Por David K. Bernard

Capítulo 1 del libro Historia de la Doctrina Cristiana Volumen 1

 

¿Por qué es importante estudiar la historia de la doctrina en el cristianismo? Se pueden identificar varias razones. En primer lugar, un estudio de esta naturaleza puede ayudar a confirmar la doctrina apostólica como se revela en las Escrituras y para analizar a la luz de las enseñanzas de la Palabra de Dios las discusiones en la historia de la iglesia.

 

Un segundo propósito es trazar el desarrollo de las falsas doctrinas. Si concluimos  que algunas doctrinas que se enseñan hoy en la cristiandad son erróneas, surge la pregunta: ¿Dónde iniciaron estas falsas doctrinas? La historia de la iglesia puede ayudarnos a mostrar qué doctrinas eran las originales y cuáles no, cómo entraron las falsas doctrinas a la cristiandad, y cómo llegaron a ser en algunos casos parte de la corriente principal de la historia.

 

Un tercer beneficio de este estudio es el de conocer las mayores denominaciones y movimientos, proporcionando así un contexto para el comentario de hoy. El objetivo es identificar cada  categoría principal de la cristiandad y saber dónde se inició, por qué comenzó y cuál es su característica particular.

 

 

Temas Importantes

 

1. La Gran Apostasía. Cuando estudiamos la historia de la iglesia primitiva es evidente que hubo una gran apostasía, una gran infusión de falsas doctrinas. De hecho nos encontramos con advertencias e indicaciones de estos desaciertos en el mismo Nuevo Testamento. Este contiene advertencias a la iglesia primitiva de no abrazar la falsa doctrina, así como advertencias sobre los falsos profetas, falsos maestros y falsas doctrinas que  se extienden en medio de las iglesias. (Ver Mateo 7:15, Romanos 16:17-18; I Corintios 11:19; Efesios 4:14; II Timoteo 4:3, Hebreos 13:9; II Pedro2:1; I Juan 4:1; II Juan 10;  Apocalipsis 2:14, 15, 24). También predice que en los últimos días vendría una gran apostasía, espíritus engañadores y doctrinas de demonios. (Ver Mateo 24:11-12, 24; II Tesalonicenses 2:3; I Timoteo 4:1).

 

Incluso en la iglesia del primer siglo había problemas que ya habían comenzado a desarrollarse. En Apocalipsis 2 y 3, las cartas a las siete iglesias de Asia Menor revelan graves errores en la doctrina y la práctica en las diferentes asambleas locales en los primeros siglos. En el segundo siglo, este proceso del deterioro de la doctrina se aceleró. En resumen, nos encontramos con una gran afluencia de falsas doctrinas durante los siglos. Eso no quiere decir que estas doctrinas contaminaron a todo el mundo, pero la herejía generalizada y las dificultades doctrinales ciertamente existieron en los primeros siglos.

 

2. Un Remanente Fiel. Por lo menos unas pocas personas en la historia de la iglesia siguieron firmes en la doctrina y la experiencia apostólica. En Mateo 16:18, Jesús dijo: "Sobre esta roca edificaré mi iglesia", hablando de la roca de la revelación la cual era Él, Jesucristo, el Mesías, el Hijo del Dios viviente. Dijo que "las puertas del infierno no prevalecerían contra la iglesia”, por lo cual como una cuestión de fe, podemos afirmar que Dios siempre ha tenido un pueblo a lo largo de la historia (ver Romanos 11:2-5), siempre ha tenido una iglesia. La iglesia apostólica definida por la experiencia y el mensaje de las Escrituras nunca se ha desvanecido totalmente.

 

Esta creencia no significa que necesariamente en el aspecto histórico podamos identificar en cada década a través de los siglos de la historia de la iglesia a un grupo reconocido como  totalmente apostólico por un nombre particular, ni que podamos trazar una continua sucesión histórica de una organización o una serie de organizaciones. No pretendemos que en cada parte del tiempo un grupo de personas enseñara la totalidad de las doctrinas que creemos que son bíblicas. Sin embargo podemos encontrar en distintos siglos a personas que bautizaban en el nombre de Jesús, personas que recibieron el Espíritu Santo con la señal de hablar en lenguas, y personas que anunciaron varias doctrinas que son importantes para la distinción de los verdaderos apostólicos.

 

En algún momento se adhirieron un gran número de personas a la fe apostólica, en otras ocasiones tal vez sólo un puñado lo hizo. Durante décadas, es seguro que no podamos contar con un registro histórico de alguien cuya experiencia y enseñanza fuese muy similar a la de los apóstoles. Pero como cuestión de fe, incluso cuando puede haber diferencias históricas, podemos afirmar que Dios siempre ha tenido un pueblo nacido del agua y del Espíritu, los creyentes que han experimentado la salvación bíblica.

 

3. Un esquema cíclico. Podemos distinguir una tendencia de los acontecimientos en la historia de la iglesia, y lo podemos representar por un círculo. La iglesia comenzó con un maravilloso crecimiento evangelístico, con un gran estallido de poder y fervor según consta en el Libro de los Hechos. Luego vino un alejamiento gradual hacia la falsa doctrina, y como ésta se intensificó, la mayor parte de la iglesia visible cayó en la apostasía teniendo poca o ninguna experiencia real con Dios.

 

Este abandono de lo verdadero no fue permanente, al menos no en un sentido histórico. A través de los siglos, sobre todo después de la época medieval, nos encontramos con una restauración paso a paso de varias doctrinas, creencias y experiencias, tratando de acercarse más y más al modelo apostólico original.

 

No es del todo acertado decir que "la iglesia" fue restaurada, ya que la verdadera iglesia como lo define la experiencia apostólica es lo que es y su mensaje siempre ha sido el mismo; la verdadera iglesia de Dios siempre ha estado definida de la misma manera. En ese sentido, la iglesia nunca necesitará ser restaurada. Si hubo personas que en determinado siglo fueron llenos del Espíritu, entonces no hay necesidad de la restauración de esa experiencia. Cuando se habla acerca de la restauración, nos referimos a una renovada comprensión de ciertas doctrinas y una amplia aceptación de ciertas obras de Dios. Entonces tal vez podemos decir que la iglesia ha sido renovada o renacida (restaurada en salud y vigor).

 

La iglesia siempre ha existido desde el día de pentecostés, pero la iglesia visible o profesante no siempre ha mantenido las enseñanzas de la Palabra de Dios. En algunos casos la organización, la mayoría, la corriente principal ha ido hacia el error, a la herejía o incluso a la apostasía.

 

El proceso de decadencia y restauración es el modelo circular que puede distinguirse. Se pueden identificar varias doctrinas que han seguido esta tendencia: la iglesia apostólica las enseñó con fervor, cayeron en tribulación, fueron ignoradas o fueron contradichas a lo largo de los siglos, y luego la mayoría de la gente poco a poco regresó a esas doctrinas.

 

Para generalizar, en términos históricos de la cristiandad nos encontramos con un gran descenso, una entrada en la apostasía y entonces al menos entre algunos cristianos profesantes una gradual restauración hacia las doctrinas bíblicas. En el siglo XX se produjo un gran resurgimiento de la doctrina y la experiencia apostólica, con multitudes aceptando a plenitud el mensaje del evangelio, del bautismo en el nombre de Jesús y el bautismo del Espíritu Santo.

 

Hay posibles indicios de las Escrituras sobre este patrón cíclico de apostasía y restauración gradual. Isaías 28:10-12 habla de que la verdad se construye línea por línea, precepto por precepto. Joel 2:23-28 describe a varias plagas destruyendo a la gente y la obra de Dios, pero promete que poco a poco Dios va a restaurar todo lo que estas plagas han devorado.

 

Apocalipsis 2 y 3 pueden proporcionar una indicación similar. Lo importante es observar que este pasaje habla de siete iglesias literales en el siglo primero, que tuvieron los problemas descritos. Pero parece claro que Dios inspiró estas cartas para su inclusión en las Escrituras, ya que estas iglesias representan los problemas típicos que pueden ocurrir a lo largo de la historia de la iglesia, y hoy podemos recibir enseñanza a través de los ejemplos, problemas y recomendaciones para cada una de las siete iglesias.

 

Algunos comentaristas ven estas siete iglesias como indicativo de algún modo de la tendencia general en la historia de la iglesia. Se observó una explosión de fervor inicial (Éfeso y Esmirna), algo de decadencia y compromiso (Éfeso y Pérgamo), una gran invasión de falsa doctrina (Tiatira), apostasía generalizada (Sardis), y luego una gran restauración seguida por la apostasía antes de la venida del Señor (Filadelfia y Laodicea).

 

Cuando integramos los tres temas principales que hemos discutido, podemos concluir que desde el Nuevo Testamento la experiencia de la salvación siempre ha existido en algún lugar sobre la tierra. No podemos encontrar una sucesión apostólica estricta en el sentido de figuras históricas o una continua corriente de pastores y líderes, así que no podemos decir que exista una organización en particular idéntica a la del Nuevo Testamento como medio para la vinculación histórica de la iglesia. Pero podemos hacer un argumento parcial para la sucesión doctrinal.

 

Es decir, podemos encontrar varios grupos en la historia de la iglesia que recibieron la experiencia básica de la salvación neotestamentaria como se describe en el libro de Hechos. Cuando un grupo compartía este mismo fundamento doctrinal, podemos considerarla una iglesia apostólica, o iglesia del Nuevo Testamento. En ese sentido, podemos hacer algo así como un argumento doctrinal de la sucesión a lo largo de la historia. No podemos llenar cada vacío, pero podemos encontrar suficientes grupos en diferentes lugares y tiempos dispersos a lo largo de la historia que nos dan la confianza de que Dios siempre ha tenido un pueblo desde la fundación de la iglesia del Nuevo Testamento. En este sentido, la iglesia es continua.

 

Dificultades en la Reconstrucción de la Historia de la Iglesia

 

Hay varias dificultades al tratar de reconstruir la Historia de la Iglesia. No siempre podemos saber con absoluta certeza lo que la gente antigua creyó sobre cada punto en cuestión. Aquí hay algunas razones.

 

1. Los prejuicios pueden afectar a los escritores e historiadores. Cada escritor doctrinal e historiador de la iglesia, tiene sus propios prejuicios que pueden afectar a su objetividad. Los primeros escritores no fueron una excepción. Era natural que ellos tendieran a inclinarse por conceptos a su favor, a veces deliberadamente sin saberlo. Cuando describían la doctrina de alguien que no estaba en común acuerdo, a menudo lo hacían parecer ridículo o ilógico, porque para ellos lo era. A veces simplemente no entendían un punto expuesto por el adversario.

 

La historia la escriben los vencedores. Siempre ha habido enfrentamientos durante la historia, pero la gente que ganaba era usualmente la única que dejaba el registro de lo sucedido. A menudo los puntos de vista de una minoría se conservaban sólo en los escritos de sus opositores. En este caso, para entender dicha dificultad podemos imaginarnos a nosotros tratando de entender y evaluar al movimiento pentecostal sólo a través de la lectura de los documentos de los críticos y de los escépticos. ¿Con qué precisión podríamos definir la doctrina de la Unicidad o explicar la experiencia del bautismo del Espíritu Santo, si todos los registros con los que contáramos fueran de opositores que los castigaron, mancharon y tergiversaron sus enseñanzas, ya sea intencionalmente o no?

                    

También debemos señalar que actualmente hay prejuicios doctrinales entre los historiadores de la iglesia. No podemos evaluar la historia de la iglesia simplemente mediante la lectura de sus historiadores. Tenemos que volver a las fuentes primarias y observar desde nuestra perspectiva. Por supuesto, otro historiador diría que tenemos una inclinación, pero por lo menos tratamos de establecer esta "inclinación" de nuestra posición doctrinal desde la Biblia. No podemos depender totalmente de los escritos de los historiadores de la iglesia que vienen con una perspectiva doctrinal diferente. En su lugar, debemos leer las fuentes originales históricas tanto como sea posible, para ver lo que los escritores dijeron por sí mismos. Por el examen de estos escritos desde nuestro punto de vista, podemos descubrir información, pruebas o las posibilidades que otros historiadores de la iglesia han perdido.

 

2. Los escritores de cierta época no siempre representan las opiniones de la mayoría de los creyentes de ese tiempo. Los escritos que sobreviven de una época en particular pueden no haber sido escritos por los líderes más influyentes o por los maestros de la época. Antes de la invención de la imprenta en Occidente en los años 1400’s, todos los documentos tenían que ser copiados a mano. Si los escribas posteriores consideraban que un manuscrito no tenía importancia o era considerado herético, ellos tenían poco interés en reproducirlo. Censuraban al escrito que a menudo se destruía después de ser juzgado como herético. Por lo general, lo que se ha conservado de los primeros tiempos, son los documentos que se ajustan a las creencias de las personas que tuvieron la oportunidad de preservarlos o descartarlos.

 

Sólo una fracción de los escritos de los primeros tiempos existe todavía, y es difícil decir de qué manera dichos escritos representan al remanente. Si un escritor era un obispo conocido, pastor u otro tipo de líder de la iglesia, tenemos alguna razón para creer que él representaba una visión significativa de la iglesia. Si un escritor era desconocido o no tenía una posición importante en la iglesia, es muy posible que él no fuera realmente un digno representante para la iglesia de su tiempo. Tal vez ganó mayor reconocimiento con las generaciones posteriores que conservaron su obra, de la que pudo disfrutar en su propia vida.

 

También debemos considerar que las personas que tienden a escribir, no siempre reflejan la piedad y los puntos de vista de la persona promedio. Sobre todo en los tiempos antiguos, los que tuvieron el tiempo y la educación para escribir estudios académicos, pueden haber tenido una perspectiva diferente a la del creyente promedio. Incluso en nuestros días, las obras de los principales teólogos son a menudo mucho más liberales que las opiniones de los miembros más laicos de sus propias denominaciones.

 

3. Siempre existe la fuerte posibilidad de interpolaciones (inserciones) en los manuscritos antiguos. Los escribas que copiaban los escritos a mano, a menudo cambiaron declaraciones, ya sea por error, malentendido o alteración deliberada. A menudo se sintieron libres para añadir aclaraciones, "correcciones", o simplemente sus propias opiniones. Las comparaciones de diversos manuscritos de las mismas obras, revelan que las interpolaciones eran bastante comunes.

 

A veces un escritor envuelto en una controversia teológica, insertaría unas pocas líneas de apoyo de su punto de vista en un libro escrito por un anciano, un líder muy respetado. La tentación era grande para usar dicha figura de autoridad para ayudar a resolver una disputa. Por otro lado, si un escriba encontraba una frase dudosa en la obra de tal autor, se podría sentir importante por editar el trabajo y descubrir el agravio o palabras potencialmente peligrosas. Como resultado, no siempre estamos seguros de que realmente tenemos las palabras originales o los puntos de vista de un determinado autor. A veces podemos solamente adivinar o suponer.

 

4. Como ya se señaló, las falsas doctrinas existían desde los tiempos más remotos. Incluso si tuviéramos un documento no bíblico que date del primer siglo, su antigüedad no garantiza que sea verdaderamente apostólico o que enseñe la doctrina correcta, pues el Nuevo Testamento revela que había falsos maestros incluso en el primer siglo. Además, los documentos del segundo siglo fueron escritos aproximadamente un siglo después de la fundación de la iglesia del Nuevo Testamento, y unos cien años es mucho tiempo en la historia doctrinal.

 

Por ejemplo, grandes cambios doctrinales, innovaciones y movimientos se desarrollaron en el siglo XX. La totalidad del movimiento pentecostal moderno surgió en este siglo.

 

Personas de todas las perspectivas teológicas, no están de acuerdo en algunos puntos con los primeros escritos post-bíblicos. Por ejemplo, los protestantes evangélicos estudiosos, suelen concluir que los primeros escritores post-bíblicos no expresaron claramente la doctrina de la justificación por fe, por tanto cayeron en el legalismo.

 

5. Los primeros términos fueron a menudo imprecisos, sobre todo como definidores de las controversias posteriores. Por ejemplo, en la Edad Media y durante la gran Reforma surgieron controversias sobre la Cena del Señor. El caso era si el pan y el fruto de la vid eran símbolos, o si la sangre y el cuerpo de Cristo están físicamente presentes. En estos debates, ambos lados apelaron a los escritores de los primeros siglos. Por ejemplo, un defensor de la doctrina de la presencia física podría encontrar a un escritor que describió la Cena del Señor como una participación del cuerpo de Cristo. ¿Pero aquel escritor expresó aquella declaración como figurativa o literal? Es difícil saberlo a ciencia cierta, ya que la escribió antes que existiera dicha controversia.

 

Los primeros escritores no anticiparon los conflictos  posteriores, por lo tanto no se cuidaron de evitar ciertas malas interpretaciones. No podemos exigir de ellos una precisión en los términos que fueron ajenos a su tiempo, ni podemos hacer que hablen de los problemas doctrinales que surgieron después de su época. En algunos casos hay evidencia suficiente para predecir qué  posición habrían tomado si hubieran vivido durante cierta controversia. Sin embargo, en muchos casos no usaron ciertos términos de manera definitiva, o al menos no con la connotación o la precisión de los últimos tiempos.

 

Puede ser anacrónico citar a algunos autores en apoyo de una determinada doctrina, a pesar de que puedan haber escrito ciertas palabras que más tarde adquirieron un significado teológico determinado. Cuando estudiamos a los autores antiguos, debemos determinar lo que sus palabras significan en el contexto de sus escritos y de sus tiempos.

 

6. Las Fuentes para la historia de la iglesia no son ni autoritativas ni infalibles, sólo la Escritura puede reclamar esas cualidades. Es a partir de la sola Escritura que debemos derivar instrucciones para la salvación, la creencia y la vida cristiana.

 

Nuestra única autoridad es la Biblia, la Palabra de Dios. Dios la ha inspirado y preservado para enseñar, amonestar, corregir y para instruir en justicia (II Timoteo 3:16). Si una antigua y respetada fuente parece enseñar una doctrina que es contraria a la Escritura, debemos optar por el mensaje de la Escritura.

 

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