Por Julio César Clavijo Sierra
Capítulo 2 del libro: Historia de la Iglesia del Nombre de Jesús
2. LA IGLESIA DURANTE LAS PERSECUCIONES IMPERIALES
Desde la muerte del apóstol Juan, 100 d.C.
Hasta el edicto de Tolerancia, 313 d.C.
Al comienzo del siglo segundo, se habían fundado Iglesias en casi toda ciudad, desde el Tiber hasta el Eufrates, desde el mar Negro hasta el norte de África y algunos creen que se extendía hasta España y Gran Bretaña, en el occidente. Sus miembros eran muy numerosos.
Un hecho prominente en la historia de la Iglesia de los siglos segundo y tercero, fue la persecución del cristianismo por parte de los emperadores romanos. Aunque esta condición no fue continua, era propensa a estallar en cualquier momento en formas terribles.
Investiguemos algunos de las razones que motivaban al imperio, a extirpar un cuerpo tan recto, tan obediente a la ley, y tan deseable como lo eran los cristianos. Pueden darse un buen número de causas para el antagonismo de los emperadores hacia el cristianismo.
El paganismo acogía las nuevas formas y objetos de adoración, mientras que el cristianismo excluía dichas formas y objetos. Donde los dioses ya se contaban por cientos, aún por miles, un dios mas no representaba diferencia alguna. Cuando la gente de una ciudad o provincia deseaba desarrollar el comercio o la inmigración, construían templos a los dioses que se adoraban en otros países para que los ciudadanos de estos otros países pudiesen tener un lugar en la adoración. Pero en cambio, el cristianismo se oponía a toda adoración excepto a la de su propio Dios.
Como los cristianos no participaban en la adoración de los dioses, muy común en toda Roma, eran considerados por la gente irreflexiva como seres insociables, sombríos, ateos que no tenían dioses y como aborrecedores de sus compañeros. Los cristianos tampoco adoraban las estatuas del emperador que estaban en cada ciudad, aún cuando era tan sencillo arrojar un poco de incienso sobre el altar. Por el hecho de que cantaban himnos de alabanza y adoraban a otro rey, a Jesús, eran considerados por la multitud como desleales y conspiradores de una revolución.
En el ambiente circulaban falsos rumores, de que en las reuniones de los cristianos se realizaban actos lascivos o criminales que se llevaban a cabo entre ellos. Además, el gobierno autocrático del imperio, tomaba al cristianismo como un culto o sociedad secreta, que según ellos, tenía propósitos desleales.
El cristianismo consideraba a todos los hombres como iguales. No hacía distinciones entre sus miembros ni en sus servicios. El esclavo era tratado igual que el noble. Un esclavo podía ser obispo, mientras que su amo era un miembro regular. Esto era odioso para la mente de los nobles, para los filósofos y para las clases gobernantes. Los cristianos eran considerados como "niveladores de la sociedad", anarquistas y trastornadores del orden social; de aquí como enemigos del Estado.
El emperador Marco Aurelio (161-180), decretó que la propiedad de los cristianos debía ser trasladada a sus acusadores. No es difícil observar que en efecto, dicho decreto exhibe que un buen número de personas estaban deseosas de apoderarse de la propiedad de los cristianos. A partir de este momento, la persecución fue universal. En todos los lugares se buscaron a los cristianos, los llevaron a juicio y a menudo fueron ejecutados con la mayor crueldad. Después de haber sido condenados como culpables de ser cristianos, sus propiedades fueron confiscadas y fueron dadas a sus acusadores. Las torturas infligidas a los cristianos durante las persecuciones, fueron tan horripilantes que no es conveniente describirlas. Cuando por fin los perseguidores se convencieron de que ninguna cantidad de torturas podría hacer que los cristianos negaran su fe, decapitaron a los cristianos que eran ciudadanos romanos, y arrojaron a los demás a las fieras, en la arena del anfiteatro.
Los líderes post-apostólicos más prominentes, que sucedieron a los apóstoles, fueron Hermas, Clemente de Roma, Policarpo, e Ignacio. 90 a 140 D.C. En sus escritos, ellos se refieren a un solo Dios y a Jesús como ese Dios. Ellos también enseñaban que el bautismo en el nombre de Jesús era solamente para quienes creían al evangelio, y que el arrepentimiento era necesario para que el bautismo fuera válido. Ellos afirmaron su creencia en la Unicidad (monoteísmo) del Antiguo Testamento y aceptaron la Deidad y la humanidad de Jesús. Ireneo, un prominente líder cristiano que murió alrededor de 200 d.C., tenía una teología intensamente Cristocéntrica y una creencia firme que Jesús era Dios manifestado en carne. Él sostenía que el Verbo que se encarnó como Jesucristo era el plan de Dios para el hombre, y era el Padre mismo.
Un poco más adelante, pero dentro del mismo periodo que estamos analizando, se destacaron otros lideres, tales como Noeto de Esmirna, Epígono, Práxeas, Cleómenes y Sabelio. Noeto (por los años 180-200 d.C.) expuso Cristo, si es Dios, es Padre también, porque de lo contrario no sería Dios, ya que no hay más Dios que el Padre. Epígono fue discípulo de Noeto. Práxeas, quien predicó por Roma y Cartago alrededor del 190 d.C., afirmó que el Unico Dios es el Padre, y por consiguiente, Espíritu Santo es un titulo de Dios que hace referencia a que él es Espíritu y es Santo. Práxeas también indicó que el título de Hijo hacía referencia a la manifestación de Dios en carne. Cleómenes, enseñó que solo hay un Dios, que ha actuado de diversos modos o funciones para darse a conocer al hombre para poder salvarlo. Sabelio fue un destacado predicador y escritor (que predicó en Roma alrededor de 199-217 y de quien no sobreviven sus escritos). Tras su predicación muchas personas se convirtieron al cristianismo. Sabelio concebía que toda la plenitud de la Deidad moraba en Cristo, y mantenía que los términos Padre e Hijo, eran solamente designaciones diferentes del único Dios, quién por causa de ser el origen de todo es conocido como el Padre, pero referente a su apariencia en medio de la humanidad es conocido como el Hijo.
A su vez, aparecieron por aquel tiempo algunas sectas (o herejías), provenientes principalmente del neoplatonismo. El neoplatonismo, fue la tendencia de mezclar las ideas filosóficas de Platón, con las diferentes concepciones religiosas.
Mientras que la Iglesia era judía por sus miembros, y aún después mientras estaba regida por hombres del tipo judío, tales como Pablo y Pedro, había solo una tendencia leve hacia el pensamiento abstracto y especulativo. Pero cuando la iglesia estuvo compuesta por su mayoría de griegos y se infiltraron en ella griegos místicos y desequilibrados de Asia Menor, surgieron toda clase de opiniones y teorías y estas se desarrollaron con fuerza. Los cristianos del segundo y tercero siglos luchaban no solo en contra de un mundo pagano y adverso, sino también en contra de herejías y doctrinas corruptas que se querían meter dentro de su propio redil.
Los eruditos llaman al periodo comprendido entre los años 130 d.C. al 180 d.C. la edad de los apologistas griegos. Aparentemente estos apologistas se habían convertido al cristianismo, pero la revisión de sus escritos, demuestra que ellos no eran cristianos sino neoplatónicos de tendencia “cristiana”. Estos hombres estuvieron afectados por todo el pensamiento filosófico desarrollado hasta su época, y por las tendencias neoplatónicas judías de Filón de Alejandría y las neoplatónicas “cristianas” de los gnósticos. El personaje más influyente de todos estos apologistas, fue Justino Mártir (c. 100-165 d.C.).
Estos apologistas griegos eran filósofos de profesión, y ninguno de ellos desempeñó un papel importante dentro de la iglesia cristiana. No obstante, fueron escritores prolíficos, y muchos de sus escritos sobreviven hasta el día de hoy. Los escritores de la edad post apostólica (90-140 d.C.) se adhirieron más de cerca al pensamiento y a la lengua bíblica, mientras que los apologistas griegos eran más filosóficos y especulativos. La mayoría de estos apologistas no defendieron el cristianismo, sino que defendieron lo que hoy se conoce como el “gnosticismo cristiano”. Estos, basados en las ideas de Filón de Alejandría, cometieron el grave error de igualar el concepto bíblico de “Hijo de Dios” con el logos de la filosofía neoplatónica judía. Ellos (en contravía de la enseñanza de Juan) afirmaron que el logos de Juan 1:1 era un ser diferente a Dios, que vivió con Dios desde el principio (preparando así el camino para las falsas doctrinas del arrianismo y el trinitarismo). Ellos negaron la enseñanza bíblica de que Jesús es el único Dios manifestado en carne, que para lograr nuestra salvación se manifestó simultáneamente como Padre y como Hijo.
Ellos no entendieron que el Logos o la Palabra de Dios (tal como lo expone el apóstol Juan), hacía referencia al plan eterno que Dios hizo consigo mismo (no con otro), de algún día manifestarse en carne como el Cristo, como el Hijo, como el hombre perfecto. Ellos no quisieron entender, que el término Hijo aplicado a Jesucristo, lo presenta como un ser humano puro y perfecto. El Hijo se refiere a la manifestación de Dios en carne, la cual tuvo su comienzo cuando Cristo, el hombre perfecto (Efesios 4:13), fue engendrado en María. El Santo Ser que nació fue llamado Hijo de Dios (Lucas 1:35).
El término Hijo, aplicado al Señor Jesús, siempre indica que él es un verdadero ser humano, que como todos los seres humanos fue engendrado (Juan 3:16), fue concebido por una mujer (Gálatas 4:4), nació (Mateo 1:21-23), creció (Lucas 2:52), comió y bebió (Mateo 11:19) y murió (Romanos 5:10). El Hijo, como todos los demás hijos (es decir, como los demás hombres), participó de carne y sangre para poder redimirnos (Hebreos 2:14-15), pero su gran diferencia, es que él nunca hizo pecado ni se halló engaño en su boca (1. Pedro 2:22). Según el plan de Dios, sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados (Hebreos 9:22), pero ningún ser humano podía derramar sangre inocente a favor de la humanidad, por cuanto todos hemos pecado (Romanos 3:23). Por esta razón, Dios se preparó un cuerpo para entrar en el tiempo siendo semejante a nosotros (Hebreos 2:14-15), viviendo una vida humana en santidad, y por medio de su sacrificio en el cual se derramó sangre inocente, podemos obtener el perdón de Dios, sin que Dios comprometa su justicia (Romanos 3:25, Hebreos 10:10-20). Aquel que se manifestó como el Hijo, es el único Dios Eterno (Isaías 40:1-5, Miqueas 5:2, Zacarías 9:9).
Alrededor de 190-200 d.C., Teodoro el curtidor, apelando que ya que Jesús fue un humano, no tenía entonces el derecho de ser llamado Dios. Su sucesor, otro Teodoro, continuó defendiendo una opinión de Jesús como un hombre concebido sobrenaturalmente. En esa misma línea de pensamiento, Pablo de Samosata (200-275 d.C.) desarrolló una doctrina conocida como el adopcionismo (o monarquianismo dinámico), por medio de la cual declaraba que Jesús fue un hombre que llegó a ser El Hijo de Dios, al momento de su bautismo, como resultado de un acto adoptivo de Dios.
De igual forma, basado en las especulaciones de los apologistas griegos, un hombre llamado Tertuliano (c. 160-220 d.C.), que se había separado de la Iglesia Cristiana, y se había acogido a una rama de los montanistas (de la cual fue el líder), realizó muchos escritos en los que atacó a la iglesia del nombre de Jesús. Tertuliano desarrolló un concepto que presentaba un dios como la unidad de tres personas, y llamó a ese nuevo dios con el nombre de trinidad. Sin embargo, él no proclamó que esas tres personas fueran coiguales en majestad y atributos como se llegó a proclamar algunos años después. En uno de sus escritos, titulado “Contra Práxeas”, en el que atacó a este líder cristiano, Tertuliano declaró que la mayoría de creyentes de su tiempo aceptaban la Unicidad de Dios y que ellos estaban satisfechos con la creencia antigua de un solo Dios manifestado en carne. Tertuliano recomendó no llamarles ignorantes y no educados, y argumentó que ellos veían la doctrina que él enseñaba, como una proclamación politeísta de dos o tres dioses. A continuación una porción del tratado "Contra Práxeas".
“Los sencillos, de hecho (no los llamaré imprudentes e ignorantes), que siempre constituyen la mayoría de los creyentes, están alarmados con la dispensación (de los tres en uno), sobre la misma base en que su misma Regla de Fe les saca a ellos de la pluralidad de dioses del mundo al único Dios verdadero; no entendiendo que, aunque Él es el único Dios verdadero, uno tiene que creer en Él con su propia economía. Ellos consideran que el orden numérico y la distribución de la Trinidad son divisiones de la Unicidad.”
Hipólito (un subordinacionista), quien compartía las ideas de Tertuliano, en su obra Philosopheumena, señaló que Ceferino (quien fue obispo de Roma en el periodo 199-217 d.C.) creía en la Unicidad de Dios. Ceferino señaló a Tertuliano y a Hipólito como propagadores de falsas doctrinas. De igual forma, el obispo de Roma Calixto (quien sucedió a Ceferino, y que fue obispo en el periodo 217-222) creía en la Unicidad de Dios, siendo partidario de Cleómenes, Práxeas y Sabelio. El historiador Adolf von Harnack, a propósito del conflicto desatado entre Hipólito y los obispos Ceferino y Calixto, afirmó que la Unicidad de Dios era la posición mayoritaria de aquella época, siendo la fe común de la gente sencilla, y que esta fue modificada posteriormente por la influencia de la especulación que desarrollaron los apologistas griegos, quienes enseñaron que el logos era alguien distinto al Padre, lo que conllevó a la formulación de los dogmas trinitarios en los siglos IV y V. En pocas palabras, la Unicidad de Dios es el cristianismo sencillo y originario, de carácter adogmático, que tuvo que enfrentarse contra el dogma eclesiástico posterior, elaborado por filósofos, políticos e “intelectuales”.
Un poco más adelante, otro hombre llamado Orígenes (c. 185-c. 254), fue nombrado presbítero por los obispos de Jerusalén y Cesarea, que hicieron esto sin tomar consentimiento de Demetrio quien era el líder cristiano de esa región. Demetrio se opuso a este nombramiento. Para resolver la disputa se celebraron dos sínodos en Alejandría: en el primero se prohibió a Orígenes enseñar, mientras que en el segundo se le privó de su sacerdocio. Orígenes, basado en el neoplatonismo cristiano, tomó la doctrina errónea que sobre el Logos habían inventado los apologistas griegos, pero le agregó un nuevo componente, al enseñar la doctrina del Hijo eterno. La doctrina del Hijo eterno no había sido propuesta hasta su tiempo, y fue fundamental para el desarrollo que más adelante tuvo el dogma de la trinidad tal y como lo conocemos el día de hoy. Así, Orígenes enseñó que el logos era una persona distinta al Padre desde toda la eternidad. Sin embargo aún conservaba la subordinación del Hijo para con el Padre, y por ende, no creía que fueran iguales en majestad y atributos como lo enseña la doctrina moderna de la trinidad.
Así, de esta manera, en muchos lugares, muchos pensamientos heréticos se identificaban como si fueran la iglesia de Cristo, y confundían a la gente. Finalizando el siglo tercero, parece que la mayoría de los líderes de la iglesia había rechazado la Unicidad de Dios, y se habían adherido a las distintas corrientes, que presentaban a Dios y a Jesús siendo distintos.
No obstante, tenemos noticias de que un líder cristiano llamado Comodiano, enseñó en Roma poco antes de la persecución de Diocleciano (245-313 d.C.), y escribió poemas impregnados de la enseñanza de la Unicidad de Dios.
En las reuniones de adoración que celebraba la Iglesia Cristiana, se interpretaban las escrituras hebreas a la luz del evangelio, y también se estudiaban los libros del Nuevo Testamento, el cual era reconocido como inspiración divina. Los primeros escritores de la edad post-apostólica, se refirieron a los del libro del Nuevo Testamento como Palabra de Dios. Sin embargo, al pasar el tiempo, ellos reconocieron la necesidad de reunirlos como un solo tomo, estableciendo exactamente cuales libros debían ser considerados como Escritura. Se llama Canon, a la lista de libros aceptados como Escritura, los libros inspirados por Dios. Son varios los factores que motivaron a establecer el Canon.
Lo primero y más urgente, algunas personas, sobre todo en los movimientos heréticos, comenzaron a controvertir la opinión generalmente aceptada acerca de cuáles libros constituían la Escritura. Algunos grupos heréticos, especialmente los gnósticos, comenzaron a proponer que sus libros también fueran incluidos dentro de la Escritura. Otros grupos, en particular los Marcionitas, comenzaron a rechazar algunas porciones de la Escritura que ya habían sido aceptadas históricamente. También aparecieron, y comenzaron a circular algunos libros espurios, que falsamente alegaron una autoría apostólica.
En segundo lugar, la iglesia comenzó a reconocer su necesidad de asegurar el uso apropiado de la literatura para la instrucción doctrinal, para luchar contra las falsas doctrinas, y para la evangelización.
En tercer lugar, en tiempos de persecución, las autoridades paganas se esforzaron por confiscar y destruir la Escritura. En aquellos tiempos, los libros eran supremamente apreciados, porque tenían que ser copiados a mano, y en una congregación local, a menudo sólo había un ejemplar de la Biblia. Incluso, los cristianos viajaron hasta lugares lejanos, hasta arriesgando sus vidas, para proteger las copias de la Escritura. De este modo, los primeros cristianos necesitaban saber sin ninguna duda, cuáles libros tenían el valor de Palabra de Dios, para preservarlos a toda costa.
El canon fue realmente reconocido desde la etapa más temprana de este periodo. En las distintas iglesias locales (de los diversos lugares donde se extendía la iglesia), prácticamente hubo una aceptación universal acerca de cuáles eran los libros de la Escritura. Cuando se definió el Canon, ellos simplemente ratificaron que esos libros eran los que usaban como Escritura desde hacía muchos años.
La primera lista canónica que tenemos actualmente, proviene del fragmento de muratorian (c. 170 d.C.), el cual se refiere a 23 libros del Nuevo Testamento. Es probable que el resto no sean mencionados por una ruptura en el material. El canon que proporciona este fragmento, no consiste de una mera lista, sino de una encuesta, que suministra a la vez datos históricos y otra información acerca de cada uno de los libros. A principios del siglo III, el escritor Orígenes, se refiere a todos los 27 libros.
Cuando se analizan los escritos existentes, que produjo la cristiandad durante los siglos segundo y tercero, nos encontramos que estos citan todos (menos once) versículos del Nuevo Testamento. Se trata de un testimonio impresionante sobre como los primeros cristianos utilizaron los libros del Nuevo Testamento, y la forma en que estos han sido conservados a través de los siglos.
En la gran comisión, el Señor Jesucristo ordenó a sus discípulos a ir por todo el mundo a predicar el evangelio. Para facilitar el trabajo misionero, desde muy temprano, los cristianos sintieron la necesidad de traducir la Biblia a los idiomas de los diferentes pueblos y regiones a los que ellos evangelizaban, a fin de que la gente comprendiera más fácil el mensaje de Dios.
El primer idioma en el que se encontró la totalidad de la Escritura, fue el idioma griego, que era el idioma dominante de aquella época. El Antiguo Testamento fue escrito originalmente en Hebreo, y algunas pocas porciones en Arameo. Sin embargo, por el año 250 a.C., el rey egipcio Ptolomeo Filadelfo (quien era amante de la ciencias y las artes), patrocinó la traducción de la Biblia al idioma griego, que era la lengua dominante de aquella época. El trabajo de traducción se atribuye a 72 sabios judíos, y por eso recibe el nombre de Septuaginta LXX o versión de los Setenta, pero también es conocida como la versión Alejandrina, pues fue en la ciudad de Alejandría donde se realizó el trabajo de traducción. La Septuaginta fue bien recibida por los judíos de Alejandría que hablaban el griego, y cuando fue establecida la iglesia cristiana, la iglesia utilizó esta versión en griego sin reserva alguna. La mayoría de los textos del Antiguo Testamento citados por los evangelistas y los Apóstoles en el Nuevo Testamento, pertenecen a la versión LXX. El Nuevo Testamento fue escrito en griego, aunque algunos opinan que algunos libros, como el evangelio según Mateo y el libro a los Hebreos, fueron escritos originalmente en idioma hebreo.
Pero como la fe cristiana es una fe misionera, pronto aparecieron otras traducciones a otros idiomas importantes de ese tiempo, tales como el Sirio, el Latín y el Copto.
La versión Siriaca (o Aramea), también llamada Peshitta o traducción simple, fue terminada por el año 150 d.C. y la copia más antigua que existe de esta versión, data del año 400 d.C. Hoy hay más de 350 manuscritos de dicha versión que son del siglo V. Los monarcas sirio-helénicos de Adiabene, se habían convertido al judaísmo por el 40 d.C. y por esta razón, ellos promovieron la traducción del Antiguo Testamento al idioma sirio. Los cristianos se valieron de esa traducción, y complementaron la Biblia, al traducir también el Nuevo Testamento al idioma sirio. Por eso, se cree que el Sirio fue el segundo idioma en el que se tradujo la totalidad de la Santa Escritura.
Para el año 160 d.C. la Biblia ya había sido traducida al idioma latín. La Versión Copta o Egipcia, apareció a finales del tercer siglo. Otras versiones egipcias fueron la Sahídica y la Bahírica de principios del cuarto siglo.
A pesar de las oleadas de persecuciones en su contra, los cristianos aumentaron su fuerza y continuaron en su campaña de ganar más personas, siendo su número cada vez mayor. Al final de este periodo y por el año 313, Constantino, el hijo de Constancio, como co-emperador, expidió su memorable Edicto de Tolerancia (o Edicto de Milán), en el que afirmaba que el cristianismo era aprobado por el imperio, que su adoración era legal y que cesaba toda persecución contra el mismo. Vale aclarar, que el Edicto de Milán, consideraba como cristianos, a todos aquellas personas que se identificaran como tal, sin prestar atención a su profesión de fe.
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