Aunque la intención de Dios fue proporcionarle al hombre la lógica y la razón para descubrir la verdad y discernir el error, nuestra capacidad para hacerlo ha sido afectada por el pecado. El hombre no utiliza la razón y la lógica en un vacío espiritual. El corazón está conectado a la voluntad de la mente. En nuestro estado caído, lo que creemos está a menudo influenciado por lo que queremos creer. Frecuentemente usamos la razón -aunque mal- para justificar las creencias y comportamientos que sabemos que son falsos/malos. Pero al igual que un cuchillo no es malo en sí mismo, aunque puede ser utilizado de una mala manera por un hombre con corazón de asesino, así también la lógica y la razón no son malas en sí mismas, a pesar de que pueden ser utilizadas de manera indebida por aquellos cuyos corazones se oponen a Dios.
Esta no es una razón para evitar la razón y la lógica, sino para abrazarlas. Sólo si utilizamos adecuadamente las facultades mentales que nuestro Dios nos ha dado, seremos capaces de ver cuando el incrédulo está abusando de la lógica y de la razón, y seremos capaces de señalar el error. Como notó C. S. Lewis, «la buena filosofía debe existir, y no es por otra razón, porque la mala filosofía tiene que ser refutada.» Y una vez que el error del incrédulo ha sido señalado y reconocido, él tiene la oportunidad de alinear su voluntad con lo que sabe que es verdadero, o persistir en la negación y el autoengaño. La elección es suya, pero el uso adecuado de la razón por parte de los cristianos, puede ayudar a traerle a ese valle de la decisión.
Como cristianos, debemos abrazar la lógica y la razón -junto con la revelación- como siervos de la verdad. La razón y la lógica, cuando se utilizan correctamente, siempre van a reforzar la verdad, no la van a destruir.