Por Jason Dulle
Inerrancia
Siempre ha sido común, que los no-creyentes argumenten en contra de la inerrancia de la Escritura. Sin embargo, recientemente algunos “cristianos” se han unido a sus filas. A la luz de los ataques que están siendo dirigidos contra la fiabilidad, la inspiración y la veracidad de las Escrituras, tanto desde afuera como desde adentro de las filas de la cristiandad, es importante que los cristianos sean capaces de defender la infalibilidad de la Escritura contra esos ataques que están basados en un razonamiento erróneo. Un argumento común en contra de la infalibilidad de la Escritura es algo como esto:
P1 Los libros de la Biblia fueron escritos por hombres.
P2 Los hombres cometen errores.
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C1 Por lo tanto, hay errores en los libros de la Biblia
Es cierto que fueron hombres quienes escribieron los libros de la Biblia. Pero la Biblia no solo confiesa abiertamente su autoría humana, sino que también reclama su paternidad divina, enseñando así a una doble autoría. Los no-cristianos se equivocan en que ignoran y/o niegan el origen divino (mientras que algunos cristianos, a menudo se equivocan en minimizar o ignorar los elementos humanos de la Biblia). Es discutible se dio la relación entre los elementos divino y humanos de la autoría bíblica. Se han desarrollado varias teorías sobre la naturaleza exacta de dicha relación, pero la evidencia bíblica favorece la idea de que Dios usó para sus propósitos a hombres particulares, que escribieran lo que Él deseaba dejar por escrito, utilizando de cada autor humano su propio estilo, su propia forma de escribir, sus investigaciones anteriores, y su comprensión en el proceso. (Para más información, vea mi artículo titulado La Naturaleza de la Inspiración).
Ya se ha establecido que los hombres escribieron la Biblia, y no hace falta decir que los hombres cometen errores ¿Pero debemos concluir que los hombres que escribieron los libros bíblicos cometieron errores en el proceso? No. Tal conclusión se equivoca en dos sentidos. En primer lugar, se elimina la posibilidad de una autoría dual (humana y divina) de la Escritura. Aunque los no-cristianos no pueden probar la exclusión de la paternidad literaria de Dios para la Escritura, sin embargo, es un presupuesto que ellos necesitan para poder atacar a las Escrituras, porque sólo después de haber excluido la posibilidad de la supervisión divina en el desarrollo de la Escritura, se puede llegar a concluir lógicamente la inevitabilidad de que fueran cometidos errores al escribir los libros bíblicos. Pero sería muy razonable concluir que los hombres propensos a errores, podrían haber evitado cualquier error, si se hubiera dado una supervisión sobrenatural de sus escritos. [1] Si Dios fue el inspirador y el supervisor de la redacción de la Escritura, Dios tiene el poder para asegurarse que los autores humanos de la Biblia no cometieran errores en sus Escritos.
En segundo lugar, incluso en el supuesto de la paternidad literaria únicamente humana, el argumento presupone erróneamente que porque el hombre puede cometer errores, entonces siempre tiene que cometer errores. Mientras que todos los hombres cometen errores, no todos los hombres cometen errores en todos los ámbitos posibles. Está totalmente dentro de lo razonable, creer que los hombres, aun sin ser supervisados por la dirección divina, podrían haber escrito la Biblia sin cometer algún error. Debo admitir que hay una alta probabilidad de errar en una obra de tal magnitud, pero la probabilidad no especifica certeza. Un no-cristiano debe dejar espacio para una Biblia infalible, si deja lugar a la razón, a la probabilidad y a la experiencia, que nos hablan de que sí es posible aquello que se ha reclamado que es imposible.
El Canon
Otro argumento presentado por los no-creyentes en contra de las Escrituras, se dirige hacia el Canon. El Canon es el que estableció que los antiguos documentos literarios contenidos en la Escritura, son los que contienen las Palabras inspiradas por Dios, y por lo tanto están autorizados en la vida del creyente cristiano. A menudo se argumenta que los hombres decidieron qué incluir en el Canon, descartando injustamente algunos libros, mientras que incluyeron a otros sin un motivo justificado. El proceso se describe como autoritario y arbitrario. El objetivo de tal argumentación, es provocar en los cristianos la duda de que realmente tienen la Palabra de Dios, o que la Palabra de Dios realmente existe.
Es cierto que el hombre tomó una decisión histórica en lo que respecta a los libros que se incluyeron en el Canon, pero este hecho no significa que la decisión fue tomada solamente por el hombre. Sólo si se presupone que Dios no existe, se podría descartar una intervención divina en el proceso. Tal suposición no tiene fundamento y no es comprobable. Es muy posible que Dios podría haber llevado a la Iglesia Antigua a saber cuáles de las muchas obras literarias existentes hechas en nombre de Cristo, realmente contenían su Palabra y cuáles no. Esto es aún más significativo, si tenemos en cuenta el hecho de que Dios también fue el responsable del contenido de los libros. Si Dios pudo mover a ciertas personas a registrar sus Palabras, sin duda pudo mover a otras personas a preservar su Palabra en un Canon dedicado a la presentación de su Palabra.
Se debe entender que el desarrollo del Canon no fue un acontecimiento histórico que ocurrió de una sola vez. Aunque aquí no es mi objetivo presentar el desarrollo histórico del Canon, basta con decir que el contenido del Canon no fue una decisión tomada por una persona en particular, o incluso por un grupo de personas particulares en un corto tiempo. El establecimiento del Canon fue un proceso que se desarrolló con el tiempo y en diversas áreas geográficas de la Iglesia Antigua.
Lo que llegó a ser aceptado como el Canon de la Escritura, no fue exactamente lo que uno llamaría algo novedoso. Lo que oficialmente fue aceptado como el contenido del Canon del Nuevo Testamento, no fue un gran desarrollo de lo que la Iglesia ya había mantenido durante siglos en un nivel no oficial. Si bien, hubo algunos libros que habían sido cuestionados en cuanto a si eran o no realmente la Palabra inspirada de Dios, la mayoría de los libros de lo que actualmente conocemos como Canon, habían sido aceptados por la Iglesia en general, desde el final del primer siglo. De hecho, esto hizo que se tomara tanto tiempo para que la Iglesia se pronunciara sobre un Canon formal, porque esta vio poca necesidad sobre un pronunciamiento al respecto, ya que había un amplio acuerdo sobre el tema.
Fueron varios los factores que llevaron a la Iglesia a pronunciarse sobre un Canon oficial del Nuevo Testamento. En primer lugar, la persecución del emperador Decio, quien amenazó con matar a los cristianos que no dieran sus Escritos Sagrados a las autoridades para que fueran quemados. En dicha situación, se volvió muy importante determinar de una vez por todas, por cuáles libros estarían dispuestos a morir y por cuáles no.
En segundo lugar, se levantaron herejes como Marción, quien negó la inspiración de muchos de los libros contenidos en el tradicionalmente aceptado, aunque informal Canon. La Iglesia reaccionó, porque en la Iglesia había una aceptación no-oficial de largo plazo sobre la autoridad de aquellos libros. Cuando vino un desafió sobre esta aceptación general, la Iglesia vio la necesidad de decidir oficialmente y de establecer qué libros contenían las Palabras de Dios y cuáles no eran más que palabras humanas. El hecho mismo de que la Iglesia reaccionara en contra de Marción, demuestra la aceptación tradicional y generalizada que tenían los libros que luego oficialmente se establecieron como el Canon. La Iglesia reaccionó tan decididamente contra Marción, porque éste rechazaba los libros en los que la Iglesia había creído tradicionalmente como Palabras inspiradas de Dios. Esto demuestra que en una edad muy temprana, ya existía un Canon informal, que no fue producto de una decisión arbitraria de cientos de años después, sobre cuáles escritos eran objetables.
Sin embargo, vamos a suponer que la formación del Canon consistió puramente de una obra humana, y que Dios no tuvo parte en ella porque Dios no existe. Si así fuera, la razón nos llevaría a confesar que todos los libros que pertenecen al Canon, en última instancia están en el Canon, porque la decisión fue puramente humana. [2] La Iglesia podría incluir y excluir todos los libros que quisiera y nadie podría culparla por tal acción. Uno no podría decir que ellos pusieron los libros incorrectos, o que “los libros perdidos” son los que deberían haber estado ahí. Dicha noción presupone un ideal superior al que el Canon tendría que haberse conformado, pero que falló al no tenerlo en cuenta. Pero tal ideal sólo podría haber provenido de algo más elevado que el hombre, de un propósito más elevado hacia el cual algunos de esos escritos fueron dirigidos. Si no hay Dios, entonces ninguno de los libros en cuestión tenía un significado más importante que una lista de compras. Si no hay Dios, entonces no hay algún propósito o ideal, y por lo tanto la Iglesia no puede ser acusada de haber seleccionado mal el Canon. Lo que se puso en el Canon, llegó a pertenecer al Canon, y lo que fue excluido no llegó a pertenecer, porque eso fue lo que ciertas personas particulares llegaron a decidir, y ellas pudieron hacer lo que desearon hacer. Si se excluye a Dios del establecimiento del Canon, no se puede culpar a los que lo establecieron, alegando que de algún modo ellos fallaron.
Si se asume la existencia de Dios, tampoco va a funcionar el argumento de un Canon cargado de error. Si Dios estuvo involucrado en la formación del Canon, Él no hubiera permitido que la Iglesia se decidiera por los libros equivocados. Dios no intenta, Él logra lo que se propone (por lo menos, según la concepción cristiana de Dios). Si existe un Dios que inspiró a ciertos individuos a registrar sus Palabras en beneficio de otros, entonces Dios tuvo el motivo, el poder y la capacidad para dirigir a su pueblo a incluir los libros que verdaderamente Él inspiró y para excluir aquellos que no inspiró. Si decidimos que la razón de que Dios existe es más razonable, concluimos que los libros del Canon están allí, porque Dios quiso que estuvieran allí, ya que son sus Palabras verdaderas.
En conclusión, si uno ve la Biblia como una obra puramente humana, o como una obra divina, no se puede menospreciar el Canon. Es completo y perfecto. Si no hay Dios, entonces es una colección completa y perfecta de pensamientos inútiles de hombres. Si hay un Dios, es una colección completa y perfecta de las Palabras que Él deseó que toda la humanidad conociera. El cristiano puede tener toda la confianza de que el Canon contiene los libros inspirados por Dios, y excluye a todos aquellos que Él no inspiró. No hay libros perdidos de la Biblia y no hay libros adicionales. Se nos ha dado la palabra de Dios, preservada para nosotros a través de la inspiración divina y la conservación.
Referencias
[1] Greg Koukl, "¿Dios Intenta?", Disponible a partir de
http://www.str.org/site/News2?page=NewsArticle&id=5209
Accedido por medio de Internet, el 8 de diciembre 2010.
[2] Greg Koukl, "No hay Libros Perdidos de la Biblia", disponible a partir de http://www.str.org/site/News2?page=NewsArticle&id=5473
Accedido por medio de Internet, el 8 de diciembre 2010.