Por Víctor Vega
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. (2. Corintios 5.17-21)
“Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”. (Marcos 1:35).
“He aquí, el arca del pacto del Señor de toda la tierra pasará delante de vosotros en medio del Jordán. Tomad, pues, ahora doce hombres de las tribus de Israel, uno de cada tribu. Y cuando las plantas de los pies de los sacerdotes que llevan el arca de Jehová, Señor de toda la tierra, se asienten en las aguas del Jordán, las aguas del Jordán se dividirán; porque las aguas que vienen de arriba se detendrán en un montón. (Josué 3:11-13).
“La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, Y a ellos hará conocer su pacto”. (Salmos 25:14).
Introducción
“Comunión” significa: relación, lazo, unión, afinidad, correspondencia, trato, similitud.
La comunión diaria con Dios, significa que el trato, la relación, la afinidad y la unión con Dios, debe ser cada día de la semana, de tal forma que nos compromete y nos responsabilice con Él.
Jesús, en un momento que comentaba sobre la vida de Juan el Bautista, dijo:
“Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan”. (Mateo 11:12).
Creo firmemente que ese “hasta ahora”, permanece aun hasta ahora (hasta nuestros días). El reino de Dios sigue sufriendo violencia (ataques), por lo que uno necesita estar decidido y definido con respecto a Dios, para no ser movido por las propagandas del modernismo y de las cosas sin sacrificio que nos apartan de nuestra comunión con Dios.
El mundo entero esta revolucionado por la tecnología y las maneras de hacer las cosas sin mucha dificultad y a la distancia. Con un solo clic, se pueden hacer muchísimas diligencias desde la casa, de una manera fácil y rápida. Aun desde la misma cama con un control, se pueden abrir y cerrar puertas, ver lo que está sucediendo al otro lado del planeta, y hasta comunicarse con los seres queridos que viven en otros continentes, etc.
Lo que no se puede hacer, es abrir las puertas de la comunicación con Dios de esa manera tan cómoda. Lastimosamente en los últimos tiempos que estamos viviendo, se están levantando creyentes que saben de todo lo que es la tecnología, pero no pueden entrar en una buena comunión con Dios. Sus oraciones son hasta “tecnológicas” y sus enseñanzas puramente sicológicas.
Sin tener la idea de ofender a nadie, aunque es importante la tecnología (pues hasta nosotros mismos estamos aprovechando sus ventajas), nada debe suplantar la comunión que todo creyente debe tener con Dios. No podemos tener más comunión con el televisor o la computadora (junto con el Internet) que con Dios.
Cuando el ministro de Dios se para desde un pulpito, solo puede hablar de aquello con lo que más está relacionado, porque de la abundancia de lo que está en su corazón, es de lo que hablará su boca, y ese es el efecto que producirá
La comunión con Dios es Indispensable Primero, Pues nos Ayudará a Discernir Nuestra Comunión con los Hombres
El apóstol Pablo dijo que Dios nos dio el ministerio de la reconciliación. Es decir, el trabajo de los ministros de Dios es tan importante, que una equivocación puede costar un valor más alto que todo el oro del mundo. Un alma vale más que todo lo que tenga valor en el universo creado por Dios.
El apóstol Pablo dijo: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. (2. Corintios 5:17).
¡Ya estamos en Cristo! ¡Ya somos nuevos! ¡Ya las cosas viejas pasaron! Por eso, ya no debemos tener comunión con el mundo, ni estar enlazados (o teniendo afinidad) con las cosas paganas de esta vida. Hemos nacido de nuevo, para ser ganadores y no perdedores. Aún las amistades que escogemos, deben ser seleccionadas para que no perdamos la comunión con Dios. El apóstol Pablo dijo a los Corintios: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?” (2. Corintios 6:14).
Dios nos dio el ministerio de la reconciliación, y cuando hablamos de reconciliación, estamos diciendo que hay ofensa o separación del hombre para con Dios, lo cual es verdad, pues el apóstol Pablo dijo: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. (Romano 3:23).
Me gusta mucho la palabra evangelio, que significa buena noticia ¡La buena noticia, es que hay posibilidad de reconciliación! ¡Hay posibilidad de hacer las paces con Dios! Las ofensas del pecado, pueden ser cubiertas con la sangre de Jesucristo.
Esta labor es tan importante como hermosa, pero no se puede hacer, a menos que el embajador, el ministro, tenga buena comunión con el que pagó el precio.
Juan el Bautista predicaba: “arrepentíos, porque el Reino de los Cielos se ha acercado” (Mateo 3:2), pero él no salió de repente predicando entre las gentes. Él fue un varón preparado en el desierto, consagrado, dedicado, que sabía lo que decía y sabía sobre quién predicaba, al punto de declarar que él no era digno de desatar la correa del calzado de Cristo (Marcos 1:7, Lucas 3:16, Juan 1:27, Hechos 13:25).
La Oración: Un Medio de Comunión
Hoy, el mundo necesita de hombres consagrados en plena comunión con Dios, que vengan ante Él con oración genuina, con corazón quebrantado, derramado cada día en la presencia de Dios.
La única manera de lograr buena comunión con Dios, es por medio de la oración constante. Es la oración la que produce unción sobre los creyentes en general.
Desde el comienzo de su ministerio, nuestro Señor Jesús (aunque era Dios manifestado en carne), desde su humanidad pura y perfecta nos da el mejor ejemplo de comunión con el Padre. Infinidades de veces, la Biblia menciona que Jesús oraba desde muy temprano.
La oración es hablar con Dios; el hablar con Dios es la comunicación, la conversación del hombre con el Ser Divino. A través de la oración, Dios declara su buena voluntad y los planes que tiene para la iglesia, para nuestro ministerio y para la familia que él nos ha entregado. Por medio de la oración, se nos pega la forma de ser de nuestro Señor Jesucristo, al punto que llegamos a ser como Él. Nuestros rostros son alumbrados y nuestros pensamientos son cambiados, de tal manera que llegamos a soportar menos el pecado y amamos más la Ley de Dios y sus dichos. Por eso el salmista dijo que la comunión íntima de Jehová es con los que le temen. (Salmos 25:14).
En cierta ocasión, mientras Jesús oraba, su rostro y aun hasta sus vestidos fueron cambiados. “Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente” (Lucas 9:29). ¿Qué cree usted que sucederá si nos dedicamos más a la oración?
Está claro que la verdadera comunión con Dios, viene a través de la oración genuina del creyente con Dios. Hoy por hoy, no podemos dejar de lado este concepto de comunión. Todos los grandes hombres de Dios, fueron de mucha oración; así Dios les declaraba lo que haría. Con Abraham lo hizo, cuando se disponía a destruir a Sodoma: “Y Jehová dijo: ¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer?” (Génesis 18:17). Ningún varón o mujer grande de Dios, fue grande sin la oración. La oración hace que la gloria de Dios esté con él en donde quiera que esté.
Un ministro de Dios que está consagrado, que mantiene una comunión con Dios, tiene asegurada la victoria en todas las batallas de la vida. Puede llegar a decir abiertamente las palabras dichas por el apóstol Pablo: “Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos”. (Romanos 14:8).
Las Acciones Determinan la Comunión
En el Antiguo Pacto con Israel, para Dios tener comunión con su pueblo, les dio el tabernáculo. Desde el Arca del Pacto que estaba en el lugar Santísimo, Dios mostraba su voluntad y comunión, y el camino que debían seguir. Definitivamente el creyente debe estar enlazado, unido en relación íntima con Dios.
Cuando el pueblo de Israel iba a entrar a tomar posesión de la tierra prometida, el Señor les dijo que el Arca debía pasar primero sobre el cauce del río Jordán (Josué 3:11-13). El arca representa la misma presencia de Dios, por lo tanto cuando el río Jordán sintió que la gloria de su Dios creador pasó sobre él, tuvo que detenerse. El río también representa los problemas y dificultades que retrasan la obra de Dios. Sin embargo, si tenemos comunión con Dios, no hay fuerzas naturales o artificiales que puedan anegarnos o impedirnos que entremos para recibir las promesas dadas por Dios a nuestras vidas.
Cuando la Comunión con Dios Está Definida
La comunión definida con Dios, se puede expresar con las palabras del profeta Isaías.
“Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador; a Egipto he dado por tu rescate, a Etiopía y a Seba por ti. Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida. No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu generación, y del occidente te recogeré. Diré al norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra, todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice. (Isaías 43:1-7).
Está claro que la comunión con Dios nos hace fuertes en medio de un mundo hostil que ha desafiado la santidad de Dios, y ha degenerado la verdad de Dios y su Nombre. Aun en este medio, podemos tener comunión con Dios, y una buena comunión con los hombres, para que Dios añada a su iglesia a los que ha de ser salvos.
La Comunión con Dios en el Inicio de la Iglesia
La iglesia en su comienzo, nos da el verdadero ejemplo de comunión.
“Y estando juntos, [Jesús] les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días”. (Hechos 1:4-5).
Aunque los apóstoles habían estado con Jesús durante su ministerio en la tierra, tenían que tener la comunión con Dios dentro de sus corazones para lograr conmover a su mundo contemporáneo.
“Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”. (Hechos 2:46-47).
La presencia de Dios, nos hace sabios para tratar con los hombres que Dios añadirá a la iglesia. La comunión que tenían los apóstoles, podía declarar al mundo que aunque no fueran ricos en plata ni oro, tenían el tesoro más precioso, el poder del Nombre de Jesús.
“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”. (Hechos 2:42).
¿Es Posible Continuar el Modelo Apostólico?
Sí, creo que sí se puede seguir el modelo apostólico de la comunión con Dios y con los hombres. En la iglesia de Antioquia, los discípulos comenzaron a ser vistos como Cristo, y por eso les pusieron el sobrenombre de cristianos. Se notaba a la distancia que ellos mantenían una comunión fuerte y genuina con Jesucristo, hasta el punto de ser muy parecidos en sus formas de ser y de actuar con Él.
Hay un dicho popular que dice: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. Los rasgos de nuestro maestro se nos pegarán en la conducta de nuestro proceder, si no nos apartamos de Él. Nuestro proceder demuestra con quien está nuestra comunión.