Por Jason Dulle



Hay diferentes aspectos o manifestaciones de legalismo. Las siguientes son las más notables:



1. Una confianza en nuestras propias acciones creyendo que con ellas merecemos la gracia de Dios, en lugar de confiar en el nombre de Jesús y su obra en el Calvario.



2. Intentar establecer una relación con Dios basada en las obras, en lugar de basarla en la fe (una extensión del punto anterior).



3. Confundir las convicciones/persuasiones personales con los mandamientos bíblicos, atribuyendo la misma autoridad para ambas categorías.



4. Imponer normas morales extra-bíblicas sobre los demás cristianos (una extensión del punto 3).



La diferencia entre las formas No. 3 y 4 de legalismo, se podría resumir como "privado vs. público". La forma No. 3 de legalismo, es cuando uno está personalmente confundido y no es capaz de distinguir la diferencia entre los mandamientos bíblicos y las convicciones/persuasiones personales. La forma No. 4 de legalismo es una extensión de la tercera, que se manifiesta cuando el individuo que padece la forma No. 3, convierte su confusión personal en un mandamiento público, exigiendo a todos los santos que están dentro de su autoridad/influencia que cumplan con sus normas extra-bíblicas.



Ejemplos de Legalismo



Algunos de nosotros estamos familiarizados con el famoso cómic de Jeff Foxworthy. Mientras que él tiene su famosa prueba de palurda ("usted podría ser un palurdo, si…"), yo tengo mi no tan conocida prueba de legalismo ("usted podría ser un legalista, si…"). Estas son algunas ilustraciones de los cuatro tipos de legalismo mencionados anteriormente.



1. Si usted piensa que debe ser lo suficientemente bueno, o hacer un cierto número de buenas obras para ser salvo y/o mantener su estado de salvación ante Dios… podría ser un legalista. Si cuando usted peca siente que no puede presentarse delante Dios hasta que haya cumplido con algún tipo de período de prueba para recuperar su mérito… usted puede ser un legalista.



2. Si cuando usted piensa en la manera en que Dios lo ve, sólo puede pensar en sus obras buenas o malas, en vez de pensar en su aceptación delante de Dios por medio de Jesucristo… podría ser un legalista.



3. Si usted eleva las tradiciones cristianas (en particular las tradiciones morales) a un estado que las pone a la par con las enseñanzas de la Escritura… usted puede ser un legalista.



4. Si usted requiere que otros vivan de la misma manera como usted lo hace, y sin embargo usted no puede encontrar que dichos comportamientos sean prescritos o prohibidos en la Biblia… podría ser un legalista.



El Legalismo es Una Tendencia Universal de la Humanidad



El legalismo es común a todos nosotros en un grado u otro, ya que este es coherente con la naturaleza humana. Queremos hacer todo lo posible por medio de nosotros mismos, es decir, queremos ser autosuficientes. Incluso esto es evidente en los niños pequeños, que cuando la mamá o el papá tratan de hacer algo por ellos, suelen decir con gran ira y vigor: "¡Yo lo hago! ¡Yo puedo hacerlo!". Los seres humanos queremos tener el control. Es por eso que desde el comienzo el hombre se rebeló contra Dios, no queriendo que Dios sostuviera ese lugar de autoridad sobre nosotros. Así que cuando nos fijamos en las buenas obras, tratamos con ellas como la forma en que podríamos controlar nuestra salvación. Si somos malos perdemos la salvación, si somos buenos nos la ganamos.



Es por eso que es difícil de aceptar por parte de nosotros el mensaje de salvación por la fe en Cristo aparte de las buenas obras. Queremos ser capaces de tener cierto control sobre nuestra salvación, para por así decirlo, hacer algún tipo de contribución. Sin embargo el evangelio dice: "Cristo lo hizo todo y no hay nada más que usted pueda añadir. Usted debe aceptar lo que Cristo hizo por usted, o morirá en sus pecados". Es por eso que en Gálatas 5:3-4, Pablo señaló que si usted confía en sus propias obras (la circuncisión en el caso de los Gálatas) usted no sacará ganancia de la obra de Cristo. Él dijo que aquellos que confiaron en sus obras (la circuncisión) habían caído de la gracia. ¿Por qué?, porque estaban confiados en lo que ellos mismos podían hacer, intentando alcanzar por sus propias obras una recompensa (la salvación), en vez de confiar en lo que Dios hizo por ellos aceptando la salvación como lo que es, un don gratuito e inmerecido de parte de Dios. Las personas con una mentalidad legalista, olvidan que Dios es quien justifica al impío (Romanos 4:5), pensando más bien que ellos deben hacerse a sí mismos santos para entonces lograr que Dios los acepte.



Las obras se oponen a la fe/gracia. (Aquí estoy tomando el significado de “obras”, en el sentido de querer hacer las cosas bien con la idea de que al hacer así ganaremos el favor de Dios, pero no en el sentido de una obediencia a los mandamientos de Dios por un amor hacia Él y en la apreciación de su acto de salvación para nosotros). Las obras son la antítesis de la gracia. Estas son como el agua caliente y el agua fría. Usted puede obtenerlas a ambas del mismo grifo, pero no al mismo tiempo. Si está obteniendo agua fría no puede obtener a la vez agua caliente. Si está obteniendo agua caliente, no puede obtener a la vez agua fría. Del mismo modo, si usted basa su relación con Dios sobre las obras, no puede recibir la gracia. Pero si usted basa su relación con Dios sobre la fe, no hay lugar para las obras. Las obras requieren una recompensa, la gracia no. No podemos ser salvos por nuestras propias obras, porque esta no es la manera en la que el hombre puede apropiarse de la salvación. La salvación solamente es presentada como un don gratuito que proviene de Dios. Usted no puede dar un regalo a alguien que se lo ha ganado (Romanos 4:1-8). Así que cuando usted obra para alcanzar la salvación, Dios no le puede dar la salvación porque esta es gratuita y no es una recompensa por su buen comportamiento. Es por eso que la gracia no puede estar en presencia de las obras. Si usted confía en su propio esfuerzo para alcanzar su justificación delante Dios, usted ha caído de la gracia.



La Obediencia no es Una Obra



A partir de mi renuncia a las obras en el párrafo anterior, muchas personas entienden mal el significado bíblico de "obras". Con demasiada frecuencia en los círculos evangélicos, esto se interpreta en el sentido de "cualquier cosa que nosotros hagamos". Esto no es cierto. Una definición más precisa sería "cualquier cosa que nosotros hagamos para ganar nuestra salvación". La palabra clave es "ganar". Cuando esto se entiende mal, se puede dar lugar a enseñanzas falsas. Por ejemplo, en la Biblia aparece bastante claro que el bautismo es parte de la salvación (Hechos 2:38; Marcos 16:16; 1. Pedro 3:21), porque este implica la remisión de los pecados y la muerte al dominio del pecado sobre nuestras vidas (Romanos 6). Este logra una realidad espiritual y no es sólo una confesión pública de la fe en Cristo. Sin embargo, algunos teólogos han hecho uso de un poco de imaginación exegética para moverse en contra de la clara enseñanza de la Escritura, ya que ellos dicen que si el bautismo es algo que nosotros hacemos para alcanzar nuestra salvación, entonces el bautismo es una obra. Ya que la Escritura es clara de que no somos salvos por las obras, entonces ellos llegan a la conclusión de que el bautismo no es parte de la salvación. Eso es lo que sucede cuando una obra se define como "cualquier cosa que nosotros hagamos". Pero el uso de esta definición extra-bíblica para las obras, no sólo haría que el bautismo aparezca como una obra, sino que haría que el arrepentimiento también aparezca como una obra, porque es algo que tenemos que hacer para ser salvos. Pero si el arrepentimiento es una obra, la salvación se hace imposible.



Puesto de forma significativa, algunos evangélicos han confundido las obras con la obediencia. Sólo tenemos que preguntarnos: "¿Quién está haciendo la obra durante el arrepentimiento y el bautismo? ¿Somos nosotros o es Dios?" Está claro que es Dios. ¿Qué es entonces lo que nosotros hacemos? Nosotros solamente tomamos la decisión de dar un giro a nuestras vidas confesando nuestros pecados en arrepentimiento, y posteriormente tomamos la decisión de entrar en el agua para ser bautizados. Simplemente estamos siendo obedientes a la Palabra de Dios. No estamos contribuyendo en nada para nuestra salvación. Nosotros no hacemos más que ponernos en el lugar donde Dios nos puede dar libremente su salvación. Es por eso que Pablo habló de "la obediencia a la fe" (Romanos 1:5). La verdadera fe conduce a la obediencia, pero aquella obediencia no es alguna obra, porque la obediencia en sí misma no nos hace ganadores de la salvación por nuestros propios méritos. Es evidente que cuando nos arrepentimos y nos bautizamos, no estamos contribuyendo en nada para nuestra salvación. No hay ninguna obra involucrada, sólo obediencia. Dios es el que realiza la obra espiritual. Si utilizamos la común definición extra-bíblica de "obras" junto con su aplicación consistente, esta nos conduciría a la conclusión de que no tenemos que arrepentirnos, ser bautizados u obedecer cualquiera de los mandamientos que se encuentra en las Escrituras. Evidentemente este no es el caso. Cuando nos arrepentimos, Dios es el que es misericordioso para con nosotros. Cuando somos bautizados, Dios es el que realiza la obra espiritual de perdonar nuestros pecados. Cuando vivimos conforme al derecho, lo hacemos solamente porque Dios nos da la gracia para hacerlo, y por el amor a Dios que nos salvó. Es sólo cuando pesamos que por ser obedientes, Dios nos recompensará dándonos la salvación con base en nuestras obras, que esta aparente obediencia se convierte en “obras” en el sentido bíblico de la Palabra.



El Conservadurismo no es Legalismo



Otra cosa que los cristianos a menudo confunden, es el conservadurismo con el legalismo. Esto es lamentable. Hay diferencia entre una persona moralmente conservadora y una persona legalista, aunque para la mayoría de los cristianos sean la misma cosa. La diferencia no está en sus acciones per se, sino en la manera como ellos piensan en sus acciones (su mentalidad). El legalista piensa que su recto comportamiento puede concederle el favor de Dios que de otro modo no hubiera conseguido, o cree que su recto comportamiento le puede conceder la salvación. Mientras tanto, un individuo moralmente conservador, entiende que ninguna cantidad de buenas obras puede ganar un favor de Dios, y que nadie puede hacer buenas obras sin la gracia de Dios, pero también entiende que tenemos que hacer buenas obras porque hemos sido salvados (Efesios 2:9-10). Para este, las buenas obras individuales son un acto de amor hacia un Dios lleno de gracia, porque hemos sido salvados por Él, y no por algunos logros personales que deberíamos cumplir para poder ser salvos.



No hay duda de que debemos ser santos, y que la santidad aplica a todas las áreas de nuestra vida. Sin embargo, muchos cristianos no aplican consistentemente los principios bíblicos de la santidad en sus vidas. Ellos no los aplican cuando se trata de los lugares que frecuentan, lo que dicen, lo que ven, lo que escuchan, lo que hacen, cómo se ven, etc. Cuando ellos se encuentran con otros cristianos que sí están preocupados por aquellas áreas y de la aplicación de los principios bíblicos sobre las mismas, fácilmente los identifican como legalistas o simplemente como conservadores, y muestran un tipo de desprecio contra ellos como si fueran demasiado radicales. No creo que haya personas que sean del todo conservadoras o también radicales. Pienso que la mayoría de nosotros estamos demasiado relajados cuando se trata de ser santos. Aquellos que a menudo catalogamos como conservadores o ultraconservadores, simplemente son consecuentes con su santidad, y no la están relegando a cierta parte de sus vidas pasando por alto la aplicación de la santidad a las demás áreas. Pero cuando usted está en el extremo izquierdo, a los que están a la derecha les parece que usted es muy radical, ¡incluso si ellos están sólo moderadamente a la derecha!



No creo que se pueda ser demasiado conservador cuando se trata de la moral bíblica y de la aplicación de los principios bíblicos a cada una de las partes de nuestra vida. Yo no me opongo a los ultra-conservadores en lo más mínimo. De lo que estoy en contra, es que los conservadores se vuelvan legalistas, condenando a los demás que no hacen lo que ellos hacen. Ahí es cuando el asunto se torna feo, y cuando el título de "legalista" es justificado.



Si lo que hacemos, lo hacemos para el Señor, es bueno. Incluso si hay algo que técnicamente no es un pecado ante los ojos de Dios, lo que importa es que si una persona se abstiene de hacerlo porque piensa que está mal, se abstenga de hacerlo como para el Señor. Eso es lo que importa y no si es bueno o malo en sí mismo (ver Romanos 14; 1. Corintios 8, 10). Ellos lo están haciendo por causa de Dios, tratando de agradar a Dios, y esa actitud es agradable ante Dios. El conservadurismo o el ultra-conservadurismo sólo se convierten en mal, cuando pensamos que nuestras obras pueden traernos la salvación, o cuando imponemos nuestras normas extra-bíblicas a los demás, o condenamos a los que no se alinean con nuestras propias normas morales personales.

 

Ver también: Legalismo
 

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