Por Edwing López

 

Que bueno es saber que estamos UNIDOS por su Nombre. Que no debe haber barreras que nos separen, nos dividan o resten; al contrario estamos para sumar y multiplicar en la Iglesia del Nombre de Jesús. Hay algo muy importante que debemos entender: Los letreros que identifican a las organizaciones del Nombre o congregaciones independientes son solo letreros y nada más. Son permisos jurídicos que cumplen los requisitos de las leyes de cada país. Nunca debemos pensar que el letrero de nuestra iglesia u organización del Nombre de Jesús es la que es y las demás no son. Nunca debemos de mirar con desprecio, ni hacer comentarios difamatorios o mal intencionados sobre ninguna iglesia, ni pastor o líder identificado con la sana doctrina del Nombre de Jesús, solo porque no pertenece a nuestra organización.

 

Nuestro Señor Jesucristo con sus propias palabras nos dijo: "Un Mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuvieres amor unos con los otros" (Juan 13:34-35). Jesús nos ordena como mandamiento, que nos amemos de una manera muy especial. Ese amor va por encima de nuestras convicciones personales, diferencias administrativas, métodos de evangelización, formatos de vestimenta exterior o formatos de reuniones en nuestros cultos.

 

El buen cristiano del Nombre de Jesús nunca debe poner en juego la Unidad del Espíritu, la Armonía y la Santidad de Dios por caprichos y actitudes egocéntricas. El amor a Dios y el hacer su voluntad, como Él nos ha ordenado en su Palabra deben controlar y dirigir su amor a los demás. El amor de Dios siempre tiene prioridad. Jesús dijo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amaras a tu prójimo como a ti mismo" (Mateo 22:37-39). Ese amor y devoción sincera debe distinguir el comportamiento y trato hacia cada uno de mis hermanos del Nombre de Jesús aún cuando no pertenecen a mi organización o iglesia.

 

El Apóstol Pablo nos dice: "Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos" ( Efesios 4:1-6).

 

Ningún ser humano puede crear la "Unidad del Espíritu". Esta ya existe para los que han creído la verdad y han recibido a Jesucristo como Señor y Salvador. La iglesia del Nombre de Jesús debe de conservar la "Unidad del Espíritu" por encima de las organizaciones, diferencias y convicciones personales. Esta unidad del Espíritu no se alcanza con esfuerzos humanos sino cuando somos fieles a la Verdad y llevamos el paso del Espíritu Santo dentro de nuestros corazones.

 

El Apóstol Juan nos dice: "Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte. Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en Él" (1 Juan 3:14-15).

 

Sigue diciendo el Apóstol Juan: "Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de Él: El que ama a Dios, ame también a su hermano" (1 Juan 4:20-21).

 

El Apóstol Pedro nos da un consejo: "Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey" (1 Pedro 2:17).

 

Siempre digo: En las bodas del cordero nos espera la presencia del Señor Jesús y allí estaremos todos juntos, unánimes, así como en el día de Pentecostés. Allí no habrá un Hotel para acomodar a los hermanos del Nombre de Jesús en diferentes habitaciones, cada grupo separados porque no se pueden ver y tratar. Puedo decir con seguridad que todos los hayan separado el cuerpo de Jesucristo en esta vida terrenal, aquellos que hayan practicado el pecado de resentimiento, orgullo, envidia, aquellos que no se hablan ni se tratan hoy, que hacen diferencias y levantan muros de separación entre los hermanos del Nombre de Jesús, que estos no entrarán en el Reino de Dios. Es hora de comenzar a practicar el perdón, la armonía, el respeto y el compañerismo unos con otros en esta vida terrenal, si es que en verdad anhela estar presente con todo el pueblo del Nombre de Jesús en las bodas del cordero.

 

El consejo en la Palabra de Dios está muy claro: "Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados" (Hebreos 12:14-15). Desde niño siempre escuché como los pastores y hermanos de la iglesia decían "Sin santidad nadie verá al Señor". Eso es muy cierto pero nunca ponían énfasis en la primera parte de este versículo, "Seguid la paz con todos", y es precisamente ahí donde esta el problema. No podemos hablar de vivir en santidad, sino nos amamos y tenemos la paz unos con otros, sin esta paz nadie verá al Señor. Las discordias, desprecios y difamaciones no tienen lugar en la Presencia de Dios, la cual se mueve en medio de Su Pueblo, al cual le ha revelado Su nombre.

 

Otro consejo del Apóstol Juan nos dice: "Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor" (1 Juan 4:7-8). El amor es un aspecto del fruto del Espíritu (según Gálatas 5:22-23) y una evidencia del nuevo nacimiento. Además el amor es algo que los creyentes tienen que desarrollar como fruto del Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Por eso el Apóstol Juan nos exhorta a amar a los hermanos, a interesarnos en ellos y a procurar su bienestar.

 

Sabiendo lo que dice tan claramente la Palabra de Dios me pregunto: ¿Cómo es posible que hayan tantos hermanos del Nombre de Jesús enemistados y separados unos de los otros? ¿Cómo es posible que proclamen a todo pulmón que su organización o iglesia es mejor que la otra? ¿Cómo es posible que se atrevan a rebautizar en el nombre de Jesús a hermanos que ya han sido bautizados en congregaciones del Nombre, rechazando ese bautismo porque no fue hecho en su organización? ¿Cómo es posible que sembremos un celo divisional lleno de error, haciendo distinciones dentro de las iglesias del Nombre de Jesús? ¿Cómo es posible que se rechace a un pastor, ministro, evangelista, o misionero del nombre de Jesús, de buen testimonio, por el mero hecho de no ser de nuestra organización?

 

El Apóstol Juan sigue diciendo: "Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás a Dios. Sí nos amamos unos a otros, permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros" (1 Juan 4:11-12).

 

Hoy como pastor, como creyente del Nombre de Jesús y como Presidente de la Iglesia Pentecostal La Senda Antigua le digo a cada uno de nuestros pastores y ministros que los pulpitos de nuestras iglesias deben de estar abiertos a todos los pastores del Nombre de Jesús, no importando el nombre de la organización, sino el buen testimonio de los siervos de Dios. Que no podemos hacer separaciones o creernos los únicos porque la iglesia del Nombre de Jesús es grande y Universal. Con mucha alegría puedo decir que nos hemos gozado en cultos especiales, conferencias, convenciones, seminarios, cultos misioneros y campamentos con muchos predicadores del Nombre de diferentes organizaciones o iglesias independientes. Esto se ha hecho con mucho respeto y armonía, porque esta es la verdadera "Unidad del Espíritu" y porque esto es un mandamiento de nuestro Señor Jesucristo para Su iglesia, que tenemos que amarnos los unos a los otros con amor sincero.

 

Debemos reconocer que somos miembros del cuerpo de Jesucristo, y por lo tanto, hermanos en la fe, todos los que profesamos los mandamientos establecidos por el Espíritu Santo en el capítulo dos de los Hechos de los Apóstoles, versículos treinta y ocho y treinta y nueve: "Y Pedro les dijo: Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare."

 

Debemos declarar esforzarnos para guardar la unidad del Espíritu en el vinculo de la paz, no discutiendo por nuestras convicciones personales, sino profesando nuestra adoración, a "un Señor, una fe, un bautismo. El consejo del Apóstol Pablo es muy claro cuando nos dice; "Os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vinculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos" (Efesios 4:1-6).

 

La Palabra de Dios a través del Apóstol Pablo y el Apóstol Pedro hacen un llamado de unidad a todos los que profesan una fe igualmente preciosa que la nuestra; "A los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro" (1 Corintios 1:2). "Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra" (2 Pedro 1:2).

 

Por último le digo que tenga cuidado y no permita que una raíz de amargura en el corazón de algún líder, pastor, presbítero, o miembro de algún consistorio le contamine a usted y le estorbe en alcanzar la gracia de Dios y en los peores casos contaminar a otros con el mismo espíritu de amargura e indiferencia hacia el pueblo del nombre de Jesús por no ser parte de su organización. Es hora de buscar la unidad, es hora de limar las asperezas, es hora de pedirnos perdón unos a otros, es hora de abrazarnos, es hora de unir fuerzas para obtener mayores logros. Todo esto es posible si en verdad vivimos la Unidad del Espíritu en nuestras vidas. Creo 100% que hoy más que nunca debemos estar "UNIDOS POR SU NOMBRE".

 

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