Por Julio César Clavijo Sierra
Capítulo 6 del libro: Historia de la Iglesia del Nombre de Jesús
6. LA IGLESIA DURANTE LOS MOVIMIENTOS DE REACTIVACIÓN EN LA ERA MODERNA
Desde el final de la guerra de los treinta años, 1648 d.C.
Hasta el inicio del movimiento pentecostal moderno 1900 d.C.
Al inicio de este periodo, muchas personas advirtieron que el movimiento protestante había estado ocupado en muchos debates teológicos (inclusive persiguiendo a quienes tuvieran diferentes puntos de vista), pero había descuidado el cristianismo práctico. Ellos sintieron que lo que se estaba proclamando como cristianismo, eran simplemente sistemas de pensamiento intelectual, pero no se estaba haciendo énfasis en la experiencia personal y la relación con Dios que debe tener todo cristiano. Por lo tanto, a lo largo de todo este periodo, varios creyentes experimentaron una restauración significativa del verdadero arrepentimiento y la santidad, se dieron efusiones poderosas del Espíritu Santo, y algunos alcanzaron una comprensión de la Unicidad de Dios y el bautismo en el nombre de Jesús.
Otro hecho bastante influyente en este periodo, fue el del movimiento cultural de la ilustración, que se dio especialmente en el siglo XVIII. Los pensadores de la ilustración, sostenían que la razón humana podía combatir la ignorancia y la tiranía, y construir un mundo mejor. La ilustración tuvo una gran influencia en aspectos económicos, políticos, sociales y religiosos. En el aspecto religioso, muchas personas se vieron movidas a pensar que las ideas teológicas mayormente aceptadas quizás no eran ciertas, y por lo tanto necesitaban explorar la teología con el uso de su propio razonamiento, sin dejar que otros pensaran por ellos. Ciertos aspectos políticos que influyeron en la religión, fueron (1) la revolución francesa (1789-1799) que derrocó a la monarquía y separó a la religión del Estado, y (2) la aprobación por parte de los Estados Unidos de la Carta de Derechos Humanos (15 de diciembre de 1791) que incluía la libertad de religión, de expresión, de prensa y de reunión, y que a la vez prohibía al gobierno apoyar o favorecer a alguna denominación o religión particular. Todo esto estableció un nuevo paradigma para la tolerancia y la igualdad.
Desde los luteranos, surgió un grupo conocido como los pietistas (o piadosos), que pronto impactó también a los calvinistas. Los pietistas hacían énfasis en los genuinos impulsos, deseos o sentimientos religiosos, y enseñaron que para ser un verdadero hijo de Dios, se requiere de un genuino arrepentimiento y una verdadera conversión. Un pietista destacado fue Philip Jacob Spener (1635-1705). Ellos se caracterizaron (1) por el estudio bíblico en medio de pequeños grupos (o células) y reuniones familiares; (2) por la enseñanza de que cada creyente es un sacerdote para Dios y por lo tanto tiene una parte activa en el uso de los ministerios que Dios ha dado a su pueblo; (3) en el énfasis sobre la experiencia espiritual y práctica en la vida cristiana, y (4) en su proclamación de que el estudio de la teología debería centrarse en el deseo de conocer más de las cosas de Dios y que cualquier debate doctrinal debería adherirse al imperioso principio del amor. Los pietistas estuvieron en contra de la laxitud moral dentro de la “cristiandad”, y abogaron por los principios bíblicos del vestir de forma pudorosa, honesta y modesta. Ellos predicaron acerca del vivir lejos de los vicios y de los deseos mundanos.
En 1722, el conde Von Zinzendorf (1700-1760), recibió en Sajonia (Alemania) a un pequeño grupo de refugiados que formaban parte de los hermanos de Moravia (República Checa). Ellos aceptaban las enseñanzas de Juan Huss (1370-1415) quien es considerado como un precursor de la reforma protestante. Los Moravos comenzaron un pequeño asentamiento en Herrnhut, y el conde Zinzendorf les dio protección, por lo cual la pequeña colonia creció rápidamente. Los moravos fueron un pueblo de oración y se esforzaron por tener una verdadera experiencia con Dios. En agosto de 1727 un gran avivamiento vino sobre ellos y recibieron el Espíritu Santo, junto con señales y prodigios. A partir de 1732, muchos predicadores de Moravia pasaron desde Herrnhut a diferentes partes del mundo, dando lugar al primer gran paso de las misiones protestantes.
Juan Wesley (1703-1791), fue un anglicano que tenía un fuerte deseo de agradar a Dios. Él fue líder del Club Santo, que era un grupo de estudio bíblico, de ayuno y de oración, que fue conformado por estudiantes de la universidad de Oxford. Más adelante, otros estudiantes comenzaron a llamarlos “Los Metodistas”. En el año de 1735, Juan Wesley viajó hacia Georgia (Estados Unidos) en un viaje “misionero” en el cual conoció a un grupo de moravos que lo inspiraron enormemente por las alabanzas que entonaban y por la tranquilidad que demostraban en medio de las tormentas que tuvieron que afrontar durante el viaje, mientras que Wesley mismo no estaba seguro de su salvación. De ellos aprendió que él debía experimentar una verdadera relación personal con Dios. En 1738, Juan Wesley se reunió con algunos moravos en Londres, quiénes le dieron instrucciones sobre el arrepentimiento, la salvación y la alegría de la salvación. En ese momento, tuvo una experiencia espiritual dramática que le dio la garantía de su salvación. Durante algún tiempo, Wesley mantuvo comunión con los moravos, e incluso viajó hasta Alemania a reunirse con el conde Zinzendorf. La idea de Wesley no era la de separarse de la Iglesia Anglicana, sino la de llevarlos a una comprensión más profunda de la experiencia cristiana.
Juan Wesley enseñó a sus seguidores la doctrina de la santificación y perfección cristiana. Les decía que aunque somos justificados por la fe, también somos santificados por la fe. Así que la fe no es simplemente un asunto de tipo mental, sino que una verdadera fe conducirá a los creyentes a desear una vida de santidad. La mayoría del protestantismo de aquel momento, creía en la doctrina de la predestinación individual, pensando que Dios ya predeterminó a ciertos individuos para salvación y que si ellos habían sido predeterminados para salvación, entonces nada ni nadie podría hacerles perder esa salvación sin importar la forma como ellos vivieran. En contravía a esa enseñanza, Juan Wesley enseñó que Dios ha dejado en todos los seres humanos la capacidad de escoger entre la salvación o la condenación, pero solo los que responden por fe serán salvos. Incluso los que cuentan con la salvación pueden perderla si no viven de acuerdo a la voluntad de Dios. Nosotros recibimos la salvación por gracia por medio de la fe, pero nuestra responsabilidad es conservarla viviendo una vida cristiana conforme a la voluntad de Dios. De otra manera no podríamos ser vencedores y caeríamos de la gracia. Wesley enfatizó en la forma pudorosa, modesta y honesta en el vestir, y predicó en contra de las bebidas alcohólicas, el tabaco, la música y la literatura malsanas, y las diversiones mundanas. No obstante, por las doctrinas que predicaba, Juan Wesley pronto tuvo problemas con los líderes de la Iglesia Anglicana, quienes lo expulsaron de sus filas. Juan Wesley contó con una enorme capacidad de organización, y pronto estableció la Iglesia Metodista.
No es nada raro que el mover del Espíritu Santo se haya dado entre los metodistas tempranos, quiénes hicieron hincapié en el arrepentimiento, en la conversión personal, en la santidad de vida, y en servicios de culto avivados. Existen numerosos informes del hablar en lenguas entre los primeros metodistas. El propio Wesley creía que los dones del Espíritu prácticamente habían desaparecido pero que una iglesia totalmente restaurada los tendría de nuevo. Cuando un cierto Dr. Middleton escribió que el don de lenguas estaba ausente de la historia posterior de la iglesia, Wesley contestó que (1) muchas escrituras antiguas ya no existían, (2) que muchos cristianos no escribieron libro alguno, (3) que los padres antenicenos no dijeron que el hablar en lenguas cesó con los apóstoles, y (4) solo porque el hablar en lenguas no fue específicamente anotado no quiere decir que no era practicado. Él dijo, “Puede ser que muchos hayan hablado en nuevas lenguas, de quienes esto no está anotado; a lo menos, los archivos están perdidos en el transcurso de tantos años.” Respondiendo a la objeción de que el hablar en lenguas no existía en su día, Wesley contestó, “Se ha oído de esto más de una vez, y a no más distancia que los valles de Delfinia” [Francia del sur].
Jonathan Edwards (1703 – 1758), fue un predicador que trajo lo que se ha conocido como el Gran Despertar en Norteamérica. Bajo la ardiente predicación de Edwards, estalló en 1734 un avivamiento en el pequeño poblado de Northhampton. Trescientas personas se convirtieron al Cristianismo. Desde Northhampton, el avivamiento se extendió a diferentes partes de Nueva Inglaterra. El Gran Despertar fue un movimiento espiritual notable por el evangelismo de masas, reuniones de avivamiento y conversión personal, todo lo cual se convirtió en característica del protestantismo conservador estadounidense.
A principios del siglo XIX, se dio el Segundo Despertar. El fervor del Gran Despertar había disminuido unos años atrás, pero ahora por medio de predicadores como James McGready y Pedro Cartwrigth, vino una ola de avivamiento por medio de la cual muchos fueron impactados. Como resultado de esto, comunidades ásperas, borrachas y pendencieras, se volvieron temerosas de Dios y se convirtieron en zonas pacíficas. Los servicios eran avivados y ruidosos, y mucha gente sintió como el Espíritu de Dios descendió sobre ellos.
En el siglo XIX, surgieron dos prominentes evangelistas en los Estados Unidos, reconocidos en todo el país, que fueron pioneros en las técnicas de evangelización de masas e hicieron hincapié en la necesidad del arrepentimiento personal y una decisión por Cristo. Estos fueron Charles G. Finney (1792-1875) y Dwight L. Moody (1837-1899).
Por el año 1830, en Escocia, Alexander Scott enseñaba que los dones de la iglesia primitiva eran para los cristianos de todos los tiempos; esto despertó la fe de James McDonald quien junto con su hermana Margaret hablaron en lenguas. Por la oración de James, su hermana fue sanada. Luego, los dos oraron por una inválida llamada Mary Campbell quien caminó milagrosamente. Fue así como Scott puso al tanto de lo sucedido a su amigo Edward Irving que pastoreaba la “Iglesia Caledonian” de Londres. Irving creyó y de inmediato comenzó a predicar las lenguas como bautismo del Espíritu Santo y fuego, la sanidad divina y el pronto regreso de Cristo. Expulsado de su denominación, Irving fundó la Iglesia Católica Apostólica, que hizo hincapié en los dones del Espíritu.
Con el paso del tiempo, muchos de los metodistas relajaron sus normas de santidad. Preocupados por esta situación, algunos se dieron cita en un campamento en Vineland, New Jersey, en el año 1867, donde hicieron un llamado a la santidad, y se propusieron como objetivo el de renovar y promover el mensaje de santidad en la Iglesia Episcopal Metodista y a lo largo y ancho de todo el protestantismo. No obstante, la iglesia metodista rechazó el renovado énfasis de aquellas personas, y en consecuencia a ellos no les quedó más remedio que formar sus propias organizaciones, tales como la Iglesia del Nazareno, La Iglesia Peregrina de Santidad, La Iglesia de Dios, La Iglesia de Santidad Bautizada en Fuego, La Iglesia de Dios en Cristo, entre otras. Estos nuevos grupos fueron conocidos como el Movimiento de Santidad.
El impacto del movimiento de santidad se extendió más allá de los límites del metodismo y otras denominaciones tradicionales adoptaron sus principios. El Movimiento de Santidad enseñó que existían dos obras de la gracia de Dios. Dijeron que la primera se daba cuando una persona cree en Jesús, se arrepiente, nace de nuevo y tiene a Cristo morando en su corazón; y que la segunda obra de gracia, se da cuando una persona marcha hacia la perfección cristiana (o entera santificación), para buscar la erradicación del pecado de su vida, lo que le permite vivir una vida victoriosa y santa. Al estudiar las Escrituras, en particular el Libro de los Hechos, se dieron cuenta que los discípulos fueron bautizados con el Espíritu Santo, y comenzaron a equiparar toda la santificación con el bautismo del Espíritu Santo. Ellos no asociaron necesariamente esta experiencia con el hablar en lenguas, aunque hubo muchos casos del hablar en lenguas en el movimiento de santidad.
Dentro del periodo que estamos estudiando, muchas personas cuestionaron la tradición trinitaria y afirmaron la Unicidad absoluta de Dios, la Divinidad de Jesús, el bautismo en el nombre de Jesús, el bautismo del Espíritu Santo con la evidencia de las lenguas, y la santidad de vida. Citamos algunos de los que dejaron constancia escrita.
Los bautistas fueron un grupo que surgió de entre los separatistas de Inglaterra. Los separatistas se dividieron de la Iglesia de Inglaterra, porque ellos (a diferencia de la Iglesia de Inglaterra) creían que la Iglesia de Cristo estaba formada solo de creyentes genuinos. Los primeros bautistas eran trinitarios, pero al estudiar las Escrituras, pronto muchos cuestionaron la teología tradicional trinitaria. La confesión de Somerset, impresa en Londres en 1656, fue el primer esfuerzo importante para buscar el acuerdo y la unión de los bautistas. Allí se dijo: “creemos que no hay más que un solo Dios” y “creemos que Jesucristo es verdaderamente Dios”. Por otra parte, dicha confesión, expresa una preferencia por la fórmula bautismal en el nombre de Jesús. Pese a que más tarde, otras nuevas confesiones bautistas omitieron el bautismo en el nombre de Jesús y comenzaron a hablar de la trinidad, aun encontramos evidencias de la Unicidad de Dios y el bautismo en el nombre de Jesús en predicadores bautistas como Francis Cornwell, Robert Robinson y Daniel Hibbard. Francis Cornwell, llamó a Hechos 2:38 “El evangelio eterno” y el “mandamiento evangélico”. Robert Robinson (1735-1790), señaló que Hechos de los Apóstoles no hace mención de la invocación “Padre, Hijo y Espíritu Santo” con relación al bautismo, sino solo a la invocación en el nombre de Jesucristo.
George Fox (1624-1691), fundó en 1652 una sociedad de amigos conocida como los cuáqueros (o estremecedores). El Espíritu de Dios se movía en medio de ellos, y muchos temblaban bajo el poder de Dios, y por eso su apodo de cuáqueros. Muchos de ellos hablaron en lenguas y experimentaron milagros. Ellos hicieron hincapié en la honestidad, la sencillez y la humildad. Los primeros enfatizaron que Dios es uno y que Jesucristo es Dios manifestado en carne. George Fox dijo que nunca pudo encontrar en la Biblia la palabra Trinidad o la expresión “tres personas divinas”. Dijo que Cristo es el resplandor de la gloria del Padre y la imagen expresa de la sustancia del Padre.
William Penn (1644–1718), fue un importante cuáquero, y fundador de la colonia inglesa de Pensilvania, que posteriormente evolucionó hasta convertirse en los dos estados norteamericanos de Pensilvania y Delaware. Sus principios democráticos sirvieron como una fuente importante en la inspiración de la constitución estadounidense. William Penn estuvo apresado en la Torre de Londres por negar la Trinidad. Para ser liberado de esa torre, Penn tuvo que demostrar que no negaba la Divinidad de Cristo, ni tampoco negaba su humanidad y su obra expiatoria.
Otros líderes cuáqueros tempranos como Francis Howgill y George Whitehead, afirmaron claramente que Jesús es Dios, y que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son tres personas distintas.
En Suecia, Emmanuel Swedenborg (1688–1772), expresó un buen entendimiento de la Unicidad de Dios. Aunque creía en ciertas doctrinas y tenía ciertos puntos de vista que no comparten los pentecostales del nombre de Jesús de la actualidad, él afirmaba que Jesús es Dios manifestado en carne, pues en Jesucristo habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad. Decía que Jesús es Jehová Dios quien asumió forma de hombre para salvar a la humanidad. Hacía referencia a Isaías 9:6 y Juan 10:30 para probar que Jesús era el Padre. El negó que hubiera un “Hijo eterno” o “eternamente engendrado”, manteniendo la opinión de que el Hijo de Dios era la humanidad por medio de la cual Dios se envió a sí mismo al mundo.
Isaac Watts (1674-1748) fue un poeta, predicador, teólogo y pedagogo inglés. Él escribió la obra “La Gloria de Cristo”, en la que abogaba por conceptos modalistas (Unicidad de Dios). Isaac Watts, es reconocido como el “padre de la himnología inglesa”. Sus más de 750 himnos acreditados han sido traducidos a varios idiomas y aún hoy en día algunos son entonados, como el tradicional canto "Al Mundo Paz Nació Jesús".
Barton W. Stone (1772-1844), fue en un principio un líder presbiteriano, que con el tiempo prefirió separarse de ellos porque su deseo era la restauración del cristianismo primitivo. Stone repudió la doctrina de la predestinación individual y creyó en la Unicidad de Dios. Él siempre afirmó la Deidad de Jesús, y dijo que Padre, Hijo y Espíritu Santo, eran roles o relaciones en el único Dios, y que no podía recibir como artículo de fe, la expresión: “Hijo Eterno”. Su estudio de las Escrituras también lo llevó a concluir que el bautismo debe ser administrado en el nombre de Jesús.
Elías Smith (1769-1846), quien fue editor del primer periódico religioso en los Estados Unidos, denominado Libertad: El Heraldo del Evangelio, fue parte de un grupo que simplemente se llamaban cristianos, lo cuales bautizaron solo en el nombre de Jesucristo y rechazaron el dogma de la Trinidad.
Varios congregacionalistas también creyeron en la Unicidad de Dios. Henry Ward Beecher (1813-1887), un famoso pastor congregacionalista en Nueva York, identificó a Cristo como el Espíritu Divino manifestado en un cuerpo humano, y también llamó a Cristo el Padre Eterno. Dijo que todo lo que Dios tiene para la humanidad, está ligado al nombre de Jesús. Asimismo, otros congregacionalistas como Lyman Abbott, Joseph Cook, y A. H. Bradford, expresaron fuertemente su adherencia a la Unicidad de Dios.
Jhon Clowes, pastor de la Iglesia de San Juan en Manchester (Inglaterra), escribió en 1828 un libro en el que enseñó que Jesús es el único Dios y que el Padre no está separado de Jesús, sino que es Él mismo.
Un autor anónimo, que se identificó como cristiano apostólico, publicó en 1836 en Inglaterra, un libro titulado “Algunas Palabras de la Verdad Evidente”, en el que confirmó la Unicidad de Dios y la Deidad de Jesús, y abogó por el bautismo en el nombre de Jesús.
John Miller, un presbiteriano estadounidense, escribió en 1876 un libro titulado “¿Es Dios una Trinidad?”, en el que denunció a la trinidad como una doctrina antibíblica y expuso la Unicidad de Dios. También explicó que Mateo 28:19 se refiere al bautismo en el nombre de Jesús.
David Bailey, fundador de una escuela en Bilston (Inglaterra), publicó en 1884 su obra “El Testimonio de Jesús”, en la cual enseñó que Jesús es Jehová, y que el único Dios está en la persona del Señor Jesucristo.
A medida que el siglo XIX iba declinando, los corazones y las mentes de muchas personas se volvieron más receptivos sobre la necesidad de una restauración de la experiencia y la verdad apostólica. El movimiento de santidad buscaba una efusión del Espíritu Santo, aun sin comprender plenamente lo que ello implicaba, y Dios en su gracia respondió trayendo un gran avivamiento pentecostal a principios del siglo XX, que pronto incluiría la restauración de la Unicidad de Dios, el plan de salvación según los Hechos 2:38, y la necesidad de vivir una vida de santidad, tal como lo veremos en el siguiente capítulo.
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1. La Iglesia Primitiva (30 d.C – 100 d.C.)
2. La iglesia durante las persecuciones imperiales (100 d.C. – 313 d.C.)
3. La Iglesia durante el desarrollo de la Iglesia Católica Romana (313 d.C. – 476 d.C.)
4. La Iglesia durante el periodo medieval (476 d.C. – 1453 d.C.)
5. La Iglesia durante el periodo de la reforma protestante (1453 d.C. –1648 d.C.)
6. La Iglesia durante los movimientos de reactivación en la era moderna (1648 d.C. –1900 d.C.)
7. El Movimiento Pentecostal Moderno (1901 – hasta hoy)