Por Cohen Gary Reckart
Según como el Señor Jesús le vaya revelando las verdades de la vida cristiana, estas deberán convertirse en su fe. Usted puede añadir a su fe, recibiendo más de las verdades del Nuevo Pacto. El propósito de la fe personal en el Señor Jesús, es admitir y confesar que usted desea convertirse completamente en un verdadero cristiano. Para obtener la salvación por gracia mediante la fe, usted debe entonces:
Reconocer que es un pecador: «Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:23). Dígale a Dios: “Sé propicio a mí, pecador” (Lucas 18:13).
Arrepentirse por fe: «Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados» (Hechos 3:19). «Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Señor, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar» (Isaías 55:7). «Testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo» (Hechos 20:21).
Confesar por fe: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9).
Creer por fe: «El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado» (Marcos 16:16). Estas son palabras del propio Jesucristo.
Ser bautizado por fe: «Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hechos 2:38).
Ser nacido del Espíritu por fe: «Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios» (Juan 3:5). «Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen» (Hechos 5:32). «Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo» (Judas 1:20).
Dar amor por fe: Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que estéis arraigados y cimentados en amor (Efesios 3:17).
Ser santo por fe: «Llamados a ser santos» (1. Corintios 1:2). «Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir» (1 Pedro 1:15). «Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor» (Hebreos 12:14).
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Las Escrituras enseñan que todos los hombres han recibido una medida de fe (Efesios 4:7). Esta medida de fe debe ser usada para aceptar que el Señor Jesús es el Mesías, nuestro Salvador. En varios registros del evangelio, encontramos a ambos, judíos y gentiles, utilizando la medida de fe para aceptar la obra salvadora de Jesús. Cada hombre dará cuenta por la medida de fe que recibió. Dará cuentas de si la usó, o de si se rehúso a usarla para venir a la salvación.
Cuando esta fe es dirigida hacia Jesús y la salvación, se convierte en nuestra fe individual. Nadie puede tomar de nosotros lo que nuestra propia fe ha obtenido. Eso que Jesús nos enseña y coloca en nuestros corazones, es la fe por la cual nosotros vivimos la vida cristiana. Porque sin fe es imposible agradar a Dios. La vida cristiana es un camino de fe. Las obras no pueden producir fe, pero la fe sí produce sus propias obras (las obras de fe). Por lo tanto, la fe sin obras es muerta.
Antes de que una persona vaya al infierno por homicidio, fornicación, adulterio, idolatría, borrachera, uso de drogas ilegales, fumar, mentir, etc., ellas primero tendrán que responder por qué no utilizaron su medida de fe para venir a la salvación. Si ellas no demuestran que utilizaron esa medida de fe para producir la salvación en sus vidas a fin de que sus nombres fueran inscritos en el Libro de la Vida del Cordero, entonces ellas automáticamente irán al lago de fuego. La no utilización de la medida de fe que Dios les dio, es un pecado que produjo los demás pecados.
Las personas serán juzgadas como pecadores, porque no se arrepintieron por fe y no fueron bautizadas por fe para el perdón de sus pecados. Ellas serán aún culpables de todos sus males, pero el pecado más grande habrá sido su rechazo de la obra del Calvario, su rechazo de la sangre derramada, así como su rechazo de Jesús como el Mesías Salvador, y su rechazo del amor de Dios. Cuando se usa la fe de la que nos habla la Biblia, se acepta todo eso. Y debido a que aquellas personas no utilizaron su medida de fe en este aspecto, ya se han condenado a sí mismas. No se requiere que sean juzgadas por sus otros pecados, para saber que ya recibirán la condenación.
Esta es la razón por la cual la fe en Jesús como el Mesías es esencial para la salvación. Esta es también la razón por la cual las obras de la religión y las obras de los rituales no pueden salvar. Se necesita la fe en Jesús como el Mesías. Y cuando la persona utiliza su fe en Jesús como el Mesías según la voluntad divina y el plan de salvación (Hechos 2:38), la gracia de Dios es dada como un don gratuito. Ese don gratuito de la gracia permanece con nosotros en la medida en que vamos creciendo en nuestra fe en Jesucristo, a fin de que venzamos al mundo.
Cuando cada persona recibe la gracia de Dios, esta se evidencia por el bautismo del Espíritu Santo. Esta es la evidencia del nacer de nuevo (Juan 3:3-5; Hechos 2:1-4).
Cuando una persona es un hijo o hija de Dios, podemos decir que ha sido salva por gracia por medio de la fe, y esto no proviene de nosotros mismos, pues es don de Dios (Efesios 2:8-9). Si deseamos señalar una Escritura que contenga toda la fe básica y esencial para que un nuevo creyente y convertido obtenga la gracia, ésta es Hechos 2:38.
“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).