Por David K. Bernard

Tomado de las conclusiones del libro:

La Controversia Trinitaria en el Cuarto Siglo, págs. 57-61

 

Como un asunto de la historia, el trinitarismo ortodoxo no vino a nosotros de la Biblia o de la primitiva iglesia postapostólica. Este procede directamente de Tertuliano y Orígenes, herejes del tercer siglo, quienes introdujeron por primera vez los términos y conceptos trinitarios claves, sobre los que fue erigida su teología. Tampoco alcanzó su plenitud en el Concilio de Nicea [1]. Por el contrario, se desarrolló gradualmente a lo largo del siglo IV. Los personajes claves en este proceso, fueron Atanasio, los tres Capadocios y por último, los participantes del Concilio de Constantinopla en el 381 d.C.
Los académicos son unánimes en esta apreciación, tal como se muestra por las siguientes declaraciones del historiador de la iglesia Jaroslav Pelikan, de La Nueva Enciclopedia Católica, y de la Enciclopedia de Religión y Ética, respectivamente:
“Usted no tiene derecho a abrigar las creencias acerca de cosas tales como la Santísima Trinidad, sin el sentido de que se lo debemos a aquellos que resolvieron esto para nosotros. Para eludir a San Atanasio, en el supuesto de que yo me encontrara sólo en una habitación con el Nuevo Testamento, es ingenuo que vaya a llegar a la doctrina de la Trinidad… El dogma de la Trinidad… se elaboró durante el tercer trimestre del siglo cuatro… [La palabra clave es homoousios] que fue acuñada por herejes gnósticos, dictada por un emperador que no era bautizado, atacada por defensores ingenuos, pero con el tiempo justificada por sus oponentes ortodoxos”. [2]
“Cuando uno habla de un trinitarismo inequívoco, uno ha pasado del período de los orígenes del cristianismo, a digamos el último cuadrante del siglo IV. Fue sólo entonces cuando lo que podría llamarse el dogma trinitario definitivo de "un Dios en tres Personas" fue intensivamente asimilado dentro de la vida y pensamiento cristiano… La formulación de “un Dios en tres personas” no fue sólidamente establecido, y ciertamente no fue totalmente asimilado en la vida cristiana y su profesión fe, antes del final del siglo cuarto”. [3]
“En principio, la fe cristiana no era trinitaria en un sentido estrictamente ontológico. No fue así en la época apostólica y en la post-apostólica, como se refleja en el Nuevo Testamento y en otros escritos cristianos primitivos. Tampoco es así, inclusive en la edad de los apologistas cristianos. E incluso Tertuliano, quien estableció la terminología de la doctrina ortodoxa, sabía muy poco de la Trinidad ontológica al igual que los apologistas, siguiendo el concepto económico o relativo de la concepción Juanina y la teología paulina. Por lo tanto, Harnack sostiene y dice además, que toda la historia del dogma cristológico y trinitario desde Atanasio hasta Agustín, es la historia del desplazamiento del concepto del Logos por el de Hijo, de la sustitución de la Trinidad económica y relativa por la inmanente y absoluta… La doctrina ortodoxa en su forma desarrollada, es una Trinidad de esencia en lugar de manifestación”. [4]
Muchos creyentes de la Unicidad, tienen una visión imprecisa del Concilio de Nicea, a causa del simplista tratamiento popular de la historia y el error común de atribuir el Credo de Atanasio a este concilio. La controversia no se dio entre el trinitarismo y el modalismo, ni tampoco se dio sobre la fórmula bautismal trinitaria: Estos enfrentamientos ya se habían dado en el tercer siglo. Por otra parte, la Iglesia Católica Romana no organizó el concilio, ya que esta aún no se había desarrollado teológica o eclesiásticamente.
 
 
En el momento, Nicea fue una victoria para la deidad de Cristo; no se trató de un rechazo claro de la Unicidad. Algunos participantes pudieron haber sido esencialmente de la Unicidad en su forma de pensar, y la mayoría no eran trinitarios en el sentido ortodoxo moderno. Algunos partidarios del bando ganador eran modalistas o fueron acusados de ser modalistas. Muchos de los opositores de Nicea, así como algunos seguidores, interpretaron la fórmula original de Nicea de un modo modalista. Asimismo, los modalistas continuaron con la enseñanza de sus puntos de vista y bautizando a los convertidos cuando el trinitarismo triunfó finalmente en el Concilio de Constantinopla.
Cuando los herederos teológicos de Nicea finalmente se distanciaron del modalismo, ellos lo tuvieron que hacer a expensas de la corrupción de su doctrina con subordinacionismo y triteismo, a pesar de sus negaciones. Y los problemas siguen aquejando al trinitarismo actualmente.
Muchos factores contribuyeron para la eventual victoria del trinitarismo a finales del siglo IV. La maniobra política, tanto en el Estado como en la Iglesia, fue un factor crucial. Teológicamente, lo esencial es esto: considerando el contexto filosófico, religioso y político, y habida cuenta de la percepción de alternativas, el trinitarismo les pareció la mejor manera de defender lo que los cristianos siempre creyeron – la deidad de Jesús.
¿Pero qué habría ocurrido si la mayoría de la cristiandad de aquel entonces no hubiera perdido la experiencia de arrepentimiento y de la efusión del Espíritu? ¿Qué habría pasado si los teólogos hubieran utilizado la Escritura y no la filosofía o la tradición, como su principal marco de referencia? ¿Qué habría pasado si los obispos hubieran rechazado la fusión de la Iglesia y el Estado, y protegido de este modo a la Iglesia de la contaminación del pensamiento y estilo de vida pagano y político? ¿Qué habría pasado si los dirigentes eclesiásticos del tercer siglo no hubieran abandonado el modalismo histórico de la mayoría de los cristianos? ¿Qué habría pasado si los teólogos del cuarto siglo hubieran recibido una clara exposición del modalismo y entendido a fondo sus principios? Entonces tal vez, aquellos líderes del cuarto siglo podrían haber encontrado una manera más bíblica para defender la deidad de Cristo, en contra de la herejía arriana.
De hecho, destacados teólogos del siglo XX han llegado a esta conclusión. Claude Welch, explicó su pensamiento, como ejemplificado por John Baillie (un editor de la Librería de Clásicos Cristianos) y A. C. McGiffert:
“[Baillie] etiqueta la afirmación de la Trinidad como idea cristiana de Dios como "seriamente engañosa". Lo que es cierto, es que a partir del tercer siglo, la idea cristiana de Dios comenzó a encajar en un molde trinitario. "Este molde fue aprobado y adaptado a partir de la filosofía helenística…
[McGiffert] reconoce que los opositores del arrianismo, estaban interesados en la afirmación de la deidad de Cristo, a fin de garantizar la unión del hombre a Dios, pero creyeron que era sólo la filosofía predominantemente platónica, la que era necesaria para mantener la deidad de Cristo a través de la teoría de la pre-existencia y la doctrina del logos. "Si. . . la inmanencia de Dios, o la unidad de la naturaleza divina y humana, hubiera sido reconocida por los teólogos de Nicea, la doctrina de la Trinidad habría sido innecesaria; el interés religioso para encontrar a Dios en Cristo, podría entonces haberse conservado como lo hicieran los modalistas, sin distinguir al Hijo pre-existente de Dios el Padre”. [5]
Los creyentes de la Unicidad del día de hoy, hacen precisamente eso. Saltar más atrás de todos los siglos de la especulación filosófica, de la formulación de los credos y de la tradición provocada por el hombre, para procurar entender lo que la Biblia dice por sí misma acerca de Dios. Ellos han descubierto que el único Dios verdadero se ha manifestado y revelado a sí mismo en la persona humana de su Hijo, Jesucristo nuestro Señor.
 
 
Notas
 
 
 
[1] La fórmula original de Nicea no define una posición claramente trinitaria. El Concilio finalmente adoptó un credo que denunció claramente al Arrianismo, pero que dijo poco en cuanto a la enseñanza positiva del trinitarismo. La frase clave declaró que Cristo era de la misma esencia (griego: homoousios) que el Padre. Esta formulación original dice: “Creemos en un Dios, el Padre Todopoderoso, Creador de todas las cosas visibles e invisibles. Y en un Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, engendrado del Padre, unigénito, es decir, de la esencia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, cosustancial [homoousios] al Padre, por quien todas las cosas fueron hechas así en el cielo como en la tierra, que por nosotros los hombres, y por nuestra salvación, bajó y se encarnó y se hizo hombre, que sufrió, y al tercer día se levantó, ascendió al cielo, y de allí vendrá para juzgar a los vivos y a los muertos. Y en el Espíritu Santo. Pero los que dicen: “hubo un momento en que él no era”; y “Él no existió antes de que fuera hecho”; y “Él fue hecho de la nada”; o “Él es de otra sustancia” o “esencia”, o “El Hijo de Dios es creado” o “cambiante” o “modificable” — Ellos son condenados por la iglesia santa católica y apostólica”.
[2] Mark A. Noll, “The Doctrine Doctor,” Christianity Today, 10 September 1990, 26; Pelikan, 210-11.
 
[3] La Nueva Enciclopedia Católica (1967), s.v. “Trinidad, Santa”
 
[4] W. Fulton, "Trinidad," Enciclopedia de Religión y Ética, James Hastings, et al., eds. (New York: Charles Scribner’s Sons, 1951), 12:461.
 
[5] Claude Welch, En su Nombre: La Doctrina de la Trinidad en la Teología Contemporánea (New York: Charles Scribner’s Sons, 1952), 48-49, citando a John Baillie, El Lugar de Jesucristo en la Teología Moderna (1929), 185, y A. C. McGiffert, Historia del Pensamiento Cristiano.
 
 

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