Por Julio César Clavijo Sierra
La “doctrina” del dios trino no tiene ningún apoyo bíblico y está basada en siglos de especulación y adulteración de la Santa Escritura. Para encontrar la declaración más antigua que expone claramente lo que hoy se conoce como el “trinitarismo ortodoxo”, uno tiene que llegar a la segunda parte del siglo quinto, pues fue aproximadamente en el 470 d.C. que se formuló el credo o “símbolo de fe” trinitario, conocido como el Credo de Atanasio, que es el escrito en el cual se sustenta la herejía de un dios en tres personas.
El Credo de Atanasio no solo contradice la Palabra de Dios, sino que es contradictorio en sí mismo. El Credo de Atanasio proclama varias fábulas antibíblicas, tales como el mito de “Dios el Hijo” o el “Hijo Eterno”; el mito de tres “personas divinas” con la misma naturaleza, esencia o sustancia; y el mito de las procesiones de las “divinas personas”. De igual forma se hallan en él varias contradicciones internas. Por ejemplo, en cierto lugar proclama que el Hijo es eterno, pero en otro lugar declara que el Hijo fue engendrado. Sin duda alguna, la mayor contradicción (o absurdo) que confiesa, es el de “tres personas” que son cada una llamada Dios y que tienen voluntad propia, siendo todas esas personas omniscientes, omnipresentes y omnipotentes, pero aún así no constituyen tres dioses sino un solo Dios.
Debido a que son evidentes los errores, absurdos y contradicciones de ese Credo, sus partidarios han declarado que uno no se debe preocupar por entenderlo, sino más bien por aceptarlo como si fuera la propia Palabra de Dios. Contrarias a esas pretensiones, la razón por la cual los seguidores del dios trino afirman no poder entender ese Credo confuso, es porque sus argumentos no se encuentran en la Santa Escritura. “Dios no es Dios de confusión sino de paz” (1. Corintios 14:33).
Los cristianos genuinos aun continuamos predicando que toda nuestra doctrina debe estar basada únicamente en la Santa Escritura, tal como lo enseñaron los profetas y los apóstoles (Efesios 2:20), en lugar de estar creyendo en la enseñanza torcida de un escrito extrabíblico que fue producido durante el oscurantismo. Los trinitarios honrarían verdaderamente al Dios vivo, si renuncian de una vez por todas a ese Credo extrabíblico que no se conforma a la Santa Palabra de Dios, y aceptan que existe un solo Dios y Padre, que se manifestó como el Hijo (como un ser humano) para venir a salvarnos (Isaías 9:6).
A continuación vamos a desenmascarar paso a paso, la doctrina del error expuesta en el Credo de Atanasio.
El Credo de Atanasio, dice:
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Todo el que quiera salvarse, ante todo es menester que mantenga la fe Católica; el que no la guarde íntegra e inviolada, sin duda perecerá para siempre. Ahora bien, la fe católica es que veneremos a un solo Dios en la Trinidad, y a la Trinidad en la unidad; sin confundir las personas ni separar las sustancias. Porque una es la persona del Padre y el Hijo y otra (también) la del Espíritu Santo; pero el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo tienen una sola divinidad, gloria igual y coeterna majestad.
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La fe católica, a la cual se refiere el Credo de Atanasio, no es la fe proclamada por la Santa Escritura, sino una fuerte desviación de la verdad. La Biblia nunca habla de ningún “Dios Trino” y el concepto trinitario no aparece por ninguna parte de la Biblia. Mientras que la Biblia confiesa clara, explícita y formalmente que hay un Dios (Deuteronomio 6:4, Isaías 37:6, Marcos 12:29-30, Romanos 3:30, 1. Corintios 8:4, Gálatas 3:20, 1. Timoteo 2:5), nunca jamás trae si quiera la más sencilla formulación trinitaria que confiesa que mientras que Dios es uno, es a la vez la unidad de tres personas. Así la creencia en el dios Trino, es pura imaginación y suposiciones especulativas de hombres que no quisieron conformarse con la sana doctrina (2. Timoteo 4:3-4).
El trinitarismo promueve la creencia en el dios Trino y dice descaradamente que es necesario creer en él para poder ser salvo, pero ese dios jamás es mencionado en la Biblia. El trinitarismo suplanta al Dios verdadero por un dios falso llamado trinidad, al que nunca conocieron ni adoraron los profetas o los apóstoles. Dios le advirtió al pueblo de Israel: “Cuidarás de hacer todo lo que yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás” (Deuteronomio 12:32). Sin embargo el trinitarismo añade algo jamás mencionado en la Escritura, cuando se atreve a decir que Dios es la unidad de tres personas. Los trinitarios mienten cuando afirman amar la Escritura, porque dejando el mandamiento de Dios se aferran a la tradición de los hombres e invalidan el mandamiento de Dios con la tradición que han recibido (Marcos 7:13).
La Biblia enseña que aun cuando se cumplieran las palabras de algún profeta, si el tal profeta indujera al pueblo a adorar a cualquier otro dios, el pueblo de Dios no debía hacer caso a esas pretensiones, ya que Dios estaba probándolos para saber si lo amaban con todo su corazón. Ellos solo debían andar en pos del Dios verdadero para no perder su salvación (Deuteronomio 13:1-4). Dios les mandó que guardaran sus mandamientos y que no invocaran ni honraran a otros dioses (Éxodo 23:13). La ira de Dios vino sobre Israel, porque lo dejaron a Él y adoraron a los dioses de los pueblos que estaban a sus alrededores, provocándole a ira (Jueces 2:12). “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos… Por tanto, amados míos, huid de la idolatría. (1. Corintios 10:11,14).
Los trinitarios son culpables por creer que la Biblia es insuficiente e infantil, y por creer en el dios Trino, que no es el dios que se revela en la Escritura. La “fe” trinitaria es una insolente adulteración de la Palabra de Dios. Cualquier Credo o “símbolo de fe” que proclame estar por encima de la Biblia, o que tiene la llave para interpretar correctamente la Biblia, está exponiendo simplemente un origen antibíblico. Los trinitarios cometen el error de creer en una “fe” basada en el Credo de Atanasio, porque ellos han sido condicionados para aceptar que ese Credo presenta la doctrina sobre Dios de una forma madura, desarrollada, formada, o como una flor doctrinal; mientras que la Biblia solo presenta la doctrina de una manera infantil, embrionaria, no formada, o como un capullo.
Ellos sostienen que ante la ausencia de una declaración trinitaria en la Santa Escritura, algunos hombres que vivieron después de los apóstoles, se dieron a la tarea de formular lo que la Escritura no aclaró, y es que mientras hay un Dios, él consiste en tres personas distintas. Sin embargo, los verdaderos cristianos sabemos que la fe jamás debe estar basada en inventos de hombres sino solamente en la Palabra de Dios que es suficiente y perfecta. “Lámpara es a mis pies tu Palabra y lumbrera a mi camino” (Salmo 119:105).
Es hora de confiar en la Palabra de Dios, y dejar a un lado los artificios y Credos inventados por el hombre: “Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada. Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová” (Jeremías 13:5-7).
Nunca jamás el número uno podrá igualarse con el tres y la Biblia no presenta semejante desfachatez por ninguna parte. Si se quisiera obtener una pluralidad desde una unidad, la única opción posible sería dividir en fragmentos más pequeños la unidad original, pero Dios no está sometido a ninguna división, ya que Él es un solo y único Ser. “El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es” (Marcos 12:29). El trinitarismo es culpable de dividir a Dios y de transgredir el principal mandamiento de la fe cristiana. El trinitarismo tiene un problema aun mayor, cuando por un lado afirma que Dios es un solo Ser que tiene una sola “personalidad”, pero por otro lado afirma que Dios está formado por tres personas divinas que no deben ser confundidas ya que cada una tiene su propia personalidad. La forma en la que ellos explican una sola personalidad resultante de tres personalidades, es declarando que las tres personas están continuamente poniéndose de acuerdo, y que esos acuerdos a los que llegan, son la personalidad del único Ser. Sin embargo, esa exposición aparentemente ingenua, no es más que una horrorosa exposición de politeísmo, y no tiene ningún apoyo bíblico.
Son evidentes los errores con los que empieza el Credo de Atanasio, tanto así que sus mismos adeptos, para ignorar de alguna manera esa carga insoportable, han inventado que dicha teoría no puede ser explicada o entendida, porque se trata de un misterio incomprensible que está por encima de lo que la inteligencia humana puede percibir. A su vez, el trinitarismo ha inventado una nueva “regla de santidad” (que por supuesto no está en la Biblia), que consiste en hacerle creer a la gente que uno llega a ser santo si acepta como dogma de fe la doctrina absurda de la trinidad, renunciando por completo a una búsqueda honesta de la verdad bíblica. Por supuesto, todas esas mentiras no tienen sustento bíblico y contradicen la Palabra de Dios, pues mientras que el principal mandamiento nos invita a utilizar nuestra inteligencia (Marcos 12:30), el dogma antibíblico de la trinidad nos invita a renunciar a su uso.
En efecto, la Biblia usa los términos Padre, Hijo y Espíritu Santo, para referirse a Dios; pero nunca dice que el Padre sea una primera persona, que el Hijo sea una segunda persona, o que el Espíritu Santo sea una tercera persona, como fantasea el Credo de Atanasio. Pensar en tres personas divinas, es el reflejo del desconocimiento de la Palabra de Dios, y la adherencia a una horripilante fábula antibíblica.
La Biblia habla de Dios como el Padre, porque Él es el creador de todo cuanto existe y porque nos sustenta y nos cuida (Isaías 63:16, 64:8). La Biblia habla de Dios como el Espíritu Santo, porque Dios es Espíritu y es Santo (Juan 4:24, Apocalipsis 15:4). Finalmente la Biblia habla de Dios como el Hijo, porque Dios fue manifestado en carne como uno de nosotros, y así como los hijos participaron de carne y sangre, Él también participó de lo mismo para destruir por medio de la muerte, al que tenía el imperio de la muerte, es decir al diablo (Hebreos 2:14-15). En la Biblia, el término Hijo aplicado a Dios, siempre está asociado con la manifestación de Dios en carne como un ser humano (Isaías 9:6, 1. Timoteo 3:16).
La trinidad atenta contra la concepción más elemental de la fe cristiana y es que existe un solo Dios (no pluralizado). De acuerdo con la trinidad, cada una de las “personas divinas” sabe que las otras dos tienen el pleno derecho de sentarse junto a él y de ser Dios. La Biblia habla de una gloria exclusiva (Deuteronomio 32:39, 2. Samuel 7:22, Isaías 42:8), pero en contravía a la Escritura, la trinidad habla de una gloria coigual. La Biblia habla de un solo Rey Eterno, sentado en un solo trono (Salmo 45:6, Isaías 6:1, Apocalipsis 4:2), pero la trinidad sugiere más de un trono, y por lo tanto más de un rey.
El Credo de Atanasio, dice:
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Cual el Padre, tal el Hijo, y también el Espíritu Santo; increado el Padre, increado el Hijo, increado (también) el Espíritu Santo; inmenso el Padre, inmenso el Hijo, inmenso (también) el Espíritu Santo; eterno el Padre, eterno el Hijo, eterno (también) el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no son tres eternos, sino un solo eterno, como no son tres increados ni tres inmensos, sino un solo increado y un solo inmenso. Igualmente, omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente (también) el Espíritu Santo; y, sin embargo no son tres omnipotentes, sino un solo omnipotente.
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Después de que el Credo de Atanasio ha introducido en las mentes de sus seguidores la fábula antibíblica de tres personas que componen un dios, continúa acrecentando sus errores, cumpliendo la Escritura que dice: “mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados” (2. Timoteo 3:13).
En esta porción, el Credo de Atanasio expone el mito contradictorio de los tres eternos, omnipresentes y omnipotentes; que finalmente son un solo eterno, omnipresente y omnipotente.
La Santa Escritura, siempre habla del Dios Eterno (Génesis 21:33, Isaías 40:28, Romanos 16:26), del Dios omnipresente (Salmo 139:7-12) y del Dios omnipotente (Génesis 28:3, 35:11, Éxodo 6:3, Ezequiel 10:5), pero nunca expresa que hayan tres personas que gocen de esos atributos.
La fantasía trinitaria no tiene sentido ya que la única vez que en la Biblia aparece el término Padre Eterno, este se aplica al Señor Jesús (Isaías 9:6), porque Jesús es el Padre Eterno que fue manifestado como un Hijo cuando llegó el tiempo preciso para que se cumplieran las profecías antiguas, que enseñaban que Dios mismo vendría a salvar y que cuando Él se manifestara en forma de Hijo, en forma de hombre, en forma de siervo, Él nos revelaría su gran nombre salvador (Isaías 35:4, 52:6, 53:22). El término Espíritu Eterno que aparece en Hebreos 9:14, sólo nos enseña que la naturaleza divina de Cristo fue la que le ayudó a superar la flaqueza de su naturaleza humana, y por eso Él obtuvo la fortaleza para ofrecerse como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. La Biblia también habla del Rey Eterno (Jeremías 10:10), y no por eso a ninguno se le ocurriría la tontería de pensar que esa es una referencia a una nueva persona eterna.
El término Hijo Eterno es antibíblico, pues el Hijo se refiere a la manifestación de Dios en carne, la cual tuvo su comienzo cuando Cristo, el hombre perfecto (Efesios 4:13), fue engendrado en María. El Santo Ser que nació fue llamado Hijo de Dios (Lucas 1:35). El término Hijo, aplicado al Señor Jesús, siempre indica que él es un verdadero ser humano, que como todos los seres humanos fue engendrado (Juan 3:16), fue concebido por una mujer (Gálatas 4:4), nació (Mateo 1:21-23), creció (Lucas 2:52), comió y bebió (Mateo 11:19) y murió (Romanos 5:10). El Hijo, como todos los demás hijos (es decir, como los demás hombres), participó de carne y sangre para poder redimirnos (Hebreos 2:14-15), pero su gran diferencia, es que él nunca hizo pecado ni se halló engaño en su boca (1. Pedro 2:22). Según el plan de Dios, sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados (Hebreos 9:22), pero ningún ser humano podía derramar sangre inocente a favor de la humanidad, por cuanto todos hemos pecado (Romanos 3:23). Por esta razón, Dios se preparó un cuerpo para entrar en el tiempo siendo semejante a nosotros (Hebreos 2:14-15), viviendo una vida humana en santidad, y por medio de su sacrificio en el cual se derramó sangre inocente, podemos obtener el perdón de Dios, sin que Dios comprometa su justicia (Romanos 3:25, Hebreos 10:10-20). No hay ningún Hijo Eterno, pero Aquel que se manifestó como el Hijo es el único Dios Eterno (Isaías 40:1-5, Miqueas 5:2, Zacarías 9:9).
El delirio de tres personas omnipresentes (o inmensas), es anulado cuando la misma Escritura enseña que Dios es el único Espíritu Omnipresente. Sólo hay un Espíritu, no tres “Espíritus” (1. Corintios 12:13; Efesios 4:4). El Rey David habló de la omnipresencia de Dios cuando dijo: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra (Salmo 139:7-10). Salomón también habló de la omnipresencia de Dios, al declarar: “Pero ¿es verdad que Dios morará sobre la tierra? He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que yo he edificado?” (1. Reyes 8:27). El Nuevo Testamento presenta a Jesús como el omnipresente (Mateo 28:20, 18:20), porque Él es el único Dios que fue manifestado en carne. Así como el templo de Salomón no pudo contener la grandeza de Dios, el templo de carne que Dios tomó cuando asumió la condición de Hijo, tampoco podía contener la inmensidad de Dios (Juan 2:19-21) quien llena todo el universo.
La fábula de tres personas omnipotentes, es una absoluta contradicción. Cuando se habla del Omnipotente o del Todopoderoso, indicamos que ese Alguien, ostenta todo el poder de manera exclusiva. Si decimos que existe una persona que tiene todo el poder, pero simultáneamente hay otras dos personas todopoderosas, entonces por definición, ninguna sería todopoderosa, sino que serían parcial e igualmente poderosas. Contraria a la fábula de tres personas omnipotentes, y en consonancia con el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne (1. Timoteo 3:16), el Nuevo Testamento presenta al Señor Jesús como el Dios Omnipotente (Apocalipsis 1:8; Lucas 4:39-55, 7:14-15; Mateo 8:26-27).
El Credo de Atanasio, dice:
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Así Dios es el Padre, Dios es el Hijo, Dios es (también) el Espíritu Santo; y, sin embargo, no son tres dioses, sino un solo Dios; Así, Señor es el Padre, Señor es el Hijo, Señor (también) el Espíritu Santo; y, sin embargo, no son tres Señores, sino un solo Señor; porque así como por la cristiana verdad somos compelidos a confesar como Dios y Señor a cada persona en particular; así la religión católica nos prohibe decir tres dioses y señores.
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En esta porción, el Credo de Atanasio expone el mito de tres personas cada una llamada “Dios” y “Señor”, pero que no son tres dioses o señores, sino un solo Dios y Señor. Dicha declaración es completamente absurda y antibíblica, y demuestra que los trinitarios están dispuestos a aceptar dogmáticamente la trinidad aun sin apoyo bíblico.
Las veces que la Escritura utiliza los términos Dios o Señor, se refiere siempre a un solo Ser, pero nunca a ninguna de “tres personas divinas”. El Credo trata de engañar a los desprevenidos, a los indoctos, a los ingenuos, a los inconstantes y a los incrédulos, haciéndoles creer que se apoya en la verdad cristiana, o que se basa en la Palabra de Dios. Francamente la única razón por la cual un trinitario se traga semejante disparate, es porque la tradición recibida por la “religión católica” le prohíbe decir otra cosa distinta.
La Biblia sostiene que hay un sólo Ser al que debemos llamarle Señor y ese uno es Dios. “Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.” (Marcos 12:29). Ese solo texto de la Escritura nos habla de un solo Dios que es el solo Señor, pero nada nos dice sobre algún dios Trino, o sobre tres personas, cada una llamada “Dios” y “Señor”. En consonancia, el apóstol Pablo escribe: “Un Señor, una fe un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos” (Efesios 4:5-6). También nos enseña que sólo hay un Dios, el Padre, y un Señor Jesucristo (1. Corintios 8:6). Así, la Biblia confiesa claramente que Jesucristo es el único Señor (y no una de tres personas llamadas cada una “Señor”). Si Jesús es el único Señor, es porque a la vez Él es el único Dios, y si es el único Dios, es porque Él es el Padre, ya que no hay más Dios que el Padre. Jesús es el Padre mismo manifestado en carne (Isaías 9:6, Mateo 1:23).
Los trinitarios no han podido comprender esta verdad bíblica, porque todavía tienen un velo puesto que no les deja ver claramente, pues cuando ellos leen la Escritura, lamentablemente la reinterpretan con las mentiras expuestas en el Credo de Atanasio. “Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará, porque el Señor es el Espíritu; y dónde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2. Corintios 3:1).
El Credo de Atanasio, dice:
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El Padre, por nadie fue hecho ni creado ni engendrado. El Hijo fue por solo el Padre, no hecho ni creado, sino engendrado. El Espíritu Santo, del Padre y del Hijo, no fue hecho ni creado, sino que procede. Hay, consiguientemente, un solo Padre, no tres padres; un solo Hijo, no tres hijos; un solo Espíritu Santo, no tres espíritus santos; y en esta Trinidad, nada es antes ni después, nada mayor o menor, sino que las tres personas son entre sí coeternas y coiguales,
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En esta sección, el Credo de Atanasio promueve el mito contradictorio de las procesiones de las divinas personas. Si una persona procede de otra o de otras, nunca jamás la persona que procede podrá ser eterna, pues la procedencia indica necesariamente que se tuvo un comienzo.
De acuerdo con la teoría del Credo de Atanasio, el “Padre trinitario” es el principio sin principio, pero de él procede el “Hijo trinitario” por medio de un proceso al que el trinitarismo llama engendramiento eterno. Para colmo de males, el trinitarismo presenta una controversia interna, pues algunos de sus seguidores (la Iglesia ortodoxa griega) enseñan que el “Espíritu trinitario” procede del “Padre trinitario”, mientras que la mayoría de sus seguidores (Iglesia Católica Romana y Protestantes Trinitarios), enseñan que el “Espíritu trinitario” procede simultáneamente del “Padre trinitario” y del “Hijo trinitario” por medio de un proceso al que ellos llaman espiración.
El mito de un Hijo eternamente engendrado, es otra de las torpes fábulas promovidas por el Credo de Atanasio, pues las palabras generación y eternidad son diametralmente opuestas y mutuamente excluyentes. Decir que el Hijo fue generado en la eternidad es un absurdo, pues la frase “Hijo eterno” es absolutamente contradictoria. El término Hijo, lleva intrínseca la idea de un principio, y la idea de generación en el Padre, indica que el Hijo no pudo llegar a ser sin que antes existiera el Padre. Así, combinar Hijo con eternidad es simplemente una necedad. Contraria a esta vil mentira del Credo de Atanasio, la Biblia enseña que el Hijo fue engendrado en el tiempo, cuando el Espíritu Santo fecundó en María a un ser humano perfecto (Mateo 1:20-21, Lucas 1:35), que así como los demás hijos (u hombres), participó de carne y sangre (Hebreos 2:14).
De manera similar, la fábula de la procesión del Espíritu Santo, ya sea a partir de una o dos “personas”, se basa en el desconocimiento que tiene la trinidad del solo Dios que es Espíritu y es Santo (Juan 4:24, Efesios 4:4). Hay un solo Dios eterno y es el Espíritu Santo. Afirmar que él procede de alguien, es desconocer las Escrituras y el gran poder de Dios.
El Credo de Atanasio, dice:
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de suerte que, como antes se ha dicho, en todo hay que venerar lo mismo la unidad de la Trinidad que la Trinidad en la unidad. El que quiera, pues, salvarse, así ha sentir de la Trinidad.
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Es sorprendente ver como los trinitarios creen en tantas tonterías, pensando que así se van a salvar, pero no se han preocupado por creer verdaderamente en la Bendita y Eterna Palabra de Dios.
La Biblia jamás enseña que para ser salvo hay que creer en algún dios Trino o en alguna Trinidad, sino que más bien nos advierte que debemos huir de la idolatría y que no debemos contaminarnos con los dioses falsos (1. Corintios 10:14, 1. Juan 5:21). El Credo de Atanasio alucina que para ser salvos y para ser ortodoxos debemos creer en la Trinidad, pero esa falsa doctrina no está en la Biblia. Sin embargo, lo que si está en la Biblia, es que si deseamos ser salvos, debemos aceptar a Jesús como el único y verdadero Dios, ya que Él mismo dijo: “si no creéis que Yo Soy en vuestros pecados moriréis” (Juan 8:24).
La doctrina confusa de la trinidad no proviene de Dios, pues Dios no es Dios de confusión sino de paz (1. Corintios 14:33). La trinidad proviene de Satanás quien es padre de mentira (Juan 8:44) y el enemigo de nuestras almas (Mateo 13:25).
“Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2. Corintios 4:3-4).
El Credo de Atanasio, dice:
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Pero es necesario para la eterna salvación creer también fielmente en la encarnación de nuestro Señor Jesucristo. Es, pues, la fe recta que creemos y confesamos que nuestro Señor Jesucristo, hijo de Dios, es Dios y hombre. Es Dios engendrado de la sustancia del Padre antes de los siglos, y es hombre nacido de la madre en el siglo: perfecto Dios, perfecto hombre, subsistente de alma racional y de carne humana; igual al Padre según la divinidad, menor que el Padre según la humanidad.
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El Credo de Atanasio sueña con confesar la fe recta, pero miente por completo, pues lo que hace es corromper el pensamiento de los trinitarios, para que crean en Jesucristo como una “segunda persona” que se encarnó, pero no como Dios mismo manifestado en carne.
La Biblia enseña que el Padre mismo se manifestó en carne (Isaías 9:6, Mateo 1:23), y por eso Jesucristo es Dios verdadero y hombre verdadero. Jesús no es ningún “Dios engendrado” (como lo expresa erróneamente el Credo de Atanasio) sino el Dios único, que se mostró a la humanidad tomando forma de siervo hecho semejante a los hombres (Filipenses 2:7).
Jesús no es alguien distinto al Padre, sino el verdadero Dios que se manifestó simultáneamente como Padre y como Hijo, como Dios y como hombre (Juan 10:30). Por eso, Jesús dijo que quien lo ha visto a Él ha visto al Padre (Juan 12:45, 14:9), porque el Hijo es el Padre manifestado en carne. Por esta razón el Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Padre (Juan 10:38, 14:11).
El Credo de Atanasio, dice:
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Mas aun cuando sea Dios y hombre, no son dos, sino un solo Cristo, y uno solo no por la conversión de la divinidad en la carne, sino por la asunción de la humanidad en Dios; uno absolutamente, no por confusión de la sustancia, sino por la unidad de la persona. Porque a la manera que el alma racional y la carne es un solo hombre; así Dios y el hombre son un solo Cristo.
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Debido a que el Credo de Atanasio, tuerce el concepto de Dios, para decir que cada una de las personas imaginarias de la Trinidad puede ser llamada “Dios”, lo que realmente ese Credo absurdo quiere decir en esta porción, es que “la segunda persona” de la Trinidad y el hombre son un solo Cristo.
Contraria a esta otra declaración antibíblica del Credo de Atanasio, la Biblia nos enseña que Cristo es el hombre perfecto (Efesios 4:13), el Ungido, la imagen del Dios invisible (2. Corintios 4:4, Colosenses 1:15) y la manifestación de Dios en carne (Romanos 5:15, 1. Timoteo 2:5).
El Credo de Atanasio, dice:
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El cual padeció por nuestra salvación, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos, está sentado a la diestra de Dios Padre omnipotente, desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos, y a su venida todos los hombres han de resucitar con sus cuerpos y dar cuenta de sus propios actos, y los que obraron bien, irán a la vida eterna; los que mal, al fuego eterno.
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La doctrina herética de una “segunda persona” viniendo a salvar al hombre, no es ninguna prueba verdadera de la encarnación ni de la expiación de nuestros pecados, sino una aberrante caricatura e imitación barata del misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne (1. Timoteo 3:16).
El Credo de Atanasio, dice:
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Esta es la fe católica y el que no la creyere fiel y firmemente no podrá salvarse."
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La falsa iglesia cristiana que no ha querido conformarse a la Escritura, desarrolló una “doctrina” en la que no fue dirigida por el Espíritu Santo, sino por el espíritu de error, y por eso el resultado fue un dogma confuso que presenta a otro dios (el dios falso de la trinidad) y enseña “otro evangelio” (otra supuesta forma de ser salvo).
La Escritura enseña: “No tendrás dioses ajenos delante de mi” (Deuteronomio 5:7). “Guardaos, pues, que vuestro corazón no se infatúe, y os apartéis y sirváis a dioses ajenos, y os inclinéis a ellos” (Deuteronomio 11:16). “Mas si llegares a olvidarte de Jehová tu Dios y anduviereis en pos de dioses ajenos, y les sirvieres y a ellos te inclinares, yo lo afirmo hoy contra vosotros, que de cierto pereceréis” (Deuteronomio 8:19). “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gálatas 1:8-9).
Amigo, si usted ha estado confundido adorando al dios falso de la Trinidad, ahora es el tiempo para que busque al Dios verdadero que puede darle vida y vida en abundancia (Juan 10:10). Acepte a Jesús como el verdadero Dios que se manifestó en carne para venir a salvarle, arrepiéntase de sus pecados, sea bautizado en el nombre de Jesús, y reciba la promesa del Espíritu Santo (Hechos 2:38).
“Mas el impío, si se apartare de todos sus pecados que hizo, y guardare todos mis estatutos e hiciere según el derecho y la justicia, de cierto vivirá; no morirá” (Ezequiel 18:21).