada que tienen los trinitarios acerca de Jesús. Jesús en cuanto a su Divinidad es el Padre, pero en cuanto a su humanidad es el Hijo, pues solo hay un Dios que fue manifestado en carne y su nombre es Jesús.



Jesús, que desde su humanidad es nuestro modelo absoluto y perfecto (Efesios 4:13), nos dejó el ejemplo que nosotros debemos imitar (Juan 13:14), y nos enseñó por medio de sus oraciones cómo es que nosotros tenemos que orar. Aquel que le dijo a sus discípulos “Vosotros, pues, orareis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre” (Mateo 6:9, Lucas 11:2), también oró diciendo: “Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti” (Marcos 14:36).



Orar es hablar con Dios y por eso nunca vemos al Padre haciendo una oración, porque el Padre es Dios en toda su majestad. Si asumiéramos que el Hijo es una “segunda persona divina” que oraba, nos enfrentaríamos ante una tremenda contradicción, pues prácticamente estaríamos afirmando que Dios como Dios necesita orar. Si dijéramos que la “segunda persona” solo oraba desde su humanidad, nuevamente estaríamos enfrentados ante otra contradicción, pues entonces, ¿dónde estaría la divinidad de esa “segunda persona”? ¿La “segunda persona” perdió su divinidad con su encarnación? Si es así ¿Cómo pudo seguir siendo Dios?



La Biblia enseña que la oración es algo propio de los seres humanos cuando se quieren comunicar con Dios (Salmo 65:2). El punto es que la oración al Padre es la manera en que nosotros mismos oraríamos o hablaríamos al Padre, puesto que somos humanos que dependemos de su poder. Como Hijo de Dios, la humanidad tuvo que depender realmente de la Deidad para lograr su objetivo. Esto también explica por qué la Escritura nunca dice que Jesús oró al Espíritu Santo, pues es evidente que el Padre es el Espíritu Santo.



“Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.” (Hebreos 5:7-10).



Algunos quieren ridiculizarnos diciendo que nuestra pretensión es que Jesús se oró a sí mismo, como si se tratara de un loco con doble personalidad, pero lo que vemos en la Palabra, es que su humanidad rogó a su Deidad. Nosotros no podemos hacer eso porque ninguna parte de nosotros es Divina; somos terminantemente seres humanos. Jesús en cambio, fue verdaderamente hombre y verdaderamente Dios.



Jesús oró para cumplir la profecía que dice:



“El me clamará: Mi Padre eres tú, Mi Dios, y la roca de mi salvación. Yo también le pondré por primogénito, El más excelso de los reyes de la tierra.” (Salmo 89:26-27).



La profecía mencionada anteriormente hace énfasis en la condición humana de Jesús. Las expresiones primogénito y el más excelso de los reyes de la tierra, no pueden ser satisfactoriamente entendidas a no ser que se haga énfasis en su humanidad. Es claro que el Hijo es una referencia a la humanidad de Jesús que nació de mujer y no a una “segunda persona divina y eterna”.



Desde su humanidad (como Hijo), Jesús oró; pero desde su Divinidad (como Padre) él es el Dios que contesta las oraciones. Nosotros tenemos libre entrada al Padre por la obra de Jesucristo como hombre. Luego de que Jesús hubiera afirmado que él es el Padre (Juan 14:9), un poco más adelante dijo:



“…yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.” (Juan 14:12-14).



Por eso nosotros debemos orar a Jesús nuestro Padre, tal como lo hizo Esteban (Hechos 7:59). Los trinitarios tienen grande confusión cuando oran, pues no saben a cuál de sus “tres personas” tienen que orar. Algunos dicen que oran simultáneamente a todas las tres personas, mientras que otros dicen que oran al Padre en el nombre de Jesús por el poder del Espíritu. De esa manera, demuestran que ellos no entienden que el Padre es el único Dios que existe y que el Padre fue manifestado en carne.



¿EL MONÓLOGO DE JESÚS?



Un monólogo es una obra dramática en la que habla un solo personaje, y por extensión es hablar uno consigo mismo. Debido a nuestra explicación de que Jesús es el Dios único, algunos trinitarios han dicho:



“Dos Naturalezas hablando entre ellas:

Si esto es cierto, ¿por qué la Biblia describe al Padre hablando con el Hijo en ciertos pasajes como Mat. 3:17? (ir al pasaje). Si hay una sola persona en la conversación, entonces es un monologo, no un dialogo. ¿Acaso esta la persona hablando consigo misma?

La típica respuesta que ustedes van a escuchar del modalista es que la naturaleza divina de Jesús (o el espíritu de Jesús) está hablando con la naturaleza humana de Jesús, o sea la carne. En otras palabras, las naturalezas duales de Cristo están conversando entre ellas.

¿Bastante confuso en realidad, verdad? ¿Cómo pueden dos naturalezas hablar? ¿Acaso una conversación no requiere dos personas como mínimo intercambiando palabras? ¿Cómo puede una naturaleza enviar a otra naturaleza para hacer algo?

La doctrina de las dos naturalezas de Cristo conversando entre ellas es, en realidad, un misterio más grande que el misterio de la Trinidad. Es importante señalar esto -porque ellos nos critican cuando decimos que en ultima instancia, la Trinidad, aunque claramente descrita en la Biblia por deducción, es un misterio.” [3]



El argumento del monólogo de Jesús se cae por su falta de seriedad y de conocimiento bíblico. Como ya hemos demostrado en las dos secciones anteriores, las Sagradas Escrituras nunca presentan un verdadero diálogo entre el Padre y el Hijo, sino que esos textos que lastimosamente reinterpreta la “teología” trinitaria, muestran por un lado el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo (1. Juan 5:9), revelando que el Hijo es Dios manifestado en carne (1. Juan 5:20); mientras que por otro lado, nos muestran a Jesús orando desde su humanidad, dándonos ejemplo para que sigamos sus pisadas (Juan 13:14). Si no hay verdaderas conversaciones ¿cómo puede hablarse de un monólogo?



Dicho escritor afirma que le parece ridículo que alguien diga que dos naturalezas puedan hablar entre sí, pues el concepto de naturaleza no involucra necesariamente inteligencia, y sin inteligencia no puede haber un diálogo. A los pentecostales apostólicos del nombre, también nos parece ridículo que alguien diga que dos naturalezas puedan hablarse entre sí. Nosotros más bien afirmamos que la Deidad y la humanidad se fundieron de manera inseparable en Cristo, y por eso Cristo como un humano verdadero, oró al Padre, tal como cualquiera de nosotros lo haríamos. Tampoco sostenemos que una naturaleza amó a la otra, sino que el Hijo amó al Padre como todos los seres humanos debemos amar a Dios.



Curiosamente, los trinitarios ven el argumento del monólogo como un argumento torpe, pero no se dan cuenta que precisamente ese sí es el argumento de ellos. Por ejemplo, los trinitarios dicen que sólo hay un Dios que es un solo ser, pero aún así, piensan torpemente que desde la eternidad él ha tenido monólogos eternos entre sí, cuando por ejemplo, la supuesta “primera persona” le habla a la segunda (o a la tercera) y viceversa. Así que su argumento es el de un solo ser que es Dios, hablándose a sí mismo eternamente. En caso de que insistan que su argumento no es el de monólogos eternos, entonces están demostrando claramente que su argumento es absolutamente politeísta, pues estarían hablando de tres conciencias separadas. Definitivamente la trinidad es un absurdo antibíblico. 





Notas:



[1] Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005. © 1993-2004 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos. Diálogo.

[2] Luisa Jeter de Walker. ¿Cuál Camino? Edición Ampliada y Revisada. p.202. Capítulo 11. Sólo Jesús. Editorial Vida.

[3] Pablo Santomauro. “La Pregunta Capciosa de los Modalistas: ¿A Cuántos Veremos en el Trono Cuando Lleguemos al Cielo?

http://www.iglesiatriunfante.com/recursos/showthread.php?threadid=10552

 

 

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