Por Jorge Enrique López Mera
“Oye, Israel; Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (Deuteronomio 6:4)
La doctrina de la Unicidad (Único) y de la Unidad (Uno) de Dios, está claramente expuesta en las Santas Escrituras, desde el primer versículo de la Biblia (Génesis 1: 1) hasta el último versículo de ella (Apocalipsis 22:21). La Biblia no es trinitaria, es Cristocéntrica.
El monoteísmo puro está expuesto en todas las páginas de la Escritura, sin dar lugar a ninguna duda. Los escritores bíblicos tanto del Antiguo Pacto como del Nuevo, eran monoteístas unicitarios, todos sin ninguna excepción. En las páginas gloriosas de la Biblia, no existe ninguna evidencia de tres personas en la Deidad.
Surge entonces la pregunta: ¿En dónde se originó la hipótesis trinitaria? Si examinamos la historia de la humanidad, en ella hallaremos muchas respuestas.
En la antigüedad, antes de la era apostólica, los babilonios, los asirios y los siberianos, ya tenían a su propio dios trino representado en un triángulo equilátero, con uno de sus integrantes en cada esquina, que representaba a la Trinidad. Este triángulo, también fue adoptado siglos más tarde por Roma y todas sus hijas. Los egipcios tampoco eran la excepción: ellos tenían también a su dios trinitario compuesto de tres personajes: Ra, Amon y Ptah. La religión pagana del hinduismo, no se quedaba atrás con sus tres dioses: Brama, Shiva y Visnú. El budismo, tiene la tricaya, compuesta de la realidad celestial, la realidad cósmica y la realidad eternal. Algunos sectores del budismo usan un buda con tres cabezas. El Taoísmo entronizaba a una trinidad compuesta de Jade, Lao Tzú y Ling Pao, al que denominaban las tres purezas. Observando todo esto, concluimos que la Trinidad, no se originó en la Biblia, ni en el cristianismo apostólico, sino en las creencias religiosas y filosóficas paganas ya existentes en la antigüedad, que desde Babilonia se extendieron por el mundo y de ellas tomaron sus raíces.
Surge entonces otra pregunta: ¿Cómo llegó esa hipótesis pagana a infiltrarse en el cristianismo? Al examinar el libro de los Hechos de los Apóstoles, que nos narra unos treinta y dos años de vida de la iglesia primitiva fundada por el Señor en el día de Pentecostés, no hallamos ninguna evidencia acerca de esa concepción filosófica. No existe ningún versículo que sostenga semejante horror doctrinal como es el de la Trinidad. Es necesario explicar que en la iglesia primitiva se dio el concilio de Jerusalén, pero este no fue promovido para tratar asuntos doctrinales sobre la esencia de Dios, tales como la Unidad y la Unicidad de Dios, o la esencia de Cristo, sino para aclarar lo concerniente a la Ley y el Nuevo Pacto.
Respecto a la doctrina de la Unicidad y de la Unidad de Dios, los discípulos de Jesús no tenían ninguna discrepancia, ni alejamientos colectivos ni individuales de la doctrina revelada. Todos predicaron a Jesucristo como el único y verdadero Dios. Todos bautizaron en el nombre del único Dios: Jesucristo. Todos y cada uno de ellos anunciaron la salvación en el nombre del único que puede salvar: Jesucristo (Hechos 4:12). Todos anunciaron a Jesús como el único medio de justificación. Todos, sin excepción, anunciaron que en el nombre de Jesús, Dios perdona los pecados, etc.
Además, en ninguna parte del concilio de Jerusalén, se hace mención de papas, cardenales, curas o monjas. Este concilio fue, según el testimonio de la Biblia, dirigido por los apóstoles. Esto es una clara evidencia de que no existía el catolicismo romano.
Algunos afirman que fue en el primer concilio ecuménico, el concilio de Nicea (325 d.C.), que bajo la tutoría de Constantino (emperador pagano), se originó la teoría de la trinidad. Realmente no fue allí, pues fue solo hasta casi cuatrocientos años después de Cristo, que el concilio de Constantinopla afirmó la teoría de la trinidad. Para esa época, los apóstoles ya habían muerto todos, y la tierra estaba llena del conocimiento de un solo y verdadero Dios, que se manifestó en carne como Jesucristo. Fue, pues, en el concilio de Constantinopla (381 d.C.), en el que surgió el planteamiento de que hay tres personas distintas que encierran un solo Dios verdadero; que estas personas son coiguales, coeternas y cosustanciales; y que estas tres personas son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En el Concilio de Constantinopla se negó rotundamente la Unicidad de Dios y por ende la absoluta Divinidad de Jesucristo, doctrinas que están establecidas por el Espíritu Santo en la Palabra de Dios y fueron defendidas por los apóstoles ungidos por el Espíritu Santo. En el seno del Concilio de Constantinopla, surgió por fin una idea de lo que se conoce como el trinitarismo ortodoxo, de tres personas coiguales, cosustanciales y eternas.
En la segunda mitad del siglo quinto, apareció un credo conocido como el Credo de Atanasio, que es la fuente de fe de los trinitarios, y el escrito extrabíblico con el cual los trinitarios reinterpretan a la Santa Escritura. Al igual que todas las demás sectas, los trinitarios tienen este escrito extrabíblico al cual le creen más que a la Biblia, y con el cual no pueden ver la verdad de la Escritura. Dicho credo también se conoce como “Quicumque” por sus primeras palabras en la versión latina. Se le llama de San Atanasio, no porque lo escribiera Atanasio, sino porque recoge las expresiones e ideas de Atanasio (no las de la biblia). Transcribo a continuación y literalmente dicho credo:
“EL CREDO DE SAN ATANASIO
Todo el que quiera salvarse, ante todo es menester que mantenga la fe Católica; el que no la guarde íntegra e inviolada, sin duda perecerá para siempre.
Ahora bien, la fe católica es que veneremos a un solo Dios en la Trinidad, y a la Trinidad en la unidad; sin confundir las personas ni separar las sustancias. Porque una es la persona del Padre y el Hijo y otra (también) la del Espíritu Santo; pero el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo tienen una sola divinidad, gloria igual y coeterna majestad. Cual el Padre, tal el Hijo, increado (también) el Espíritu Santo; increado el Padre, increado el Hijo, increado (también) el Espíritu Santo; inmenso el Padre, inmenso el Hijo, inmenso (también) el Espíritu Santo; eterno el Padre, eterno el Hijo, eterno (también) el Espíritu Santo.
Y, sin embargo, no son tres eternos, sino un solo eterno, como no son tres increados ni tres inmensos, sino un solo increado y un solo inmenso. Igualmente, omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente (también) el Espíritu Santo; y, sin embargo no son tres omnipotentes, sino un solo omnipotente. Así Dios es el Padre, Dios es el Hijo, Dios es (también) el Espíritu Santo; y, sin embargo, no son tres dioses, sino un solo Dios; Así, Señor es el Padre, Señor es el Hijo, Señor (también) el Espíritu Santo; y, sin embargo, no son tres Señores, sino un solo Señor; porque así como por la cristiana verdad somos compelidos a confesar como Dios y Señor a cada persona en particular; así la religión católica nos prohíbe decir tres dioses y señores. El Padre, por nadie fue hecho ni creado ni engendrado. El Hijo fue por solo el Padre, no hecho ni creado, sino engendrado. El Espíritu Santo, del Padre y del Hijo, no fue hecho ni creado, sino que procede.
Hay, consiguientemente, un solo Padre, no tres padres; un solo Hijo, no tres hijos; un solo Espíritu Santo, no tres espíritus santos; y en esta Trinidad, nada es antes ni después, nada mayor o menor, sino que las tres personas son entre sí coeternas y coiguales, de suerte que, como antes se ha dicho, en todo hay que venerar lo mismo la unidad de la Trinidad que la Trinidad en la unidad. El que quiera, pues, salvarse, así ha de sentir de la Trinidad.
Pero es necesario para la eterna salvación creer también fielmente en la encarnación de nuestro Señor Jesucristo. Es, pues, la fe recta que creemos y confesamos, que nuestro Señor Jesucristo, hijo de Dios, es Dios y hombre. Es Dios engendrado de la sustancia del Padre antes de los siglos, y es hombre nacido de la madre en el siglo: perfecto Dios, perfecto hombre, subsistente de alma racional y de carne humana; igual al Padre según la divinidad, menor que el Padre según la humanidad. Mas aun cuando sea Dios y hombre, no son dos, sino un solo Cristo, y uno solo no por la conversión de la divinidad en la carne, sino por la asunción de la humanidad en Dios; uno absolutamente, no por confusión de la sustancia, sino por la unidad de la persona. Porque a la manera que el alma racional y la carne es un solo hombre; así Dios y el hombre son un solo Cristo. El cual padeció por nuestra salvación, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos, está sentado a la adiestra de Dios Padre omnipotente, desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos, y a su venida todos los hombres han de resucitar con sus cuerpos y dar cuenta de sus propios actos, y los que obraron bien, irán a la vida eterna; los que mal, al fuego eterno.
Esta es la fe católica y el que no la creyere fiel y firmemente no podrá salvarse."
Como usted podrá observar amable lector, esta enseñanza pagana de las tres personas, genera inmediatamente controversia, confusión, perplejidad, desconcierto y desconfianza. El llamado “Credo de los apóstoles” y el "Credo de Atanasio”, no fueron escritos por los apóstoles de Cristo, porque ellos habían ya muerto muchísimos años atrás. Estos credos sencillamente fueron otro de los engendros del catolicismo romano.
Esta concepción emanada del concilio de Constantinopla, es claramente trinitaria, y además es antibíblica, pues no representa la verdad contenida en las Santas Escrituras, sino el reflejo de pensamientos aislados, que distan “años luz” de la revelación de la verdadera doctrina de los apóstoles y de la verdadera identidad de Jesucristo. La teoría de un dios en tres personas, no tiene raíces en las Escrituras inspiradas por el Espíritu Santo, sino en el politeísmo, en la religión pagana y en la filosofía pagana.
Por otro lado, la terminología usada en el trinitarismo es anticristiana y antibiblica, pues las palabra “persona”, y peor aún la palabra “personas”, aplicadas al Dios único y verdadero, son completamente incongruentes y ajenas a la Deidad, porque Dios es Espíritu. Cuando se habla de una persona, está implícita la existencia de un ser humano, restringida a un cuerpo humano, sea hombre o mujer, con todas sus falencias, debilidades, pecados y fracasos. Además, en la Biblia no existe ningún uso de la palabra “personas”, en el sentido que le dan los trinitarios, es decir como el de tres "centros de conciencia" en la esencia del único Dios. Por otro lado, la palabra trinidad no existe en el léxico bíblico. En la Biblia aparecen relacionadas con Dios las palabras: Misterio de la Piedad (1. Timoteo 3:16), Deidad (Colosenses 2:9) Divinidad (Hechos 17:29), Unidad (Deuteronomio 6:4, Marcos 12:29, Romanos 3:30, Gálatas 3:20, Santiago 2:19) y Unicidad (Salmo 72:18, 136:4, Juan 5:44, 1. Timoteo 1:17, 6:16, Judas 1:25), pero trinidad no existe. La teoría de la trinidad es un desvío de la verdad doctrinal contenida y revelada por el Espíritu Santo en la Biblia.
La carta a los Efesios en su capítulo 2:20, dice Textualmente: “Edificados sobre (encima de) el fundamento de apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”. Si usted desea saber cuál fue el fundamento que pusieron los profetas, lo puede hallar resumido en un solo versículo, el cual es Hechos 10:43 que dice: “De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en Él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre”. Se sobre-entiende que es el nombre de Jesús. El fundamento que pusieron los apóstoles, también está consignado en otro texto bíblico, que es el de Hechos 5:42. “Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo” ¡En ese fundamento que se llama Jesucristo, es que la Biblia ordena que debamos ser edificados! ¡No en un fundamento inexistente, como es la Trinidad!
A Israel se le entregó la revelación más gloriosa de todos los tiempos: “Oye Israel Jehová nuestro Dios; Jehová uno es”. (No tres). Y cuando Dios se manifestó como un hombre puro y perfecto en Jesucristo, no ignoró este mandamiento, sino que se lo transmitió a su iglesia, como lo vemos en Marcos 12:28-29. “Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: OYE, ISRAEL; EL SEÑOR NUESTRO DIOS, EL SEÑOR UNO ES”.
Observemos que respecto del primer mandamiento dado por el Señor a Israel, la secta católica lo adulteró, enseñando que el primer mandamiento es solamente “Amarás a Dios sobre todas las cosas”, con el propósito de ocultar la Deidad, la Unicidad y la Unidad de Jesucristo quien es el único Dios, para poder así enseñar la torcida doctrina de la Trinidad.