Por Julio César Clavijo Sierra
Dios nuestro salvador "quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad" (1. Timoteo 2:4). Él no quiere "que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento" (2. Pedro 3:9). En fin, Dios no está buscando razones para condenar a ningún hombre, sino que continuamente los está invitando a que acepten su plan de salvación. Los que no deseen aceptar el plan de salvación, esos son los que se perderán.
Dios no está buscando razones para condenar a nadie, sino que su deseo es salvar a la mayor cantidad posible. Todos los seres humanos tenemos el libre albedrío para escoger si aceptamos o no la salvación de Dios. La Escritura dice que cuando Jesucristo vio las multitudes "tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor" (Mateo 9:36). Entonces lo que hizo fue que dio su propia vida humana en rescate por muchos. "Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Marcos 10:45).
De entre la multitud que gritó: ¡crucifícale!, de entre esa misma multitud, el Señor Jesús salvó a unos tres mil que se arrepintieron y fueron bautizados en el nombre de Jesús (Hechos 2:36-39). Aquellas personas merecían toda la ira y el castigo de Dios, pero en cambio recibieron todo su amor y su misericordia, creyeron en el nombre de Jesús y recibieron la potestad de ser hechos hijos de Dios (Juan 1:12), y contaron con la dicha de que sus pecados fueron perdonados por el nombre santo de Jesús (1. Juan 2:12).
Debemos Procurar el Crecimiento de la Iglesia y no Sólo del Número de las Personas Asistentes.
Existen dos extremos que representan mal nuestra concepción sobre el crecimiento de la Iglesia. Algunos creen que las iglesias pequeñas en número de miembros son mucho más fieles a Dios, pero esto lo hacen por una mala interpretación del texto que dice que la iglesia es la manada pequeña de Dios en el mundo (Lucas 12:32). Otros piensan que las iglesias más bendecidas (o más consagradas) son las que tienen un mayor crecimiento en número de miembros, pero el crecimiento numérico no es necesariamente un indicador de consagración, pues en algunas ocasiones lo que simplemente indica, es que el número de miembros ha aumentado. Hay que discernir entre lo qué es verdaderamente espiritual y bíblico de lo que no lo es. Hoy en día hay cientos de movimientos religiosos que crecen asombrosamente en membresía, pero son iglesias apostatas, alejadas por completo de la fe.
Todo crecimiento numérico no es señal del agrado de Dios, porque está profetizado que para los últimos tiempos se verá un aumento de falsos profetas, de falsos creyentes y de grandes iglesias que predican errores mezclando verdad con mentira, utilizando con astucia las artimañas del error (Efesios 4:14). El número de miembros no hace a una iglesia aceptable al Señor, sino la fidelidad a la Palabra de Dios, el celo por la sana doctrina, la devoción a Cristo, la entrega, la obediencia, el amor, el compromiso y el evangelismo. Una iglesia que desee tener un sano crecimiento, debe crecer en el conocimiento de Dios y en la obediencia a la Palabra de Dios. El crecimiento de una iglesia tiene sentido si la Iglesia se deja guiar por el Señor Jesucristo, pues el crecimiento de la iglesia significa no solo cantidad sino calidad.
Consejos Para el Crecimiento de la Iglesia
– La iglesia debe sentir carga de cumplir con la gran comisión: “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado será salvo; mas el que no creyere será condenado” (Marcos 16:15-16). “Y que se predicase en su nombre [el nombre de Jesús], el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén (Lucas 24:47).
– La iglesia debe interceder en oración por las almas perdidas, a fin de que Dios les de a ellos el querer aceptar y vivir el evangelio. La oración intercesora es una verdadera guerra espiritual, porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Efesios 6:12). Debemos entender que el crecimiento de la verdadera iglesia, no es por el poder de los hombres sino por el Espíritu Santo (Zacarías 14:6).
– La iglesia debe predicar con toda diligencia el evangelio de Cristo. “Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.” (Hechos 5:42). El entusiasmo en la predicación del evangelio fue una de las marcas distintivas de la iglesia primitiva (Hechos 4:13, 31; 13:46; 14:13; 19:8; 1 Tesalonicenses 2:2).
– La iglesia debe ser amigable. La amistad genera gozo y hace de la iglesia un lugar agradable. “Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca” (Filipenses 4:5).
– La iglesia debe ser una iglesia en avivamiento espiritual, donde los cultos o servicios de reunión sean inspiradores, donde el pueblo se goce en el Señor y donde se sienta la dicha de ser redimido por la sangre de Jesús.
– El milagro no solo consiste en que las personas entren a la iglesia, sino en que perseveren en la doctrina de los apóstoles (Hechos 2:42). Se debe hacer por tanto una buena labor de discipulado, que ayude a formar a los nuevos creyentes en la doctrina de Cristo. Uno es el que siembra, otro es el que riega, pero Dios es el que da el crecimiento (1 Corintios 3:7). Cuanto más eficaz es el proceso de hacer discípulos, más sólido es el crecimiento de iglesia.
– De ser necesario, se deben aplicar nuevos métodos para ganar a las almas perdidas. No hay que conformarse con lo tradicional. Si sabemos que algo puede dar resultado y está dentro del temor de Dios hay que hacerlo. Si una tradición estorba en la salvación de las almas debemos innovar. En la iglesia primitiva, la reordenación del trabajo de atención a las viudas de la forma adecuada, trajo como resultado que “crecía la palabra del Señor, y el número de discípulos se multiplicaba grandemente” (Hechos 6:7).